MÚSICA
Rostropovich, un violonchelo en contra de los muros
Warner celebra los noventa años del nacimiento de Mstislav Rostropovich, uno de los máximos chelistas del siglo XX, con una caja que recoge sus grabaciones para los sellos Emi y Erato
El 11 de noviembre de 1989, nada más conocerse la noticia de la caída del muro de Berlín , Mstislav Rostropovich coge su violonchelo y toma el primer vuelo hacia la ciudad alemana. Ni siquiera en su círculo más íntimo conocen sus intenciones. Una vez en la ciudad, pide prestada una silla y se pone a tocar a los pies del muro que durante décadas ha sido símbolo de división y que ahora los berlineses pueden cruzar libremente. Rostropovich es ya por entonces uno de los máximos violonchelistas de su tiempo, pero aquel gesto le catapulta de inmediato en el imaginario colectivo . Incluso aquellos que desconocen su estatura artística, ven en la imagen de aquel músico tocando en solitario cerca del «Checkpoint Charlie» un icono de los tiempos presentes.
Para entender el contexto, hay que retrotraerse a algunos años atrás. Junto a David Oistrakh y a Sviatoslav Richter, Rostropovich era el músico más distinguido que había dado la Unión Soviética. No obstante, sus desavenencias con el régimen alcanzaron en 1974 un punto de no retorno . La causa fue el apoyo público que el chelista brindó al amigo y escritor Alexander Solzhenitsyn , cuyo retrato crudo de la represión estalinista había sido objeto de censura en su país.
Crimen y castigo
La filtración en Occidente de una carta de Rostropovich en defensa de Solzhenitsyn precipitó los acontecimientos. El castigo no se hizo esperar. Después de que el régimen redujera drásticamente sus conciertos y cancelara sus giras, el músico no tuvo más remedio que abandonar la Unión Soviética. Una vez en el exilio, tragó incluso con la humillación de verse desposeído de la ciudadanía rusa. Sus grabaciones por la radio soviética sobrevivieron de milagro porque una mano anónima tuvo a bien borrar el nombre del chelista de los rótulos identificadores, evitando así la posible destrucción de las cintas. El muro de Berlín, confesó más tarde Rostropovich, era el símbolo de un desgarro en su corazón : «Antes no podía tocar en Berlín Oeste, luego no se me permitió ir a Berlín Este. Cuando el muro se cayó, mi vida se volvió a juntar».
Rostropovich había nacido un 27 de marzo de 1927 en Bakú (Azerbaiyán) en el seno de una familia de músicos. Su padre era violonchelista y su madre pianista. Tras estudiar en el Conservatorio de Moscú, despunta por primera vez como ganador, en 1945, del prestigioso concurso pansoviético. En la prueba final, interpreta un concierto recién escrito por Nikolai Miaskovski, temprana señal de un interés por la creación contemporánea que le acompañará siempre. La decisión desata no obstante las protestas de los demás candidatos, que le acusan de presentar una partitura que nadie conoce. El joven Rostropovich consigue el primer premio gracias al voto decisivo de uno de los miembros del jurado, Dimitri Shostakovich.
Rostropovich estimuló la composición de piezas que enriquecieron el repertorio del chelo
Empieza aquí una de las tantas relaciones personales y artísticas que enriquecerán de manera sustancial el repertorio del violonchelo. Rostropovich no fue sólo un extraordinario virtuoso del instrumento: su inteligencia musical, su temperamento apasionado y abierto , llevarán a muchos compositores a dedicarle obras capitales del siglo XX. Shostakovich escribe para él una sonata y dos conciertos. No menos fructuosa será su relación con Serguei Prokofiev (una sonata y la «Sinfonía concertante»). Los compositores occidentales tampoco se resisten a su llamada. Inmejorable fue su sintonía con Benjamin Britten, quien le homenajeó con cinco piezas de envergadura (una sonata, una sinfonía para chelo y tres suites). La nómina de compositores que en algún momento escribieron para él es imponente . Entre ellos cabe citar al menos a Dutilleux, Lutoslawski, Penderecki, Berio, Piazzolla, Gubaidulina, Schnittke o Cristóbal Halffter.
Coincidiendo con los noventa años del nacimiento de Rostropovich y con los diez de su muerte (Moscú, 2007), el sello Warner edita un caja con todas sus grabaciones de estudio como solista para los sellos Emi y Erato. Es un total de cuarenta discos que incluye también diversas grabaciones de la radio soviética . La publicación se acompaña de un libro de doscientas páginas con textos y sobre todo fotos de gran valor documental.
Joyas discográficas
Entre las joyas discográficas que guarda la colección están el «Don Quijote» de Strauss bajo la batuta de Karajan, el «Concierto triple» de Beethoven (de nuevo en compañía del director austriaco y junto a Oistrakh y Richter), el «Doble» de Brahms en colaboración con Oistrakh y Szell, los conciertos de Dutilleux y Lutoslawski así como tres de los cinco registros oficiales de uno de sus grandes caballos de batalla, el concierto de Dvorák, bajo la dirección de Sir Adrian Boult (1957), Giulini (1977) y Ozawa (1985).
Tampoco puede olvidarse su grabación de las «Suites para chelo» de Bach , precedida por una larga expectación debido a que el músico fue postergándola durante años por el temor reverencial que estas partituras le suscitaban. Rostropovich la realizó finalmente en 1991. Algunos lamentaron que hubiese tardado tanto tiempo en hacerlo, cuando ya no se encontraba en la cumbre de sus facultades técnicas y el empuje no era el de antaño. Interesantes son también las grabaciones de los años soviéticos porque r etratan al intérprete en vivo y en un repertorio eminentemente ruso, con nombres poco conocidos (Kabalevski, Taneyev, Miaskovski, Knipper, Tischenko, Weinberg, Ustovlskaya). Con todo, no hay que olvidar en este contexto el disco con las «Suites para chelo» solo de Britten.
La caja de Warner define a Rostropovich como el «chelista del siglo» . Tal vez algunos tengan a otros candidatos para la misma corona (¿Casals?); lo que es indudable es que nadie marcó tanto como Rostropovich el devenir del violonchelo a lo largo del siglo XX.