La guerrillera alemana que asesinó al coronel «Toto» Quintanilla
Rodrigo Hasbún novela en «Los afectos» la vida de los Ertl, alemanes exiliados en Bolivia tras la Segunda Guerra Mundial
Un escritor nunca sabe cuándo se topará con su próxima novela. Rodrigo Hasbún (Cochabamba, 1981) tomaba un día café con un amigo en su ciudad natal. Hablaban de los alemanes que habían emigrado a Bolivia. Así fue como Hasbún descubrió la historia de los Ertl, cuyo cabeza de familia -Hans- había sido director de fotografía de Leni Riefenstahl . Tras la Segunda Guerra Mundial , la familia dejó Múnich y se instaló en La Paz; allí, el padre se dedicó a perseguir el sueño de Paitití, la ciudad perdida de los incas, y una de las hermanas -Monika- terminó en la guerrilla comunista y estuvo involucrada en el asesinato del coronel «Toto» Quintanilla .
«Me obsesioné con ellos, me puse a investigarlos y, después de unos meses, empecé a escribir la novela». Así explica Hasbún el origen de «Los afectos» (Literatura Random House). El boliviano reconoce que fue una experiencia «inusual» para él, pues es la primera vez que escribe sobre personajes históricos. «En última instancia empecé a pensarlos como personajes ficticios y eso fue más saludable. No me propuse escribir un retrato fidedigno, sino que me los apropié. Trabajé con mucha libertad e irresponsabilidad, haciendo todo eso que hace la ficción para funcionar». En ese sentido, Hasbún no considera que «Los afectos» sea una novela histórica: «A su modo silencioso, cuestiona a las novelas históricas convencionales».
«Quiero que la escritura siga siendo un hecho gozoso y no una responsabilidad»
Autor de varios libros de cuentos y una novela anterior («El lugar del cuerpo»), el boliviano ha colaborado con el cineasta Martín Boulocq , que ha llevado al cine dos de sus textos. «Me siento muy cerca, no sólo de la literatura, sino también de la música y del cine. Mi aprendizaje viene de los tres lugares». Hasbún fue músico durante unos años y aprendió «cómo trabajar las emociones, la importancia del ritmo, ciertas nociones de estructura…». Eso sí, aunque la música le inspira y conmueve (algo que él también busca como lector y como escritor), el boliviano prefiere el silencio para escribir. Sólo antes de sentarse, al comienzo de la mañana, pone, en un «gesto automático», el disco que recoge las legendarias sesiones que grabaron Chet Baker y Bill Evans .
Pese a su juventud (forma parte de una generación que usa las redes sociales como herramienta cotidiana, a veces abusando de ellas), Rodrigo Hasbún no tiene Twitter , ni Facebook . «Los escritores pasan demasiado tiempo construyendo esa figura en internet, y en todo lo que hay alrededor de la escritura». Ese «alrededor» conlleva una sobreexposición mediática que a él, por «cuestiones de temperamento», le inquieta y llega a molestarle.
Y es que Hasbún no aspira, «necesariamente», a vivir de la escritura. «Me apasiona escribir, me maravilla, me hace muy feliz, y quiero proteger ese espacio. Por eso no quiero condicionarlo a una cuestión económica, no quiero manejarme con esos tiempos editoriales. Quiero que la escritura siga siendo un hecho gozoso y no una responsabilidad».