arte
Javier Vallhonrat: «Me gustan los vacíos en torno a lo no dicho»
El Museo de la Universidad de Navarra ofrece la posibilidad a Javier Vallhonrat de mostrar las conclusiones de «Interacciones», un ciclo de cuatro años promovido por esta institución
Hace cuatro años, Javier Vallhonrat se sumergió en la colección fotográfica del Museo Universidad de Navarra y comenzó a trabar un proyecto, «42ºN», con el que se enfrentaba al paisaje extremo. Por entonces, la institución no tenía espacio físico, como ahora, donde el artista vuelve con esa misma serie... Y otras cuatro más. El conjunto recibe el título de Interacciones, que cierra un ciclo en la trayectoria de este Premio Nacional de Fotografía.
No es el primer artista que se enfrenta al paisaje, pero siempre se ha referido más a la Naturaleza, y a la necesidad del ser humano de domesticarla.
El paisaje no me interesa. Plantea problemas que tienen que ver con el dominio del territorio. A mí me seduce más la compleja relación con el mismo y cómo podemos responder a eso desde la fotografía, asumiendo sus capacidades y sus limitaciones. También me interesa el impacto del desarrollo industrial o cultural, un modelo de sociedad basado en paradigmas de progreso, alejado de la superstición y apoyado en la idea de que la ciencia nos puede liberar de algo.
Relaciona Naturaleza con vulnerabilidad...
«La fotografía es la gran herramienta de desmontaje de las ideas»
La Naturaleza muestra una dimensión muy vulnerable de lo vivo, que sirve para proyectar nuestra propia vulnerabilidad como seres culturales y sociales, hijos de un desarrollo postindustrial a lomos de una tecnología que avanza imparable. Me interesa observar los reductos en la Naturaleza. Por ejemplo, somos el nicho más meridional de Europa, y, ante el calentamiento global, el más vulnerable. Eso me lo descubrió una foto de Joseph Vigier, que es el punto de partida del proyecto de Navarra. Interacciones es así una historia acerca del límite, de la vulnerabilidad, de la incertidumbre, y de nuestra necesidad de respuesta desde el control.
Este es un proyecto de la Universidad de Navarra, que vuelve aquí mucho más ampliado. Y la chispa, esa foto de Vigier.
Es una imagen del Macizo de la Maladeta. Es la primera de alguien que se enfrenta desde su balcón con un nicho glaciar, año 1853. Yo, en lugar de fascinarme con la corona de tresmiles que todo el mundo fotografía, la repito. A Vigier le permitió hablar de la experiencia inmediata del itinerario: dónde pone los pies, dónde está, dónde no llegará y dónde le gustaría. Está dejando una huella que tiene más que ver con un itinerario que con una vista o un paisaje. Me pareció que entroncaba con una tradición de artistas que entiende la foto como huella, como vestigio, como simple fragmento, que, lejos de suponer un alarde de sus capacidades narrativas, lo que pone de manifiesto son todas las limitaciones del lenguaje.
El caso es que ese punto de partida de «Itinerarios» se queda corto. Ha necesitado cuatro series más. ¿Qué pasó?
«Mis fotos son pequeños fragmentos que niegan la posibilidad de mirar lo real»
Bueno, surgen otras cosas. «42ºN» tiene mucho que ver con la idea de la totalidad y el punto en fotografía. Si lo relaciono con la experiencia de trabajar durante dos años en un glaciar, surge la idea de la inabarcabilidad y la impredectibilidad. El proyecto tiene otras series que se relacionan con esos conceptos. Me gustan los vacíos que quedan alrededor de lo no dicho; trabajar ahí donde la fotografía, no es que no llegue: es que dice otra cosa o genera otro discurso. Un entorno en el que estamos tan fuera de confort y control, que, en cuanto tiembla, cae todo como un dominó.
No es la primera vez que se entrega a la fotografía histórica, ni a la Naturaleza. ¿Cómo ha evolucionado?
Tal vez las dos series que tienen una relación más intensa sean ETH y este trabajo. En ETH me inspiré en las fotos que testimonian la construcción del anillo rético suizo, una expedición de dominio y control de lo indómito. Ante la representación de la Naturaleza como fuente del mal, reproduje cómo los fotógrafos documentaban la realidad al servicio de una operación de domesticación de lo natural. Ahora las fotos avanzan mucho más hacia la utilización del fragmento, del fuera de contexto o cuadro… La incertidumbre reside más en la construcción de la imagen y no en falsear la realidad.
Va incorporando poco a poco, de manera natural, el vídeo. ¿Qué aporta el movimiento?
«No considero la fotografía como una disciplina encerrada en sí misma»
La imagen fija permite hacer un relato en torno a los límites de lo legible. La foto ha sido durante años el medio para constatar lo real, y me parece que es el gran medio para reflexionar sobre las falacias acerca de lo real que hemos construido. Es la gran herramienta de desmontaje de las ideas y de verificación de constructos. El vídeo lo vivo de una manera más lúdica. Por ejemplo, el trabajo que hago con icebergs y fenómenos atmosféricos extremos gira en torno a un personaje inventado (Kåre Aarset). Y yo lo hago fundirse con una tradición muy ligada al haiku, a numerosos poetas noruegos que son a la vez marineros o leñadores, con Tomas Tranströmer ...
Estamos hablando de vulnerabilidad, de inabarcabilidad y la fotografía es un marco, y rotundo. Contradictorio, ¿no?
Sí. Es un marco, pero de un pequeño fragmento que pone en evidencia que no lo abarcamos todo, que no abarcamos casi nada. También evidencia que es un pequeño punto en una inmensidad. Más que mirar la realidad, mis fotos son pequeños fragmentos que niegan esa posibilidad. El conocimiento no es más que pequeños atisbos de codificaciones que se relacionan con una realidad que también está codificada.
Es lo que le permite saltar con facilidad a otras disciplinas. Es cierto que aquí hay mucha poesía, mucha música.
«Uno lleva a la montaña cosas de herrero junto a alta tecnología»
Me muevo más cómodamente respecto a la foto, también porque no la considero como una disciplina encerrada en sí misma. Y justamente el uso de la poesía, el vídeo, el sonido y la palabra, son un ejercicio de su permeabilidad. La inabarcabilidad de lo real invita claramente a explorar otros lenguajes.
¿Se ha cerrado el proyecto?
Sí.
¿Se ha cerrado una etapa?
Se ha cerrado una etapa, pero me quedan deseos de seguir trabajando en entornos naturales. Me ha estimulado mucho a hacerlo en torno a ideas de experiencia, tiempo, lenguaje, uso de alta y baja tecnología... Uno lleva cosas de herrero a la montaña: una cuerda, unos clavos, un pico… cosas medievales, junto a alta tecnología para medir el retroceso del glaciar.