Antonio López: «El problema del arte actual es que ya no sabemos qué pintar»
El pintor conversa con los socios del Círculo del Liceo y asegura que le fatiga «vivir el mundo vertiginoso y caótico del arte»
«El mundo sigue siendo precioso, pero los dioses nos han abandonado…». Antonio López conversa con los socios del Círculo del Liceo en una sobremesa preñada de epifanías. Su oficio, explica, «nace de la vocación de narrar visualmente». El crítico J. J. Yvars califica su obra de «realismo espectral», una pintura humanista cuyo protagonista es el ser humano.
Observado por su hija María, que le recuerda que el AVE para Madrid sale a las seis de la tarde, López advierte de que, pese a su laconismo castellano de Tomelloso, tiene muchas cosas que contar, aunque «lo difícil es resumirlas». Puestos a ser sinceros, confiesa que le fatiga «vivir el mundo vertiginoso y caótico del arte». Por un momento, el autor del cuadro de los Reyes de España, se deja mecer por el igualitarismo. Gracias al arte moderno, «todos podemos ser pintores y espectadores», anuncia. Pero, nos preguntamos nosotros, ¿y la técnica? «Yo era un pintor hábil, a los trece años era capaz de reproducir lo que fuera», recuerda López. Pero, matiza, «la capacidad técnica acaba desbordada por la emoción porque es la emoción lo que hace visible lo que llevamos dentro». Eso justifica las dos décadas que ha dedicado al retrato regio. Todo el arte del siglo XX, prosigue, «precisa de un guionista». ¿Ejemplos? Picasso, Giacometti, Lucien Freud…
El ejercicio de la escultura le hizo recuperar la dimensión de la figura humana. Si se trata de situarse en una tradición, Antonio López opta por Monet o Cézanne: la vida moderna. Demuestra que es más difícil ser figurativo que abstracto: «Para el pintor figurativo lo más importante es qué pintar, mientras que la abstracción trabaja sobre la propia pintura». Se dirige a los jóvenes: «Antes, el artista era la voz de la sociedad, pero ahora la sociedad no tiene nada qué escuchar… Si no sabemos qué quieren de nosotros, lo único que nos queda es el oficio de pintar». A partir de entonces el lienzo y el pincel devienen en plataformas de una oscuridad que comienza con «La Gioconda» de Leonardo. El problema del arte actual, concluye el maestro, «es que ya no sabemos qué pintar».