opinión
El sublime suspense
Posee Highsmith un talento especial para «espesar el argumento, crearle complicaciones al protagonista en el desarrollo del relato y preguntarse: “¿Cómo saldrá el héroe de esta peripecia: vencedor o vencido?”»

«Nuestro arte consiste en captar la atención del lector contándole algo divertido o que merezca la pena que se le dediquen unos cuantos minutos o unas cuantas horas», o una vida. Círculo de Tiza ha recuperado un volumen espléndido de Patricia Highsmith (1921-1995), Suspense. Cómo se escribe una novela de misterio (con traducción de Jordi Beltrán), en el que la esencia del suspense queda desbrozada en poco menos de 160 páginas, al tiempo que Anagrama ha comenzado a publicar todas sus novelas, en una nueva serie dedicada a quien escribió ese portento de perversiones y sabiduría novelesca que es A pleno sol. La autora de Extraños en un tren se adentra en el laberinto de los raros acontecimientos, las fantasmagóricas coincidencias que la llevaron a escribir sus narraciones de enorme éxito. No fue fácil.
No hay fórmulas mágicas. No es un libro para aprender a escribir relatos de suspense, es un manual, un curso, ese máster que uno puede seguir por un módico precio y volver a él cuantas veces quiera. Sí, es un lujo en el que la cercanía del ensayo, la naturalidad de su exposición, la sencillez de su narración y la inteligencia de sus planteamientos convocan a una escritora que enseña su taller más íntimo sin menoscabo del punto de magia que esconde cada una de sus fascinantes y perturbadoras historias. Además, añade casos prácticos en el último capítulo, dedicado a contar cómo surgió, cómo planteó y cómo escribió su deslumbrante relato La celda de cristal.
Baudelaire: «Yo no escribo, a mí me dictan». Los dioses, como a Highsmith
Highsmith cuenta las dificultades que se encuentra al abordar un asunto que ha surgido de un pequeño detalle, de una sensación, de un sentimiento, hasta que se convierte, con los diversos borradores, correcciones, sugerencias y genialidades, surgidas a menudo del azar, en algo atractivo para el lector. Los problemas con los editores, los manuscritos devueltos, los errores cometidos y el resultado final. Intocable. Sí, el manuscrito tiene un final. El punto de no retorno. La historia está terminada. Todo lo que venga después, le pertenece al lector.
«Toda narración que conste de un principio, una mitad y un final tiene suspense; es de suponer que una narración de suspense se llama así porque tiene más.» Este libro trata de ese «más». Trata de esas historias en las que una amenaza de violencia y peligro se hace realidad. Hay una idea «germinal»: «Por ejemplo, el germen del argumento de Extraños en un tren fue: «Dos personas acuerdan asesinar a sus enemigos mutuos, lo que les proporciona la coartada perfecta». Pero la idea necesita, recuerda la autora, la ayuda de una segunda idea, el ambiente, y un elemento posterior, las emociones, las experiencias personales, que a la imaginación le jueguen malas pasadas pequeños incidentes que se convierten en metáforas decisivas para la conclusión del relato.
En el origen del suspense están las Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe, Wilkie Collins, las citas de relatos breves de Vincent Starrett, Cornell Woolrich, Borden Deal y, sin duda, Dostoyevski: «Crimen y castigo es un espléndido ejemplo de ello. De hecho, creo que a la mayoría de los libros de Dostoyevski se les llamaría libros de suspense si se publicaran ahora por primera vez».
Un escritor nunca descansa, las cosas de la vida no pasan sin más
Posee Highsmith un talento especial para «espesar el argumento, crearle complicaciones al protagonista en el desarrollo del relato y preguntarse: “¿Cómo saldrá el héroe de esta peripecia: vencedor o vencido?” Pero para ello debe incorporar “una sensación de vida, de actividad, algo dinámico en los personajes y en el marco de la primera parte del libro», es decir, calibrar la imaginación, hasta conseguir que, por mucho que el protagonista sea un psicópata o un neurótico, sea simpático, «o, al menos, razonablemente simpático». Es el caso de una de sus más logradas obras, llevada al cine por Hitchcock de manera extraordinaria: «Pienso que es posible hacer que un héroe-psicópata sea totalmente repugnante y, pese a ello, resulte fascinante precisamente por su depravación. Estuve muy cerca de lograrlo con Bruno en Extraños en un tren».
Un escritor nunca descansa, las cosas de la vida no pasan sin más. Todas entran a formar parte de un monumental archivo de la memoria, un centón de notas tomadas al ritmo de las horas: «El escritor de suspense suele dedicar mucha más atención a la mente criminal, porque el criminal suele ser conocido durante todo el libro y el escritor tiene que describir lo que pasa por su cabeza. Y esto no es posible a menos que simpatice con él». Menuda empresa. Y así, los acontecimientos dan un giro asombroso, inesperado para el lector, y mantienen un punto de coherencia con el personaje. He ahí la esencia del suspense, he ahí la genial interpretación de Patricia Highsmith.
Solo las páginas dedicadas a contar cómo escribió, y en qué estado de ánimo, otra de sus obras maestras, A pleno sol (con otra excelente versión cinematográfica a cargo de René Clément), valen por todo el libro: «Ningún libro me ha resultado más fácil de escribir y a menudo tenía la sensación de que Ripley lo estaba escribiendo y que lo único que hacía yo era pasarlo a máquina». Ya lo advirtió Baudelaire: «Yo no escribo, a mí me dictan». Los dioses, como a Patricia Highsmith.