arte
Rock con retrovisor
Para Tomás Fdo. Flores, director de Radio 3, en las exposiciones de Björk y Bowie priman sus vestidos. Mientras, crece el peligro de que el pop y el rock sólo miren al pasado
La música pop a lo grande y con toda la solemnidad. David Bowie en el y Björk en el MoMA de Nueva York. La primera ha marcado un antes y un después en la actividad cultural de la capital británica. La segunda está ahora abierta como una de las grandes atracciones de la temporada en la Gran Manzana.
La música popular en lugares emblemáticos de la llamada alta cultura. Solemnidad para beatificar la cultura pop. O lo que es más llamativo, autores de canciones de rock en lugares para las artes plásticas. Todo un ejercicio de reverencia a lo que rodea a la propia música. Porque no olvidemos que lo que destaca en la exposición sobre Bowie o la actual sobre Björk son vestidos, diseños de portadas, escenografía, legado biográfico, impostura personal de miles de fotografías... en las paredes de dos instituciones del arte. Y de fondo, pero de fondo, su música. El auténtico primer valor del talento de artistas del pop como son Bowie y Björk.
La obsesión por lo «oldie» nos impide avanzar en la creatividad
Lo cierto es que, puestos a escoger este sobresaliente intercambio de roles, ellos son dos de los creadores con más mérito de la Historia del pop. Las biografías artísticas de ambos están dotadas de eso que señalamos como constante ejercicio multidisciplinar. Conscientes del valor de su imagen, de cada detalle y gesto de sus vidas cotidianas, de la trascendencia de sus personas como una marca más allá de sus propias composiciones musicales.
Dicho lo cual, el paradigma de estos dos protagonistas de la programación de dos grandes museos no resta el pasmo que produce el creciente revivalismo en el que vive sumida la cultura en este siglo XXI. Especialmente la cultura popular. Ese retrovisor que termina por anestesiar la curiosidad. Que nos ensimisma e impide buscar nuevos nombres, nuevos referentes, nuevas ideas y creaciones. Lo que siempre debemos exigir a cualquier manifestación artística, también en la música pop.
Viejas glorias
Por eso están de vuelta una y otra vez los viejos dinosaurios. Unos para reivindicar, y amortizar en sus cuentas corrientes, antiguos esfuerzos. Otros para faltarse el respeto a sí mismos. Deudores de un tiempo superado. Justificados en la teoría de los ciclos que siempre se usa de argumento para volver la vista atrás. Viejas glorias y veteranos que copan escenarios y medios destruyendo sus propias leyendas. Anestesiando al público.
Instalados en la zona de confort, nos recreamos en lo que ya sucedió
Ensimismados en el pasado, mirando de reojo hacia atrás, se nos pasa inadvertido el paisaje contemporáneo y, lo que es más grave, la intensidad de las curvas que vienen. La obsesión por lo oldie nos impide avanzar en la creatividad. En la búsqueda de referentes jóvenes y sus nuevas obras. Lo que realmente nos permita tomar el pulso con adicción a lo nuevo. A lo que nos deslumbre.
Instalados todos en la zona de confort perenne, nos recreamos en lo que ya sucedió como referente uniforme. En un bucle de las generaciones adultas que olvidan que hay, necesariamente, nuevas personas con nuevas ideas. Quizás con ideas recicladas o con grandes dosis de inspiración en el pasado. Ideas para públicos nuevos recién llegados a las ansias de cultura y de creación. Creaciones nuevas y emocionantes siempre en su innovación. Esas que se están quedando sin espacio por el imperativo de la eterna mirada hacia atrás de la cultura contemporánea.
Si en los tiempos de las revelaciones de Bowie o Björk hubiéramos estados tan obsesionados con lo de antes, no nos habríamos emocionado, como hicimos, con sus creaciones cuando las descubrimos.
Tomás Ldo. Flores es director de Radio 3