Fernando Maquieira: Mientras el arte duerme
El fotógrafo retrata en «Guía Nocturna de Museos» la vida oculta de 50 salas de todo el mundo
Es el equivalente a escuchar a Pavarotti cantando al mismo tiempo que Metallica toca «The Unforgiven». A sentarse a ver la «Annie Hall» de Woody Allen mientras en una pantalla yuxtapuesta se reproduce el «Apocalypse Now» de Coppola. A ver a Maradona burlando a toda la defensa de Inglaterra en el 86 por una televisión situada en el pabellón donde Muhammad Ali pelea contra Joe Frazier .
O al menos así lo ve Fernando Maquieira (Puertollano, 1966), el autor de la exposición «Guía Nocturna de Museos», que desde el 22 de junio y hasta el próximo 3 de septiembre ocupa La Principal de Tabacalera. Durante 5 años, el fotógrafo recorrió 50 museos de todo el mundo a los que entró cuando nadie lo hacía, de noche, para retratar cómo duerme una pieza de arte y, de paso, hacer una crítica encubierta al sistema por el que se rigen las salas de exposición.
«Tal como están organizados los museos, entrar en ellos es como hacerlo en un auditorio donde estén tocando cinco orquestas a la vez», justifica Maquieira, que ha podido ver de cerca, sin más luz que la de una linterna y con la cámara a la altura de un niño –«como si fuera un crío que ve algo por primera vez»–, algunas de las obras más representativas del globo.
Todo a través de su objetivo, fiel compañero de viaje y a través del cual se transmite el pulso que los museos tienen cuando el sol cae y sus puertas se cierran al público. «Mi experiencia es una y la cámara la traduce en imágenes. La fotografía se ve de forma distinta a como yo lo capto, porque las cámaras no tienen cerebro», explica Maquieira.
Según quien lo ha podido vivir, pocos sonidos más allá del crujir de los pasos que dan los vigilantes nocturnos en la penumbra de las salas se dejan escuchar mientras cuelga el cartel de «cerrado». Cuenta Maquieira que tan potente llega a ser la fusión entre obras y espectador pernoctante que en una ocasión estuvo al borde del infarto. «Estaba grabando un vídeo en el Museo Arqueológico Nacional , en la zona de las momias, rodeado de bocas abiertas de esqueletos y sarcófagos, cuando el guardia me toco el hombro», rememora con alivio.
Para detallar lo obtuso de la concepción que hoy se tiene de los museos, el artista se vale del ejemplo de las obras eróticas. «La maja desnuda» , de Goya, es curiosa porque por el día está junto a « La maja vestida ». Juntas son un ejercicio tan descarado de estriptis que desconecta el erotismo de la obra. Es un poco mojigato el tema. Sin embargo, por la noche, te das cuenta del contenido que tiene el cuadro», explica. También se refiere a «La Venus del espejo» (otra pieza de fuerte carga sexual), colocada al lado de una obra de Inmaculada Concepción (eminentemente religiosa), como ejemplo de dos cuadros forzados a mantener una relación de proximidad que los descontextualiza.
El David de Miguel Ángel
Uno de los ejemplos más reconocibles para explicar el asunto es el David de Miguel Ángel. «Enseguida nos fijamos en las proporciones o en su belleza, pero olvidamos que según la leyenda tiene que cargarse a Goliat de una pedrada. No solemos ver la cara de terror que tiene y cuando se transforma en foto, con las luces de seguridad que hay y esa búsqueda de detalles, acabo descubriendo esas miradas que están dentro de las obras pero que a fuerza de verlas mil veces nos hacen perder la perspectiva de lo que quiere contar el artista», detalla.
Si hay alguien tentado con acometer la empresa que ocupó a Maquieira durante un lustro seguramente vea desinflarse sus ganas ante la montaña de impedimentos burocráticos, peticiones laberínticas para lograr desactivar las potentes alarmas programadas y ruegos a los directores de cada centro mediante que se le requerirían. «Cuando te ves dentro es cuando realmente empieza todo, cuando llega el subidón», admite, orgulloso, el fotógrafo.
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