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F. Fernández-Armesto: «¿Por qué somos los únicos animales que tienen Historia?»

Felipe Fernández-Armesto, uno de los historiadores de referencia cuando de hablar de América se trata, rastrea en su nuevo ensayo la herencia hispana inscrita en el ADN de EE.UU.. «El presente ya es parte de la Historia», asegura

F. Fernández-Armesto: «¿Por qué somos los únicos animales que tienen Historia?» josé ramón ladra

laura revuelta

Son las diez de la mañana en un Madrid que parece más británico que otra cosa porque diluvia. Felipe Fernández-Armesto ha venido a presentar su libro Nuestra América en la exquisita Fundación Rafael del Pino. Tiene jet lag y acusa el cansancio en esta conversación tan relativamente temprana, pero su voz resuena atronadora, contundente, implacable en sus tan originales como sensatos planteamientos –en absoluto están reñidos ambos extremos–, en su ironía, tan británica como la lluvia o como su origen londinense entreverado de sangre española.

Es hijo de un periodista español y de una periodista inglesa, pero él salió historiador, y de los más relevantes y clarividentes cuando se navega por tiempos confusos. A él se acude, casi, como si fuera un oráculo, tal vez porque pensamos que la Historia puede resolver las dudas en torno al presente y descifrar algún enigma sobre el futuro. En el haber ensayístico de Fernández-Armesto hay más de dos docenas de libros. De Colón y la Armada española a la Historia de la comida, variopinto discurrir que en su último trabajo recala en las costas norteamericanas para rescatar en su cadena de ADN la herencia hispana. «En Estados Unidos la gente culta, bien educada, amable, liberal, habla de la inmigración pero no se da cuenta del hecho de que ese país tiene una larga presencia hispana –apunta–. En cuanto a la lengua, el uso del idioma, ya había personas en el territorio de Estados Unidos hablando español un siglo antes de que hubiese ninguna colonia inglesa.»

Está claro que el castellano será, con el tiempo, la lengua más hablada en Estados Unidos. Desde esta perspectiva, ¿qué diría a aquellas personas que no tienen tan claro ese valor de una lengua común como el castellano?

«El pesimismo es la forma de lograr la felicidad. Siéndolo no acabas desengañado»

Mi aprecio hacia el español tiene una razón muy personal. Yo soy una muestra de que el idioma se puede perder fácilmente. Soy un español que no habló una palabra de español hasta los 18 años. Cuando tuve la oportunidad, me dediqué a recuperar esa tradición, esa herencia perdida. Tal vez por eso doy tanta importancia al mantenimiento del español en Estados Unidos, pero también es porque la riqueza cultural se intensifica cuantos más idiomas se hablan. La oportunidad para que Estados Unidos sea un país bilingüe me parece tan preciosa, de tanto valor, que hay que intentar reflotarla, por el bien de toda la nación y para el crecimiento de toda la cultura estadounidense.

¿Quién piensa que es más reacio a ese bilingüismo en Estados Unidos, el americano de toda la vida o el propio hispano que ansía afianzar su personalidad norteamericana?

Hay que tener en cuenta que Estados Unidos es un país que se ha formado difícilmente a través de la Historia, incorporando a muchas comunidades inmigrantes, indígenas... Y a pesar de todas esas dificultades, ha logrado crear una conciencia, un sentido de identidad común. Todas esas víctimas de las conquistas, todos esos sujetos de los procesos de integración han experimentado una misma trayectoria, que es acabar pensando que son estadounidenses. Antes de eso hay un trauma, un sacrificio de tradiciones particulares, incluso del idioma. Procuro demostrar que históricamente todos los grandes imperios y todos los grandes estados han sido multilingües, y que no se corre ningún riesgo de hacer pedazos el país abrazando el uso del español.

De Estados Unidos pasemos a China, nación de la que usted también ha escrito. ¿Qué piensa de la convivencia de ambos imperios?

«Soy una persona de poca disciplina intelectual. Me interesa todo»

Yo creo que China y Estados Unidos son dos países muy semejantes. Ambos son imperios que han experimentado lo que hablaba antes de incorporar e integrar a minorías con enorme éxito. En la actualidad, en China no hay nadie que si le preguntas «¿qué es usted?», te contestará «soy haka» o «ming» u «okien». Contestarán directamente «soy chino» y hablarán una de las dos versiones del idioma que prevalecen en todo el país. Solo en los márgenes, en las zonas islámicas del extremo oeste del país, encontrará resistencia a esta idea. Y pasa lo mismo en Estados Unidos. Allí quizá aún más, porque solo en Puerto Rico y, hasta cierto punto, en Texas, hay gentes que rechazan la idea de ser ciudadanos estadounidenses y que quieren ser secesionistas. Y si uno compara estos casos con el de España…

Aquí somos Estado desde hace 500 años. No obstante, esa unidad no la hemos buscado. Creo que es una de las grandezas del país: no ha tenido ese anhelo integracionista… Sin embargo, el resultado es que nos estamos haciendo pedazos, mientras que Estados Unidos y China han tenido muchísima más dificultad en crear el Estado, en crear nación, y han logrado hacerlo con muchísimo más éxito.

