música
Entramos en los ensayos de la «troupe Mortier» para «El Público»
El proyecto de convertir «El público» en una ópera viene de lejos y tiene un impulsor: Gerard Mortier. Él reclutó a quienes darían forma al proyecto. Cuando faltan dos semanas para que el Teatro Real alce el telón, nos colamos en los ensayos
Que Lorca definiese su obra El público como «imposible» e «irrepresentable» debió de sonar a reto y oportunidad en los oídos de Gerard Mortier . No había tomado posesión como director del Teatro Real y ya había transmitido a varios de los responsables su primer encargo de poner en pie una ópera en castellano con esencias de flamenco.
A Mauricio Sotelo la llamada de Mortier casi le cuesta la vida. Tras recibir la noticia «me pegué mi comidita con buen vino, leí el texto y me empezaron a brotar ideas. Días después, cuanto más lo leía, menos lo entendía y más agobio me entraba. Y así, en medio de la tensión de conciertos y viajes, en marzo de 2010, dirigiendo un concierto, sufrí un infarto y casi la palmo», recuerda. Los días de reposo le ayudaron a ordenar las ideas y a asumir el trabajo como «un regalo del cielo».
Sotelo: «Mortier pensó en Lorca como imagen de una España moderna»
El compositor madrileño considera que el estreno de El público es la obra póstuma de Mortier. «Me dijo que estaba fascinado con Lorca, especialmente con El público. Él pensaba que el teatro y la ópera deben tener un componente político. Quería poner al Real en el centro de Europa y me dijo que pensó en Lorca como sustrato literario ideal para ser la imagen de una España moderna», explica.
En el Teatral Real han llamado la troupe Mortier a la suma de grandes nombres del espectáculo que forman el equipo de El público. «Él nos eligió a todos. El primero fue Pablo Heras-Casado. Gerard era un visionario de la gente con talento y me dijo: ‘‘Si no le ficho ahora, dentro de dos años ya no va a tener fechas para mí’’», apunta Sotelo. El granadino de 37 años es principal director invitado del Real y acaba de ser distinguido como mejor director de 2014 por la revista estadounidense Musical America .
El mono de trabajo
En la sala de ensayo Heras-Casado toma el mando: «No es así. Más irónico», corrige a la joven soprano Isabella Gaudí , que interpreta a Julieta. A dos metros, Sotelo disfruta en la mesa de dirección: «Me he implicado en todo el proyecto, no sólo en la composición. Si ya para un equipo escénico el montaje de una ópera tradicional de repertorio, de un Mozart o de un Verdi, es algo complejo, con una partitura nueva y elementos como el flamenco, más. Es lógico que en este momento todas la consultas pasen por mí», dice, al tiempo que reconoce que se encuentra ante el mayor reto de su carrera. «De momento», puntualiza.
Nadie esconde que el texto es mágico pero desconcertante
Lo primero que Sotelo pidió a todos los componentes del elenco fue «texto, texto y texto». El cantaor onubense Arcángel se ha convertido desde hace años en su flamenco de cabecera. «Hasta ahora había colaborado en conciertos y ahora es una ópera, y hay una diferencia sustancial en el tratamiento de la música. Mauricio hace música contemporánea que siempre tiene un trasfondo flamenco. Es una música muy meditada y en este caso veo que la composición está más al servicio del que canta», declara.
El compositor asegura que se ha puesto «el mono de trabajo con el objetivo principal de que el texto se entienda sin tener que leerlo en ningún libro», aunque es consciente de que «tiene el lastre de que sea en castellano, porque parece que una ópera en nuestro idioma puede sonar ridículo», se lamenta.
La crudeza del deseo
Nadie esconde que el texto es mágico pero desconcertante. La máscara y el teatro pirandelliano dentro del teatro, la homosexualidad y la crudeza del deseo por encima de la razón son la esencia de una pieza que llegó a ser censurada en Londres por frases cargadas de ambigüedad: «A mí no me queda tiempo para pensar si es hombre o mujer o niño, sino para ver que me gusta con un alegrísimo deseo», declama el personaje del Estudiante 2º.
El público tiene que enfrentarse con "El público" en el "hall"
Según explica Sotelo, «hay un momento en el que el Emperador rapta, viola y mata a un niño. Es lo más terrible y lo más violento. Ya sabemos que la realidad supera a la ficción y son cosas que aparecen en el texto pero que lamentablemente vivimos todos los días. Este texto no solamente es rico en imágenes, sino que nos confronta con la realidad».
Mortier tampoco era ajeno a ese desconcierto y así se lo transmitió: «‘‘Mauricio, es un texto maravilloso pero no entiendo nada’’, me confesó. Él pensaba que este Lorca sólo podía entenderse en toda su dimensión onírica y surreal a través de la música». Y esa música le llegó a Mortier como regalo de su 70 cumpleaños cuando Sotelo le entregó la partitura para canto y piano dedicada. Además, en sus últimos meses de vida, el escenógrafo y escultor Alexander Polzin también le enseñó el trabajo que había preparado, y que incluye nueve telones de más de doce metros de altura que evocan los icónicos biombos lorquianos y los rascacielos de Nueva York.
Cortar las crines
El público que acuda a alguna de las ocho únicas representaciones también está en los pensamientos de la dirección. Cuando Mortier preguntó al compositor si concebía la obra con o sin descanso, este le respondió: «Gerard, te gusta el champán, ¿no? Pues cuando uno va a la ópera debe tener un momento para echarse un champancito. Y en El público hay una estrategia teatral, que es que primero nos movemos en un teatro mozartiano, shakesperiano, de madera, pequeñito; y luego, en la segunda parte hay una explosión también espacial, y para que eso suceda y funcione tiene que haber una pausa. El público tiene que enfrentarse con El público en el hall para saber qué está pasando, para que haya una tensión y se genere ya una polémica sobre lo que hemos visto».
La música suena a la romería de «Yerma» que Morente inmortalizó
En la sala de ensayo, los «caballos» Jesús Méndez y Arcángel se esfuerzan por mantener el equilibrio sobre unas plataformas de drag queen mientras sostienen entre las piernas varas como vergas enhiestas. En la escena, el bailaor Rubén Olmo irrumpe esbozando una soleá angustiosa y contemporánea, seguido de cerca por Darrel Grand , coreógrafo de Broadway y de artistas internacionales como Beyoncé.
De nuevo los «caballos» aparecen en escena. Julieta les hace frente con un poderoso «¡Yo os monto! Yo os corto las crines con mis tijeras», mientras de reojo busca la batuta de Heras-Casado. La música suena a la romería de Yerma que Enrique Morente inmortalizó en su disco de homenaje a Lorca.
Ni el exigente público del Real, ni lo irrepresentable de la obra, ni el reloj del tiempo que ya cuenta hacia atrás, nada consigue sacar a Sotelo del estado de excitación en el que vive. «Tenemos a Lorca, unas grandes voces del flamenco y de la ópera, a Pablo, que es la bomba, el coro del Teatro, la guitarra de Cañizares, grandes profesionales de la escena y, además, el lujo de contar con la Klangforum de Viena. Cada persona que venga va a disfrutar de una manera diferente. Habrá a quien no le guste, pero estoy seguro de que vamos a reventar», sentencia.