La trama de un político y el cuñado del director del Prado
Los principales implicados en este caso de corruptela fueron el conde de Quinto y Pedro Kuntz. Madrazo debía saberlo todo y no pudo o no quiso pararlo
La historia del Museo Nacional de Pintura y Escultura creado en 1838 en el convento de la Trinidad es deprimente. Los académicos imaginaron una idea muy moderna de museo que explicase la historia del arte español y completase la colección real del Prado. La base de esa idea sería el arte de los conventos de la desamortización, pero se vio malograda por una corruptela ante la que palidecen muchos de los casos que hoy leemos en los periódicos.
Detalles que salen a la luz en la investigación de la historia del convento de la Trinidad revelan una trama imparable , en la que los principales implicados son un político eminente como el conde de Quinto (diputado desde 1837, senador vitalicio desde 1845) cuya influencia en la corte era más que notable (llegó a ser jefe de la Casa de la Regente). Pero destaca también la impotente presencia de un académico en ascenso, José de Madrazo , que había participado en la idea de salvar el arte de los conventos y había sido comisionado para la realización de los inventarios.
El cuñado de Madrazo
Pero el entonces flamante director del Prado (desde 1838) , y también director de la Academia de Bellas Artes, no pudo desconocer todos los detalles de lo que ocurría en el Museo de la Trinidad, aunque no pudiera pararlo.
Y algún papel merece un hermano de la esposa de Madrazo: Pedro Kuntz, que fue «enchufado» como restaurador del museo casi desde el principio, una pinacoteca en la que los cuadros cambiaban de nombre, se copiaban, se vendían y se sacaban del recinto sin ningún control. Esos cambios y manipulaciones están dificultando a los historiadores su labor.
¿Cómo fue posible algo así? Se sabe que el Estado, movido por la influencia del conde, quita a la Academia el control de las casi cinco mil obras depositadas en la Trinidad. La excusa es que la institución tendrá gran peso identitario y que el Estado quiere controlar su gestión. Pero fue un épico fracaso : la realidad es que el museo estuvo más tiempo cerrado que abierto, a lo que se suma que no se logró ni hacer un inventario fiable y la cantidad de irregularidades que revelan los documentos en los archivos pone los pelos de punta.
En 1854 echan por fin a Quinto de la dirección, aprovechando que cae en desgracia en la política nacional y es condenado al destierro. En el proceso judicial al conde se descubre que había llevado el taller de restauración del museo a su casa, un taller para el que trabajaron hasta ocho restauradores, estando ese museo cerrado… Sea como fuere, hallan 44 lienzos de la Trinidad en su domicilio , y muchos otros enrollados y también el único inventario del museo que se conoce, realizado por él, y por ello mismo poco fiable.
Después de los hallazgos en el domicilio, se encarga a una comisión académica que realice, por fin, el ansiado inventario y Federico de Madrazo, hijo de José, que figura en ella, aduce entonces que ese recuento imposible sin conocimientos de arte medieval... Galofre , otro miembro de la comisión, reintegra los 44 cuadros que indebidamente tenía el conde y obliga a otros a devolver obras, como los grabados de Goya que tenía Gálvez en su casa. Además identifica para el inventario un retablo del Greco del Colegio de Santa María de Aragón que no había figurado antes como parte del Museo... Tal vez por eso Galofre es declarado enemigo y le tildan en una carta de «pedante y necio pintamonas» .
A pesar de todo ello, la viuda del conde de Quinto (que murió en 1860) subastará en París en 1864 una gran colección de 214 obras. atribuidas a Velázquez , ciertas del Greco, de Maella ... Lo mejor de aquella puja que despertó gran interés en Europa está hoy en el Museo Bowes . Pero lo que es seguro es que las andanzas del conde de Quinto dispersaron la mayor colección de arte reunida en el siglo y enriquecieron las colecciones privadas de toda Europa.