LIBROS
Edmund de Waal: «En mi obsesión por el blanco perfecto hay una búsqueda de lo absoluto»
Edmund de Waal, el escritor y ceramista inglés que maravilló con «La liebre con los ojos de ámbar», vuelve ahora con «El oro blanco». Un ensayo singular sobre su fascinación por la porcelana que es también un recorrido por la Historia
Edmund de Waal, ceramista y escritor, nacido en Nottingham, en el Norte de Inglaterra, hace 51 años, tuvo en 2010 la suerte, o más bien el mérito, de publicar lo que se ha dado en llamar un «libro acontecimiento», traducido a treinta idiomas. Se titulaba «La liebre con ojos de ámbar» y se convirtió en una de esas obras que suscitan la atención del gran público y no se diluyen en el océano de la inmensa producción literaria que pasa rauda e inadvertida por librerías, «kindles» y tabletas varias. Lo logró además con alto estilo literario y una propuesta rarita: contar la historia de su familia en los siglos XIX y XX a través de 262 «netsuke», miniaturas japonesas de madera y marfil de tamaño cajetilla de cerillas.
Pero la familia de De Waal no era una cualquiera. Se trataba de la dinastía de los Ephrussi, una saga de banqueros judíos , de poderoso papel en su día en las finanzas europeas. Entre ellos figuran además personajes peculiares, como su tío Charles, un coleccionista que inspiró el Swann de Marcel Proust , un esteta carcomido por los celos que le suscita la casquivana Odette.
El padre del escritor -y también ceramista, pues la alfarería fue previa a los libros- era deán de la catedral de Canterbury. De Waal estudió filología inglesa en el Trinity de Cambridge , pero luego se volcó en la cerámica, con una larga estancia de estudio en Japón incluida. Es un gran artista, al menos en reconocimiento, y sus estilizados «cacharros», como él los llama -tal vez con algo de razón-, o la Royal Academy de la capital británica. También es del gremio «instalador» (hizo una sonada en la catedral de Southwark, el mismo templo anglicano donde el musulmán Khan acaba de jurar como alcalde de Londres).
El nuevo libro de De Waal, titulado en inglés «The White Road», se llama en castellano «El oro blanco» , con el subtítulo de «Historia de una obsesión». Cuenta su amor-fascinación-fijación por la porcelana. Propone la historia de un material que maravilló a emperadores, filósofos, jesuitas y alquimistas . Mezcla pasado y presente y viaja, mucho además: China, Viena, Versalles, Alemania… Escribe claro y muy bonito, aunque la cosa requiere un buen ánimo a favor de la obra (a quien suscribe le hizo bostezar lo suyo, pero esto es pura e intrascendente subjetividad). De Waal es alto, casado, padre de hijas y muy educado.
Tiene usted un magnífico estilo literario. ¿Cómo lo ha conseguido?
¡Muchas gracias! No estoy seguro de si calificarlo como magnífico. Se trata más bien de encontrar diferentes registros de voces cuando estás describiendo gente, lugares, conversaciones. Tengo un cierto temor por el tono homogéneo que aplasta todo lo que encuentra. ¿Y cómo lo he conseguido? Leyendo a magníficos escritores.
Usted es alfarero y escritor, y padre, que probablemente sea lo más importante. ¿Cree que será más recordado en el futuro por sus libros o por sus cacharros?
No lo sé. El simple hecho de ser recordado sería algo increíble.
Es hijo de un deán. ¿Cree usted en Dios? ¿Puede estar Dios al final de esa blancura perfecta, imposible, de la porcelana que usted busca? A veces, leyendo el libro, se siente como un cierto panteísmo
Ciertamente hay una busca de lo absoluto en esa obsesión por el blanco. Es un sendero que lleva a una monomanía y, como todas las obsesiones, tiene sus peligros. Me intriga que varias personas cuyos pasos sigo fuesen apasionadamente religiosas; una es un cuáquero y otra, un jesuita. Más preocupantes, por supuesto, son terribles figuras como Augusto el Fuerte [elector de Sajonia y rey de Polonia], Mao y Himmler, cuya búsqueda de esta perfección tuvo terribles consecuencias.
