La fotografía como arma de resistencia, a revisión en el Reina Sofía
El museo rememora en una exposición los grupos y movimientos de los años 70 y 80 que lucharon por reinventar el documental y reivindicar una fotografía más crítica y social
«Aún no». Toda una declaración de intenciones encerrada en estas dos palabras, tomadas de dos citas. Una de Sergei Tretiakov («Nos interesa despertar emociones, estimular a la gente con los medios del material más cultivado, menos falsificado de la realidad actual. Aún no lo hemos hecho completamente»). La otra, de Martha Rosler («Quizá un documental radical pueda existir. Pero la aceptación habitual de la idea de que el documental precede, suplanta, trasciende o cura del activismo social es un indicador de que aún no tenemos un documental verdadero»).
«Aún no» también es el título de la nueva apuesta expositiva del Museo Reina Sofía. Queda explicada su tesis en el subtítulo: «Sobre la reinvención del documental y la crítica de la modernidad». La muestra, que permanecerá abierta hasta el 13 de julio, es, en cierta medida, la continuación de otra que hubo en las salas de este mismo museo en 2011 sobre la fotografía obrera de los años 20 y 30. En este caso se centra en los movimientos de los años 70 y 80 que, tras el Mayo del 68 y la crisis del 72, pusieron en solfa los derroteros que había tomado la fotografía tras la Guerra Fría: demasiado complaciente con las instituciones, demasiado humanista y despolitizada. La fotografía había perdido por completo su componente crítico y social y había que recuperar ese lado reprimido de la modernidad. Había que volver a contar la historia de los perdedores.
Obra de protesta en tres actos
Más de 800 piezas -fotografías, revistas, carteles, películas , instalaciones...-, incluido material original que se ve por vez primera en un museo y que lleva más de treinta años almacenado, conforman esta especie de obra teatral protesta en tres actos que ha puesto en marcha el comisario de la exposición, Jorge Ribalta, historiador y teórico de la fotografía. Explica que, si bien la fotografía ha sido considerada la criada, la subalterna de las artes, el discurso documental es la criada, la subalterna de la fotografía. El recorrido, cronológico, arranca en los años 70 en Alemania. En sus principales ciudades surgen colectivos de fotografía obrera, como Volksfoto, y nacen revistas como «Arbeiterfotografie». Los vecinos reclaman los espacios públicos y defienden la ciudad para los ciudadanos. En una de las salas hay una instalación realizada con fotos halladas en la basura, acompañadas por comentarios de la Historia de la Fotografía.
De Alemania... a Francia. Un grupo de trabajadores de una fábrica textil de Besançon comenzó a grabar películas sobre su trabajo. Trabajadores industriales convertidos en cineastas. Precisamente, esta localidad fue uno de los escenarios donde encendió la llama del Mayo del 68 en Francia. Y de Francia... a Inglaterra, con artistas como Jo Spence y Terry Dennett al frente de la galería Half Moon Gallery de Londres, muy comprometida con los movimientos sociales, al igual que la revista «Camerawork». Dejamos Europa y nos trasladamos a Estados Unidos. En San Diego surge un grupo de artistas muy combativos: Martha Rosler, Allan Sekula... Rosler llevó a cabo en Nueva York un trabajo sobre Bowery, un barrio proletario. Ella se metió en la piel de sus habitantes, vagabundeando por sus calles. «Es una parodia del paternalismo del discurso documental clásico», explica el comisario.
Vietnam, el apartheid...
La segunda parte de la exposición nos lleva a conflictos como la guerra de Vietnam, presente con el documental «17e parallèle. la guerre du peuple», de Joris Ivens, que nos cuenta la vida cotidiana de una comunidad agrícola del Norte de Vietnam durante la guerra. También están presentes los Panteras Negras -un reportaje de los fotógrafos Ruth-Marion Baruch y Pirkle Jones aborda la parte más humana de este grupo que defendía a la comunidad afroamericana en Estados Unidos-, y la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. La fotografía como resistencia. Una de las salas de la muestra recrea una exposición de Susan Meiselas en 1982 en Londres, centrada en las guerrillas en Nicaragua y El Salvador.
El tercer y último apartado del recorrido aborda otros movimientos sociales y de fotografía documental. Es el caso de las críticas a la institución mental. Así se refleja, por ejemplo, en el libro «Morire di classe», con fotografías de Carla Cerati y Gianni Berengo Gardin, y en un reportaje sobre el Instituto Mental de la Santa Creu en Barcelona, realizado en 1980. Y siguiendo en Barcelona, la exposición rememora un movimiento vecinal en los años 70 que reclama una manera de pensar políticamente la ciudad. Aparecen revistas en los barrios, como «Grama», en Santa Coloma de Gramanet, o «4 Cantons», en el Poblenou.
Los movimientos okupa juveniles en el Nieuwmarkt de Ámsterdam en 1975, cuya resistencia acabó con el desalojo tras la intervención policial, y la radicalización política en Italia con movimientos de izquierda en el 77 nos llevan a la última sala de la muestra. Se cierra con la reconstrucción parcial de una exposición de Martha Rosler en la Dia Art Foundation de Nueva York en el 89, en la que denunciaba los efectos y desigualdades que generan las políticas neoliberales, como la proliferación de los homeless, o sin techo, en la Gran Manzana.