Ruta BBVA 2015
Sonrisas y lágrimas en el día más largo de la Ruta BBVA 2015
La trigésima edición de la Ruta BBVA llega a su meta en Bogotá. Los 174 expedicionarios regresan a sus respectivos 21 países de origen tras un mes compartiendo vivencias en España y Colombia

La última noche de la Ruta BBVA siempre es la más difícil. Cuando la trigésima edición de la expedición ya está en Bogotá, su destino final, tras un mes de vivencias intensas en España y Colombia, los días parecen eternos y las veladas se alargan hasta casi el amanecer. Los «ruteros» roban horas al sueño para que, como dice la canción de Juan Luis Guerra que tanto ha sonado en el autobús, «el final no encuentre su momento».
Se multiplican los abrazos, los flashes y los cantos multitudinarios. Las banderas de los 21 países iberoamericanos que participan en la expedición van de mano en mano para que el resto de jóvenes, médicos, organizadores, monitores e incluso los periodistas estampen su firma. Es un intento más de congelar el tiempo, de captar ese instante que se desvanece. Es la máxima expresión de la cita latina «carpe diem», vive el momento.
La mezcla de ritmos del Pacífico de Chocquibtown, a medio camino entre la salsa y el hip hop, hicieron olvidar por unas horas que la aventura estaba a punto de culminar . A las 4 de la mañana, hora de Bogotá, salía el primer vuelo de los expedicionarios residentes en América Central y del Norte. Al día siguiente lo harían los del Cono Sur, España y Portugal. En aquellos instantes los adioses eran eternos . Los «ruteros» se abrazaban unos a los otros de tal manera que parecía que la realidad no iba a ser capaz de separarlos. Viendo esa estampa se antojaba imposible no derramar una lágrima. «Qué felicidad más triste», expresaba, con la voz entrecortada, una expedicionaria venezolana al salir de la discoteca rumbo al autobús que les conduciría al aeropuerto.
El resto de expedicionarios que se quedaron en el campamento apenas cerraron los ojos más de una hora aquella noche. Quienes no estaban en el El Dorado rumbo a sus hogares, se pasaron la velada cantando, rememorando anécdotas, riendo, llorando... Todo con tal de exprimir los últimos momentos juntos. Lo mismo ocurrió a la mañana siguiente en la Catedral de Sal de Zipaquirá, un santuario religioso construido en una mina subterránea, la última parada del programa en Colombia . En la oscuridad de sus túneles las ojeras se disfrazaban de sonrisas; el cansancio acumulado se convertía en complicidad; y la necesidad de cafeína, en caricias. Parecía como si el templo hubiera consagrado su amistad, como si se hubiera cristalizado el océano que después les distanciaría.
Ana Piñeres , «exrutera», también pasó por lo mismo hace ahora 25 años. «Yo venía de una ciudad muy pequeña de Colombia y tras hacer la Ruta en 1990 fue como descubrir que el mundo no tenía límites», explica esta productora de cine y televisión que descubrió su vocación durante la expedición. «En cada viaje que hago puedo encontrarme fácilmente con uno o dos 'ruteros'. Voy a San Sebastián y hago dos llamadas o escribo en Facebook y nos vemos en La Concha como si nada. Como si nunca nos hubiéramos separado . El novio más hermoso que tuve en la vida también lo conocí allí. Me dejó toda la cultura brasileña que después me ha servido para hacer programas de música de allá», cuenta Piñeres, tras encontrarse con los «ruteros», por casualidad, en Villa de Leyva, la parada anterior a Bogotá.
Aunque en Barajas, la etapa definitiva, no podían dejar de llorar, sus ojos también sonreían. En su maleta no solo se llevaban los diplomas acreditativos de su participación en este programa académico-cultural creado en 1979 por el periodista y aventurero español Miguel de la Quadra-Salcedo . En el macuto de sus recuerdos también conservarán para siempre las etapas del Camino de Santiago, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1993, que cubrieron durante su periplo por España. En sus retinas han quedado registrados todos los detalles sobre Macondo, que un día imaginaron leyendo las obras del genial escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez . Cartagena de Indias, Santa Marta y Aracataca, los primeros destinos de la aventura, fueron escenarios de la vida y obra del Premio Nobel de Literatura.