«La mejor pocelana que he vistoes el Jarrón Fonthill, del siglo XIV. Tuvo la vida más extraordinaria, en las cortes del Duque de Berry y Versalles»
¿Le gusta el cambio del título en español? Ha pasado de «Camino blanco» a «Oro blanco».
Me encanta el título español.
¿Conoce algo de las grandes experiencias españolas de la porcelana, como la de Sargadelos o el éxito de Lladró?
Mi conexión con su cerámica y con España se debe más a los destacables trabajos que logró Miró con el alfarero Josep Llorens Artigas. Colaboraron durante décadas haciendo un trabajo que me parece más próximo a la pura alquimia de cambiar la tierra que cualquier otro en el siglo pasado.
Lo mismo para la literatura española: ¿la conoce? ¿Con quién se queda?
Para mí, Lorca. Desde muy pronto y siempre.
Hoy un teórico artista deja en el suelo de una estancia blanca y amplia de un museo un ladrillo, o la cáscara de un plátano metida en una urna, y es arte. ¿No estaremos ante un cuento del rey desnudo que provocará en el futuro una carcajada irónica?
Vivimos un momento muy interesante para el arte. Obviamente, hay algunos trabajos que no perdurarán, pero me gusta ese sentido de cuestionarse los límites que está ahora mismo en marcha. Es importante no tomarse el mercado seriamente. Un montón de trabajos que me encantan están fuera de radar, porque se ven más como artesanía que como arte.
«De la literatura española, para mí, Lorca. Desde muy pronto y siempre»
Debe de ser maravilloso que un ancestro suyo haya inspirado un personaje de Proust, y más tan especial y distinguido como Swann. ¿Ya le han perdonado en la familia que se fuese con Odette?
Esa conexión con Proust todavía me supone una enorme satisfacción. Swann es alocado, esnob y demasiado sentimental, pero es también un hombre capaz de las mayores amistades imaginables. Y un gran coleccionista.
El jefe de los museos Tate, Nicholas Serota, ha dicho que Londres está perdiendo creatividad porque los precios inmobiliarios expulsan a los jóvenes artistas. ¿Está de acuerdo?
Es verdad. Tengo en este momento una exposición en Berlín y la energía de la ciudad es tan diferente… Los artistas pueden vivir en el centro, no como en Londres.
«El simple hecho de ser recordado en el futuro sería increíble»
¿Qué le gusta y conforta más hoy, su trabajo como alfarero o como escritor?
En este momento me encanta la alfarería. Pero he estado casi tres años trabajando otra vez como escritor. Tengo la gran suerte de poder cambiar.
Leyendo su libro, se ve que usted es un enorme trabajador. ¿Qué consejo daría a un joven artista que empieza?
Levantarse temprano.
Muy bueno. El tema inevitable de estas semanas: ¿UE sí o no?
Yo soy europeo, con mayúsculas. Siempre.
¿Se está volviendo Inglaterra más clasista para triunfar en el arte y la escena?
Sí.
A ver si esta sale más larga: ¿es el de alfarero un trabajo peligroso para la salud, de riesgo?
Durante mucho tiempo trabajé en muy malas condiciones. Ahora, gracias a Dios, somos muy escrupulosos con el polvo y los materiales tóxicos, y también manejando los hornos.
¿Cuál es la mejor porcelana que ha visto usted?
Un jarrón de Dublín llamado el Jarrón Fonthill. Fue hecho en Jingdezhen en el siglo XIV y es de un blanco azulado muy pálido, con flores moldeadas grabadas en él. Se inclina ligeramente, aunque es bastante pesado, y tuvo la vida más extraordinaria, en las cortes del Duque de Berry y Versalles, también con un coleccionista que se arruinó.
Al final, ¿ha encontrado el blanco perfecto?
No lo he encontrado, no. En el arranque del libro he utilizado una pregunta de «Moby Dick»: «¿Qué cosa es esta de la blancura?». Y al final del libro no he sabido cuál es la respuesta. Todavía está por encontrarse.