La radiografía de unos comicios teñidos por la violencia y el fraude: la victoria del Frente Popular en 1936

En «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular» (Espasa), Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García reconstruyen hora a hora el recuento de la controvertida campaña y desmontan el mito de la Segunda República como un paraíso democrático

Propaganda electoral en la Puerta del Sol con el famosos cartel de la CEDA, con la cara de José María Gil Robles y su lema
César Cervera

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Propaganda electoral en la Puerta del Sol con el famosos cartel de la CEDA, con la cara de José María Gil Robles y su lema

Hacia las elecciones

La negativa del presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora , a que Gil Robles , de la CEDA, formara gobierno condenó al país a unas elecciones el 16 de febrero de 1936 marcadas por la polarización política y las heridas todavía abiertas por los sucesos revolucionarios de octubre de 1934. Desde el Frente Popular, una coalición que incluía a la extrema izquierda, se reclamaba que salieran los presos de la cárcel y, lo que se ha venido a llamar, una «justicia inversa», esto es, tomar represalias contra las fuerzas policiales que aplicaron la ley en 1934.

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Propaganda electoral lanzada en las calles de Madrid

Oleada de violencia

Las elecciones de 1936 estuvieron teñidas desde el principio por la violencia en las calles y la intimidación. Álvarez Tardío y Villa García han cuantificado estas agresiones hasta la cifra de 41 muertos y 80 heridos de gravedad en cuestión de un mes. Si bien ya aparecieron grupos violentos de derecha sin ningún peso electoral, como los falangistas; los datos exponen que la mayor parte de los mítines reventados fueron de la CEDA.

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Jornada electoral blindada

Las votaciones celebradas el 16 de febrero fueron bastante limpias para la época y se saldaron sin incidentes de gravedad. Solo en Lugo , Pontevedra y en Las Palmas hubo irregularidades que impidieron celebrar las elecciones con normalidad. Esta calma antes de la tempestad fue posible gracias a que el Gobierno del liberal Manuel Portela adoptó fuertes medidas de seguridad: policías y soldados vigilaron las calles. La rotura de urnas y la coacción a electores frecuente en este periodo tuvieron esta vez un peso marginal.

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Fotografía de Manuel Portela José Díaz Casariego

Dimite Manuel Portela

La presión callejera y su negativa a tomar medidas policiales contra la masa de manifestantes forzaron la salida del Gobierno del liberal Portela. Sin más opciones, Alcalá-Zamora se resignó a entregar el poder a Manuel Azaña creyendo que él podría rebajar la presión instigada desde la izquierda radical. La dimisión de Portela provocó un efecto dominó en los gobiernos civiles de las distintas provincias, hasta el punto de que Amós Salvador se encontró que casi todos «habían huido, abandonando las provincias».

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La documentación electoral llega al Congreso va llegando la documentación con las actas de provincias Albero y Segovia

Falsificación electoral

Bajo el control de los dirigentes del Frente Popular, los gobiernos civiles accedieron a la documentación con los resultados electorales y falsificaron o, en varios casos, hicieron desaparecer los papeles. El fraude afectó al color de hasta 50 escaños y volteó los resultados en provincias donde habían ganado rotundamente las fuerzas conservadoras. Además, la comisión parlamentaria encargada de comprobar las actas anuló posteriormente dos docenas de escaños a la derecha, mientras que dio por válidos todos los resultados de la izquierda.

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