¿A qué achaca usted esta particularidad española?

A la tradición de pluralismo de la Edad Media y de principios de la Edad Moderna. Nadie pensó que un Estado dinástico tuviera que convertirse en nación. El nacionalismo es un mito creado en el siglo XIX; entonces hubo algunos intentos de consolidar ese tipo de procedimiento para convertir a las distintas comunidades españolas en un país unido. Un caso muy semejante es el de Reino Unido: la unificación fue bastante tardía con respecto a España, y también esa unidad se logró en términos dinásticos. Francia vivió un proceso muchísimo más intenso en el siglo XIX, hasta convertir a todas esas provincias y regiones en una nación unida, y eso también quizá por circunstancias particulares surgidas de las experiencias tremendas de las revoluciones y las guerras civiles…

¿Dónde cree que desembocará el proceso independentista que se vive en España?

No lo sé. Afortunadamente la vocación del historiador no es la de adivinador… Suelo ser pesimista, y el pesimismo es la única forma de lograr la felicidad. Siendo pesimista no acabas desengañado. No me convence la política nacionalista, y veo difícil que convenza a alguien. Estoy seguro de que la única cosa que realmente no ansía el señor Artur Mas es la independencia catalana. Es un tipo bastante sagaz y sabe que si se logra esa independencia su propia carrera política se acabará.

De usted se ha dicho que es un historiador o un investigador poco académico. ¿Está de acuerdo con esa afirmación?

«Soy un español que no habló una palabra de español hasta los 18 años»

Si académico se refiere a una persona que se dedica a escribir artículos solo accesibles a tres o cuatro personas, entonces no me interesa… Ser conocido en mi casa a la hora de comer no me interesa en absoluto. La única razón de la investigación académica, de la inversión pública en las universidades y de los intelectuales, es que haya algo digno de comunicar a los conciudadanos. Para mí la vocación académica consiste en eso: en hacer investigaciones que sean interesantes para los demás.

¿Usted cree que se aprecia el papel de los intelectuales en España?

Afortunadamente, aunque se paguen salarios mínimos a los profesores de Universidad, por lo menos en España se aprecia a los intelectuales.

¿Ah, sí?

Sí, claro. En comparación con Estados Unidos, donde un intelectual es un enemigo público y existe un culto a la ignorancia. Para lograr el aprecio del público en Estados Unidos tienes que ser un regular guy –un tipo con el que te puedes tomar una cerveza a menudo–, mientras que un intelectual o una persona que plantea preguntas difíciles o comprometidas no le interesa al público norteamericano. En Francia o en España, hasta cierto punto en Italia y en Alemania, no sucede lo mismo.

Es curioso, porque la percepción que se tiene es que al intelectual no se le valora demasiado en España.

«Somos Estado desde hace 500 años. Y esa unidad no la hemos buscado. Es una de las grandezas del país»

El intelectual español ha cambiado, claro. Todo cambia. Al principio del siglo XX, hasta la época de la dictadura, el sector universitario era pequeño, la calidad del profesorado era muy alta, se seleccionaba a los intelectuales más destacados para ser profesores de Universidad e intelectuales públicos. Ahora todo eso ha cambiado: hay muchísimas universidades, hay un profesorado excesivo, enorme, casi tan enorme como en Estados Unidos, y la calidad es… No voy a decir que sea más baja, pero abarca una gama más extensa de calidades.

Hablaba de la Universidad estadounidense. ¿Qué le parece que se creen másters o cátedras dedicadas a ídolos del pop como pueda ser Lady Gaga o Beyoncé? ¿Cree que la sociedad del espectáculo, como dirían Vargas Llosa y otros tantos intelectuales, ha inundado todo el ámbito académico?

De alguna manera, siempre hemos vivido inmersos en una sociedad del espectáculo. Lo que ha pasado es que algunos antiguos espectáculos se han convertido en temas de alta cultura. No sé, a lo mejor al cabo de cien años Lady Gaga… Yo no sé nada de esa señora, supongo que será bastante comercial, pero al cabo de cien años a lo mejor se la verá de otra forma. La educación es entretenimiento y sin entretenimiento no logras comunicar nada a los alumnos ni a los lectores. Creo que esta es otra dicotomía falsa: cuanto más entretenida sea la educación, mucho mejor. Esa manía de insistir en que las cosas tienen que ser de una manera concreta es muy propia de los intelectuales, pero yo lo veo como una estrechez poco digna de la intelectualidad. En la Universidad estamos pensando siempre en movilizar distintas formas de expresión entre nuestros alumnos y no limitarnos a los temas y ensayos tradicionales. Eso lo veo como un paso adelante. Hay que mantener las tradiciones, pero añadir otras perspectivas y expectativas.

