música

Maria Callas, como nueva

El sello Warner reedita todas las grabaciones en estudio de la soprano en una nueva remasterización que mejora el sonido de manera sustancial con respecto al pasado

Maria Callas, como nueva abc

stefano russomanno

El 29 de julio de 1952 María Callas firmaba un contrato con el sello EMI . Las negociaciones entre la cantante y el productor de la discográfica, el todopoderoso Walter Legge, fueron largas y laboriosas, pero al final dieron sus frutos. Y qué frutos, pues muchos de los registros que surgieron tienen un lugar inamovible en el panteón de la ópera en disco.

La primera grabación de Callas para EMI fue Lucia di Lammermoor, seguida por I puritani (primer registro en colaboración con las huestes de la Scala de Milán), Cavalleria rusticana y la legendaria Tosca al lado de Di Stefano, Gobbi y De Sabata, todas ellas realizadas en 1953. La colaboración entre la soprano y el sello inglés se prolongaría hasta 1969 y finalizaría con un álbum de arias verdianas que Callas grabó cuando llevaba ya cuatro años retirada de los escenarios operísticos (su última actuación en teatro había sido una Tosca en el Covent Garden de Londres el 5 de julio de 1965).

En ese lapso de tiempo, la soprano griega protagonizó diversos registros históricos: entre ellos, Norma, Rigoletto (otra vez con los carismáticos Di Stefano y Gobbi), Il trovatore (con un incomparable Karajan en el podio), La sonnambula, Medea, El barbero de Sevilla o Carmen (papel, este último, que nunca interpretó sobre el escenario). Un listado al que, por supuesto, hay que añadir el fundamental complemento de las grabaciones en vivo, de una calidad sonora inferior pero imprescindibles para abarcar la impresionante variedad de registros de la intérprete.

Se han podido eliminar los ruidos casi inapreciables del metro londinense

Durante más de medio siglo, EMI ha exprimido hasta extremos impensables un legado discográfico que nunca ha dado muestras de flaqueza. En los últimos años, casi no ha habido Navidad en la que no se asistiera al enésimo maquillaje editorial de unos materiales sonoros de los que se modificaba una y otra vez el envoltorio pero no la sustancia. En ese sentido, la caja «Maria Callas Remastered» supone, por fin, un importante paso adelante con respecto al pasado.

Un «lifting» sorprendente

Anteriormente, las grabaciones de Callas habían sido masterizadas por EMI en dos ocasiones. Una primera vez a mediados de los ochenta, cuando se volcaron a disco compacto, y una segunda en 1997 coincidiendo con los veinte años de la muerte de la artista. La nueva remasterización acometida por Warner (que, mientras tanto, se ha hecho con EMI) y encomendada a un equipo de cuatro ingenieros de sonido de los estudios de Abbey Road, emplea ahora las más modernas tecnologías para mejorar de manera sustancial el sonido tal como se había escuchado hasta la fecha.

Un detallado artículo incluido en el libro que acompaña la caja (enriquecido por un amplio e inédito apartado fotográfico), relata los complejos procedimientos utilizados por los ingenieros, desde la limpieza del máster original hasta la reconstrucción minuciosa del proceso primitivo de edición y montaje para eliminar todas las posibles distorsiones y subsanar los errores y manipulaciones que hayan podido producirse.

La mejora en la limpieza del sonido otorga nueva vida a la voz de Callas

A título de curiosidad, bastará con decir que en las grabaciones realizadas en Londres (Barbero de Sevilla, la segunda Lucia di Lammermoor) se han podido eliminar los ruidos casi inapreciables producidos por el metro suburbano que pasaba debajo de la sala de grabación. El resultado de este lifting es sorprendente y puede apreciarse incluso en equipos de no muy alta calidad: la considerable mejora en la definición de los detalles así como en la limpieza y presencia del sonido otorga nueva vida a la voz de Callas.

Además de las grabaciones en estudio de EMI, la caja de Warner incluye también los tempranos registros de estudio que Callas realizó con Fonit Cetra a comienzos de los cincuenta. Estos incluyen una Gioconda en donde la soprano exhibe una de las más impresionantes messe di voce de la Historia de la ópera (en las palabras Enzo adorato, o come t’amo!), y sobre todo la única Traviata que la cantante grabó en estudio (1953). Este registro impidió que Callas pudiera protagonizar para EMI una Traviata en la plenitud de sus facultades técnicas e interpretativas. El contrato firmado con Fonit Cetra le prohibía volver a grabar el título verdiano en los cinco años siguientes. Debido a semejante impedimento, Legge decidió en 1955 grabar Traviata con Antonietta Stella como protagonista, lo que desató las iras de Callas y a punto estuvo de romper las relaciones entre la cantante y la discográfica. Al final, la situación se recompuso pero nunca volvió a haber otra Traviata de Callas en estudio.

Urgencia dramática

La irrupción de Callas en los escenarios operísticos a finales de los cuarenta devolvió a este tipo de espectáculo un concepto dramático, una coherencia teatral y psicológica que muchas veces había quedado relegada a un segundo plano ante la contemplación del canto como fin en sí mismo. Mientras que los demás cantantes se preocupaban, por encima de todo, de emitir sonidos bellos y redondos en cualquier contexto y situación, en Callas latía una urgencia dramática que podía incluso llevarla –si era necesario– a desfigurar su voz, como ocurre con su Madama Butterfly, caracterizada en el primer acto con una coloración casi infantil para reflejar la joven edad de la protagonista.

La suya era una voz que, además de cantar, sabía actuar

Callas trajo a la ópera un viento trágico de consecuencias sobrecogedoras. Fiel al espíritu de sus ancestros, fue un personaje de tragedia griega tanto en el escenario como en su vida, marcada por una atribulada juventud, la atormentada relación sentimental con Onassis y un desolado final alejada de todo y todos.

Cada uno de los personajes de Callas fue una creación única, el fruto de una extraordinaria inteligencia musical aliada a unas dotes canoras no menos sobresalientes. La soprano griega tenía una voz aventajada por extensión, fuerza y flexibilidad, aunque no precisamente una voz bonita en cuanto a timbre. Pero este límite lo convirtió en un punto de fuerza: la suya era una voz que, además de cantar, sabía actuar, reflejar los matices anímicos y psicológicos con una riqueza y una verdad inauditas. Como bien apuntó una vez el actor Carmelo Bene, Callas fue «una perfeccionista en el sentido de que perfeccionó sus defectos, como todos los genios».

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