Eurovisión Rusia

Eurovisión se la juega a la ruleta rusa

Las leyes anti-gay de Putin podrían politizar la próxima edición del concurso si Rusia se alza con el triunfo este sábado

Las normas del festival obligan al anfitrión a presentar un plan financiero viable y al respeto a la «libertad de expresión»

Dos fans españoles fueron golpeados en el metro en 2009 cuando el concurso se celebró por primera vez en Moscú

El ruso Sergey Lazarev es el favorito para ganar Eurovisión este año REUTERS
Javier Escartín

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Eurovisión cruza los dedos. El show televisivo más importante del continente, que en los últimos años ha hecho evidentes gestos de apoyo al mundo homosexual y cuya base de fans se nutre en buena medida de este colectivo, puede quedar sometido a una dura disyuntiva. Si las casas de apuestas y la gran mayoría de pronósticos no fallan, Rusia se proclamará ganadora del concurso este año gracias a Sergey Lazarev y su canción «You're the only one» . Un triunfo, el segundo en la historia eurovisiva del país, que le otorgaría el derecho a organizar el próximo certamen y que ha despertado gran inquietud entre los seguidores del concurso dadas las leyes de carácter homófobo que Putin ha promulgado en los últimos años .

Y todo en un momento en que la espiral de crispación que la participación rusa genera ha llegado, además, a cotas problemáticas para la propia organización. En los dos últimos años, sus representantes fueron abucheados por el público y algunos de los asistentes al espectáculo ondearon banderas arcoíris durante sus actuaciones como gesto de protesta . Tanto es así que, en la edición de 2015, la televisión austriaca implementó los «aplausos enlatados» para evitar que los pitos fueron mayoritaríos y durante las votaciones, cuando Rusia lideraba la clasificación, las presentadoras tuvieron que recordar que Eurovisión era «un concurso musical» alejado de cualquier discurso político. En el momento en que Suecia comenzó a remontar, los gritos de apoyo fueron unánimes a favor del candidato sueco y cada «twelve points» que recibía se celebraba como un triunfo.

La Policía rusa reprime una manifestación a favor de los derechos de homosexuales el 16 de mayo de 2009, horas antes de la final del festival de Eurovisión- REUTERS

No fue el único acto de carácter violento que se vivió en Moscú por entonces, tal como denuncian algunos fans que acudieron a la cita eurovisiva. «Guardo un recuerdo agridulce de mi viaje en 2009», relata Vicente Rico, eurofan y redactor de la web especializada Eurovision-spain.com, la más importante sobre el festival en lengua castellana. «Una parte de la organización y los moscovitas se mostraron muy antipáticos, por decirlo sutilmente, con gestos y tonos muy alejados de lo que se puede considerar un buen anfitrión. Incluso unos amigos españoles llegaron a sufrir una agresión en el metro de camino a la sede. Fue un caso aislado, pero no olvidable», explica. Según relató por entonces la Consejería de Información de la Embajada de España en Moscú, los 'fans' españoles estaban sentados en un vagón del metro cuando «sin ningún tipo de intercambio previo» fueron agredidos por tres hombres.

El 5% de los rusos creen que los gays deberían ser, simplemente, «liquidados»

Una encuesta de 2013 apuntaba que un 74% de los rusos considera que los homosexuales no deben ser aceptados por la sociedad, un 16% que debían ser aislados de la sociedad y hasta un 5% creía que, simplemente, debían ser «liquidados». «En los últimos años no se pita a la candidatura o al artista ruso 'per se' sino al propio país por amparar y fomentar leyes discriminatorias por razones de orientación sexual. Y este año, con Sergey Lazarev, a pesar de su condición de favorito, ocurrirá lo mismo», vaticina José García Hernández, subdirector también de Eurovision-spain.com. Para él, si finalmente Rusia organiza el festival del año que viene, deberían tomarse todas las medidas posibles para garantizar la seguridad e integridad de los asistentes al festival. Las reglas del concurso eluden cualquier posible veto y sólo exigen al país organizador un plan financiero viable y respetar la libertad de expresión de «participantes, periodistas y seguidores del concurso».