De hecho, su trayectoria intelectual ha transitado por muchísimos ámbitos. Usted ha investigado sobre la comida, la nutrición… Y ha escrito de jardinería, como buen británico, una de sus pasiones.

«Aunque se paguen salarios mínimos a los profesores de Universidad, en España se aprecia a los intelectuales»

Soy una persona de poca disciplina intelectual. Me interesa todo y, afortunadamente, ya soy tan viejo que se me permite interesarme por diversos temas. No tengo que respetar esas limitaciones que desgraciadamente impone la vida académica a los jóvenes profesores, a quienes no se les permite cambiar de trayectoria, porque si no cumplen con las publicaciones debidas se les echa de su trabajo.

De las múltiples disciplinas que ha investigado, ¿con cuál ha disfrutado más?

Mi pasión es conversar con los muertos, y por eso soy historiador. La compañía de los muertos es más grata que la de los seres vivos. Me encanta pasar el tiempo interrogándoles con las preguntas que se me ocurren, repasando las fuentes que nos han dejado, y encontrar en sus respuestas –tanto en los trabajos y en los restos materiales que nos han dejado sobre sus vidas– soluciones a mis propias dudas y problemas.

¿Dónde encuentra más interrogantes y dudas, en el pasado o en el presente?

El presente ya es parte de la Historia. Por ejemplo, esta conversación que estamos manteniendo ya es parte de la Historia y materia para que yo la estudie luego. El presente no existe, pasa a ser instantáneamente parte del pasado.

Entonces, ni hablemos del futuro.

El futuro es el pasado que ya está por ver.

¿Quiere decir que estamos condenados a un eterno retorno?

Casi todos estamos convencidos de que la Historia es caótica y que los cambios surgen sin ninguna posibilidad de predecirlos. Hay rasgos de la cultura, rasgos humanos… Y rasgos psicológicos que influyen en nuestro comportamiento, y te cambian muy lentamente. Nuestra experiencia real de la vida es un tejido de experiencias nuevas, de cosas antes no imaginadas que suceden en la realidad. Para mí, lo bonito de la Historia es estudiar esos cambios, intentar comprender por qué nosotros, los seres humanos, somos «bichos» culturales… Así que las repeticiones a lo mejor ocurren, pero no son lo interesante de la experiencia. Lo interesante son las novedades.

Si tuviera que elegir un momento de la Historia para detenerlo e investigarlo una y otra vez, ¿cuál sería?

«La educación es entretenimiento y sin entretenimiento no logras comunicar nada»

Pues, tal vez, ese momento bastante corto que empezó con la creación del mundo y que ha durado hasta el día de hoy. Pero si me exige una respuesta un poco más concreta, diría que el momento actual de la Historia, pero no de los seres humanos, sino de los chimpancés, que, por cierto, va ser el tema de mi próximo libro. Se encuentran en el comienzo de un proceso de aceleración de sus cambios culturales. Insisto en que estudiando la actualidad de los chimpancés podríamos recuperar un momento olvidado y perdido de nuestros antepasados homínidos. Tal vez arrojar un poco de luz sobre el gran problema de la Historia, que es: ¿por qué somos los únicos animales que tienen Historia, que experimentan cambios tan rápidos y tan profundos? Los demás animales cambian poco y muy lentamente. Para mí, si queremos comprender lo que realmente somos como seres humanos, tenemos que compararnos con otros animales.

Regresemos al presente, que, como usted dice, es pasado. Usted es hijo de periodistas y colabora con la prensa habitualmente. Aunque ya ha dicho que un historiador no hace futurología, ¿cómo ve el futuro de los periódicos?

Aquí, la prensa es auténticamente la voz de ciertos sectores de la sociedad, todos tienen su rincón en la opinión pública, y luego también hay una fuerte prensa regional. El caso español es distinto al de Estados Unidos, donde realmente el único motivo para tener un periódico es ganar dinero. Aquí ese aspecto resulta menos determinante. Es moralmente superior a los intereses económicos. En Estados Unidos ya estamos viviendo una etapa en la que la prensa es casi historia: los únicos grandes periódicos que quedan son los de Nueva York, Washington y, tal vez, Los Ángeles. En otros lugares ya no hay periódicos, solo gratuitos, o periódicos que se dedican principalmente a anuncios, o que representan a intereses muy particulares. No veo ninguna posibilidad de renacimiento de la tradición informativa en Estados Unidos. En España veo más posibilidades de una prensa fuerte y diversa.

¿Es usted usuario de internet?

Ambos mundos son compatibles. Internet ha sido un desastre, no por aumentar la competencia, sino por aumentar los gastos. Pero, desgraciadamente, parece imposible tener un periódico sin tener un formato electrónico, así que supongo que eso seguirá ahí. Todos los grandes periódicos seguirán en ambos medios.

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