Durante la caminata por la selva de Tayrona, el complicado ascenso a Pueblito, y el exigente cruce del cañón del Chicamocha, demostraron que su fortaleza física y mental estaba más lejos de lo que pensaban. Descargaron adrenalina haciendo rafting por el río Fonce en un entorno inigualable. También supieron apreciar la belleza de Barichara y Villa de Leyva, dos preciosas ciudades coloniales cuya arquitectura recordaba a la española. Y en el santuario de Monserrate, el techo de Bogotá, comprobaron que la gigantesca ciudad que se desplegaba a sus pies albergaba más de seis millones de historias. Relatos de superación, violencia y desigualdades que los colombianos tratan –y a veces consiguen– de superar cada día. «Colombia tiene una enorme diversidad . En las zonas cafeteras, los nevados, los desiertos, los valles, las selvas. Es toda esa maravillosa variedad lo que ha hecho de este país lo que somos: un pueblo pujante, optimista que afronta las dificultades con carácter», les dijo el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos , durante la recepción oficial de despedida en el Palacio de Nariño.
«Mi experiencia que define la Ruta es la marcha del Chicamocha. Lo afronté como un reto personal pensando que era una cuestión que solamente me atañía a mí, pero me di cuenta de que no era así. Y no, me di cuenta de que formaba parte de un grupo y que sin ese grupo no hubiera sido capaz de llegar hasta el final . Lo mejor es escuchar al que tienes a tu lado, apreciar los abrazos y las palabras que te da porque es así, como grupo, como has conformado la ruta, no como individuo», reflexiona Guillermo Nevot, antes de partir hacia España.
Después de todo, ellos solo pueden repetir una y otra vez una palabra: «gracias» . Son conscientes de que con este viaje solo ganan. Además de nuevas amistades, durante la Ruta se han despojado de prejuicios y complejos, han ampliado sus horizontes, han cambiado de prioridades, han reforzado valores, han afianzado e incluso descubierto su verdadera vocación. «Tengo ganas de volver a mi casa para hacer muchas cosas . Siento que la Ruta ha cambiado algo dentro de mí. Necesito hacer algo que mejore la realidad de aquellas personas que están peor que yo. Después de todo lo que hemos visto durante el viaje, ahora no me puedo quedar de brazos cruzados», dice con entusiasmo Claudia, una expedicionaria sevillana que estudia Periodismo.
Tras diez horas de un vuelo que parece infinito, las ganas de reencontrarse con las familias se entremezclan con la nostalgia que dejan los recuerdos de quienes se han quedado al otro lado del Atlántico. Los expedicionarios llegaron con las muñecas vacías y regresan a sus casas cargados de pulseras que se han intercambiado con sus amigos y conocidos a lo largo de la Ruta. La enésima despedida en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas se hace aún más eterna. Ahora sí que sí. Es la última. Cuando ya no quedan más lágrimas que derramar, el grupo se difumina entre la multitud de viajeros.
Ya en la soledad de sus casas, el silencio se hace extraño. Después de tantos días rodeados de cientos de personas, de hacer cola incluso para comer, de ducharse en 30 segundos para que dé tiempo a lavarse a todo el campamento, de hacer resonar la dulzaina al tocar el himno de la Ruta por cada rincón del segundo cañón más largo del mundo, todo lo demás sabe a poco. Sin embargo, no está todo escrito: la Ruta, como la vida, seguro que les dará una segunda oportunidad de reencontrarse.
Noticias relacionadas
- Santos: «Su presencia en Colombia es un combustible para seguir buscando la paz»
- Charles Brewer, el Indiana Jones venezolano, enseña a los «ruteros» a sobrevivir en la selva
- Las lágrimas de Fura que desataron la fiebre del «oro verde» en Colombia
- La expedición conquista la cima del Cañón de Chicamocha, el segundo más largo del mundo
- «Los indígenas y los afroamericanos estamos condenados al racismo en Colombia»
- Belisario Betancur: «Los colombianos nos merecemos la paz»
- La decadente muerte de Simón Bolívar, el «Libertador de la Gran Colombia»
- El «Mediohombre» español que humilló con solo seis buques a la Armada Invencible inglesa en Cartagena de Indias
- Aracataca reclama la vuelta a casa de las cenizas de García Márquez
- El «rutero» que rompió las barreras de la discapacidad al cruzar la selva en Tayrona
- Jaime García Márquez: «Gabo hizo todo por la paz en Colombia y no la pudo ver»
- Madres adolescentes en Cartagena de Indias, entre la prostitución y la pobreza
- Viaje de leyenda al «País de las Esmeraldas»