ARTE
Miki en los márgenes, Leal en los límites
Miki Leal convierte un reto (el propuesto por el galerista) y un divertimento (el de recrear la perdida biblioteca de Kandinsky) en una de sus mejores exposiciones en la galería Rafael Ortiz
![Una de las obras de la serie «La biblioteca de Kandinsky» que Miki Leal expone en la galería Rafael Ortiz](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2016/01/18/leal2_xoptimizadax--620x349.jpg)
«La biblioteca de Kandinsky», como cualquier proyecto artístico o vital, nace de la confluencia de varios intereses, de la conjunción de objetivos diversos que, por muy alejados o disímiles que sean, van encajando por la propia voluntad, talante y capacidad de gestión de quien lo sostiene .
A la pasión coleccionista del galerista Rafael Ortiz –herencia familiar– por los marcos antiguos y las molduras de época , y su voluntad de que el artista ejecutase una serie de obras adaptándose a las dimensiones delimitadas por los mismos, aceptando el reto de ajustarse a unas premisas dadas, se le han unido una serie de inclinaciones, en apariencia inconexas, que definen la obra actual de Miki Leal (Sevilla, 1974), desde la indagación mitómana en los pliegues secretos de creadores precedentes (como que la novela preferida de Kandinsky fuera el folletón «Une passion dans le déssert», de Balzac ), hasta la construcción escenográfica del encuentro anecdótico (traten de que les cuente la increíble coincidencia de su pintura «El jazz (de entre los muertos)», inesperado hallazgo), pasando por la revelación de los espacios liminares de la ficción plástica , cuyo resultado final es una exposición tan atrayente por lo que muestra cuanto por lo que oculta.
Montaje de museo
Si a ello añadimos un montaje museográfico singular que intenta recordar mínimamente el que pergeñaron Malevich y Tatlin en « 0.10. La última exposición Futurista » (1915) –no sin cierta sorna paradójica, puesto que si entonces se trató de hacer desaparecer los límites entre pintura y pared eliminando el marco, aquí se refuerza la idea contraria– el conjunto se torna aún más sugerente.
Kandinsky es una mera excusa (interesan más sus propuestas teóricas que la resolución física alcanzada) para un ejercicio plástico e intelectual, casi jeroglífico, que se conforma en función de un tejido invisible que traza líneas de interconexión entre objetos y acontecimientos muy distantes y que tiene mucho que ver con el subtítulo de «Punto y línea sobre plano»: una contribución al análisis de los elementos pictóricos .
El resultado final es una exposición tan atrayente por lo que muestra cuanto por lo que oculta
Entre los componentes que conforman el hecho creativo, más allá de su circunscripción a la idea determinante, al objeto resultante o a su proceso de gestación y construcción, Leal cree posible rastrear las huellas de muchos otros tantas veces desechados al ser considerados intrascendentes o marginales , fundamentos que sólo se pueden vislumbrar en las fronteras y los márgenes.
Repasando la obra anterior y prefigurando la que vendrá, analizando esta propuesta de un lado a otro de la sala, es posible ofrecer una serie de claves para la comprensión de la labor del artista hispalense afincado en Madrid, invariables que siempre se solapan y amalgaman en el acto satisfactorio y jovial de pintar. Entre ellas destaca la fascinación que siente por el escrutinio de los pensamientos de artistas anteriores , algo que trasciende la apropiación vacía de imágenes de la Historia del arte en la que otros militan; un interés que no se centra en el esfuerzo por la comprensión global de la teoría, sino en el encuentro de un detonante, de una frase, de un retazo sobre el que edificar otra imagen , imagen que no trata de ser verosímil y que no oculta las costuras de una ficción imaginaria tan narrativa cuanto plástica.
Todo es uno
Unido a ello quedaría la atracción que siente por el mito del creador , que en ocasiones analiza en la hiperdifusión de sus retratos (desde los libros o escritos de artistas, que los incluyen en su portadas), contribuyendo a un ensalzamiento innecesario de su entidad privada (algo visible en obras como «Línea, punto y plano» o «El libro de Diego») hasta la recreación de estereotipos bajo un cierto talante humorístico que, afortunadamente, no ha perdido («La camisa pequeña», «Polo cuadrado»…).
En el febril y proteico imaginario de Leal todo es uno y uno es todo; como en cualquier ejercicio de ficción literaria, fílmica o musical (mucho hay de estos tres mundos en su sustrato creativo), las imágenes, palabras o notas, la argumentación, el guion o la partitura, actúan en función de la obtención de un resultado, pero ese resultado no persigue nada más (y nada menos) que una mirada endógena que merodea en los límites de la fabulación, en los márgenes de lo que es y no es , de lo que parece y no parece artístico, de lo que podemos considerar como tal o no. Un trampantojo sobre otro (físico y de referencia en «Como la mujer pantera») demuestra su agilidad técnica para pintar haciendo emerger por ocultación , como en la magnífica «Le jardin des plantes (Henry)», con Rousseau en la memoria, mientras derriba el subordinado equilibro tradicional entre figura y fondo (obsérvese dónde reside el interés de Miki en «Tahití») estableciendo, en realidad, un profundo ejercicio de indagación del contexto.