El robo de los Bacon pudo fraguarse en el bar favorito del pintor

El «cerebro», un tratante con deudas, vecino y asiduo del Cock, un clásico local de Madrid

El pintor Francis Bacon ABC
Cruz Morcillo

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La mesa nueve del clásico bar « Cock », situado en la calle de la Reina, era la preferida del pintor Francis Bacon . Cuando estaba en Madrid, antes de cenar se tomaba allí dos o tres dry martinis o una botella de champán con José Capelo , la persona con la que compartió los cuatro últimos años de su vida. Han pasado más de veinte años (Bacon murió en la clínica Ruber el 28 de abril de 1992) pero el ambiente entre elegante y decadente de ese bar con un siglo de historia entre sus paredes permanece. No es descabellado, según los investigadores, situar el plan para robar sus cuadros el verano pasado en una mesa del local custodiada por vidrieras, entre cóctel y cóctel.

Cristóbal G. C. , el cerebro del que quizá sea el hurto más importante de arte contemporáneo en España, es o ha sido cliente del Cock . Vive a tres minutos andando y sabe que la solera del local convoca a bohemios, faranduleros, artistas, periodistas, políticos y profesionales de todo tipo. Él dice ser marchante de arte, pero en realidad es un chamarilero, un « pirulero » endeudado que compra y vende lo que tiene oportunidad. La Policía lo detuvo en marzo junto a otras seis personas por ese robo sigiloso en la comisión y en la investigación. El juez los puso en libertad tras imputarles robo con fuerza y encubrimiento. Las cinco obras de arte, valoradas en más de 25 millones de euros, siguen desaparecidas, y solo la Brigada de Patrimonio Histórico de la UDEV parece empeñada en recuperarlas. A medida que pasa el tiempo, aumenta el riesgo de perderlas.

Esta es la historia -no lineal, elaborada a base de retazos- de un robo y unos protagonista s que se mueven en los contornos de la ley. La primera noticia de que se había cometido el delito llegó a traves de una denuncia presentada en julio en la comisaría de Centro por el dueño, José Capelo , de 59 años. El denunciante explicó que habían entrado en su casa mientras él estaba en Londres. Se habían llevado cinco cuadros, regalo de su amigo Francis Bacon, y una caja fuerte con varias colecciones de monedas, joyas y otros objetos de valor (casi medio millón más) de su lujoso piso en la céntrica Plaza de la Encarnación.

Meses después, y tras una ardua y hermética investigación , los agentes sabían que en el cuarto piso de Capelo, en una finca lujosa pero sin cámaras, habían entrado tres personas -existen dudas sobre si pudo haber una cuarta-, que reventaron la sencilla alarma sin mayor dificultad, y se apoderaron con limpieza del botín . Dos de ellos son «robapisos» profesionales y aún no han sido detenidos, según las fuentes consultadas por ABC. El tercero, el que contactó con ellos o los subcontrató - Cristian F. G. - trabaja como conductor para una conocida empresa de alquiler de coches con chófer y pertenece al núcleo duro: él y el tratante Cristóbal diseñaron el latrocinio.

Hay un tercer individuo - Ricardo B. H. -, que conoce a Cristóbal del mundo de la noche y «sobrevive a golpe de suerte». Ricardo, apuesto y buscavidas, actuó como intermediario para dar salida a los cuadros e introdujo a Cristóbal en algunos ambientes donde esa posibilidad existía, si bien no se llegó a fraguar el trato . Los otros cuatro detenidos son revendedores, comisionistas con los que se han ido relacionando durante casi un año para vender la jugosa y delicada mercancía.

El grupo de chanchulleros (el trío central) podría saber que Capelo, el amante rico y discreto, el modelo protagonista en algunas obras, alejado del chisme y la fama, tenía los cuadros en su piso de Madrid gracias a alguna confidencia suya o ajena surgida en las noches del Cock. Al genial pintor y a su acompañante aún se les recuerda; igual que recuerdan los camareros sin mucho énfasis a Cristóbal, que debió de imaginar su cambio vital con el valor de un «bacon» .

En febrero, los investigadores tuvieron un golpe de suerte en un caso en el que nadie ha colaborado como debiera. Una empresa británica dedicada a la búsqueda de tesoros de arte robados informó a la Policía de que les habían hecho una consulta sobre uno de los cuadros desde Sitges (Barcelona). El potencial comprador incorporaba fotos inéditas del anverso y el reverso del óleo con la firma del autor en la parte de atrás, señal inequívoca de que la fotografía se había tomado después del hurto. Averiguaron el módelo de cámara y la fecha de la imagen; localizaron la empresa de alquiler del equipo fotográfico y al arrendatario, que resultó ser Cristóbal el tratante. Y con esa información fue detenido, muy cerca del , junto a Cristian, quien en un alarde de sinceridad había contado a alguien que entró en el piso de Capelo junto a dos ladrones expertos. La persona que envió las fotos a la empresa británica es un marchante de arte de Madrid interesado en comprar junto con su hijo. Ellos dos, otros dos posibles compradores y Ricardo fueron arrestados como encubridores.

Los agentes intervinieron seis teléfonos móviles y tres ordenadores en los registros de las casas de Cristóbal y de los tres encubridores, además de la agenda del chamarilero, en la que se encontraron datos reveladores para el caso. El sigilo permanece. Necesario porque los cinco «bacon», las cinco joyas, no han aparecido todavía , y cada paso en falso los pone en riesgo. Los intentos de localizarlos con la colaboración de los investigados no han prosperado. «Si no hay cuadros, no hay delito...», deben de haberles contado sus abogados. Mientras, quienes tienen el secreto de amor en forma de óleo de Bacon a Capelo siguen con su vida. Pero los agentes de Patrimonio también siguen con su investigación. En su haber tienen resolución de casos tan trascendentales como el del Códice Calixtino .

Medidas cautelares

El magistrado del Juzgado número 48 de Madrid, encargado de la investigación del robo de los cinco «bacon», dejó a los siete detenidos en libertad el pasado marzo tras tomarles declaración. Están investigados por robo con fuerza, unos, y por encubrimiento otros. La Policía, que considera a Cristóbal G. C. cabecilla del asalto, tuvo que detenerlos ante la posibilidad de perder el control de los cuadros por un movimiento inminente de los sospechosos. El juez le prohibió salir del territorio nacional (entrega de pasaporte) y dictó comparecencias periódicas en el juzgado. Han pasado más de tres meses, y la tónica ha sido el incumplimiento . El principal investigado y, por supuesto, la persona que sabe dónde están los cuadros, no ha comparecido como se le impuso, pero tampoco se ha ordenado ninguna medida contra él. El juez encargado del caso ya no está en ese juzgado y ha sido sustituido. Curiosa paradoja que el cerebro del robo pueda haber salido de España y con él perderse para siempre el paradero de los cuadros ante la aparente indiferencia de casi todos .

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