Azerbaiyán, el antecedente

Pero Rusia no es el único escollo en clave política al que el festival se ha enfrentado. En 2012, la organización dio luz verde a Azerbaiyán como sede del festival pese a las importantes deficencias en materia de derechos humanos y democracia interna que el país azerí sufre, según denuncian diversas ONG's. Al igual que en Moscú, la policía del país reprimió horas antes de la final del festival una marcha y llevó a cabo 70 detenciones de activistas que pedían mayor libertad en el país. «Si Eurovisión no se estuviese celebrando aquí, bajo la mirada de la prensa internacional, estoy seguro de que las consecuencias serían mucho peores», aseguraba Fuad Hasanov, uno de los que fueron detenidos.

Azerbaiyán organizó el festival bajo denuncias de falta de derechos y libertades

La propia planificación del festival tampoco estuvo exenta de polémica. El Gobierno azerí levantó la sede del concurso, el Palacio de Cristal de Bakú, sobre una barriada que quedó totalmente destruida. Familias enteras fueron desalojadas sin previo aviso y con una mínima indemnización, según Human Rights Watch.

Pese a las exigencias de las ONG's y de otros organismos, el festival se celebró con aparente normalidad y sin que la dirección del concurso mostrara ningún gesto condescendiente en favor de las libertades en el país azerí. Más bien, el gobierno local uso el festival como instrumento para potenciar su imagen y transmitir a Europa un mensaje de modernidad y fortaleza. Todo fue controlado, hasta la actuación durante la gran final ante una audiencia de más de cien millones de espectadores de Emin, el yerno del presidente.

Sochi, una «prueba fallida»

Eurovisión no sería la primera gran prueba de fuego a la que se enfrentaría el gobierno ruso para demostrar su firmeza en la protección de la polémica ley anti-gay. Los Juegos Olímpicos de invierno, celebrados en Sochi en febrero de 2014, ya evidenciaron la magnitud mediática que el debate puede llegar a suscitar cuando los ojos de millones de personas miran hacia Rusia. En ese caso, el gobierno no se amilanó y mantuvo que todo aquel que violara la norma podría ser detenido y expulsado del país. «Sochi es 100% heterosexual. Los atletas gays son bievenidos, pero lo que no queremos es que quieran imponer sus hábitos a los demás», señalaba por entonces el alcalde de la ciudad. Numerosos deportistas como el patinador Blake Skelierup se mostraron muy preocupados por su seguridad mientras que el COI se limitó a asegurar que trabajaba «para garantizar» que los Juegos pudieran «desarrollarse sin discriminación». Su inacción, sin embargo, también despertó críticas en numerosos colectivos y Rusia no consiguió sacudirse la negativa imagen generada pese a su aparente éxito en la organización del evento.

Muchos eurofans se plantean no acudir al festival en 2017 si Rusia ejerce de anfitrión

Eurovisión 2017 podría quedar abocada a ese mismo fracaso: en un evento donde se ha visibilizado la homosexualidad en numerosas ocasiones y se ha apoyado de manera velada el matrimonio gay, las acciones de protesta por parte de eurofans e incluso de participantes parecen inevitables. La organización, además, quedaría en jaque ante su importante base de seguidores, cuando muchos además ya han dejado claro que no acudirán a Rusia si finalmente el concurso se celebra el año que viene allí. Y Putin, a su vez, no parece que vaya a dar un paso atrás en la defensa de su controvertida ley.

«Un festival en Rusia serviría como plataforma para reivindicar la libertad, la tolerancia y la diversidad en un país donde esos principios y derechos escasean»; asegura José García Hernández, que ha cubierto durante doce años consecutivos la información del concurso. «Yo no soy partidario de que la solución sea un veto a Rusia, ya que se estaría aplicando la misma política discriminatoria y de exclusión que se critica». José Juan Satana, presidente del club de fans del festival en España, considera, sin embargo, que no hay que aprovechar el certamen «para hacer una crítica por unos ideales que no comparte todo el pueblo ruso. Hay que ir a disfrutar de algo maravilloso como es la música y el espectáculo en sí, y no a resolver temas políticos ni sociales».

42 países compiten este año por ganar Eurovisión. Además de Rusia, Francia, Australia, Suecia e incluso España parten como favoritos. Los votos de la audiencia decidirán finalmente si Eurovisión se ve precipitado a este complicado escenario o libera al festival de un peligroso juego de la ruleta rusa con demasiadas balas en el tambor.

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