Ruta BBVA 2015
Madres adolescentes en Cartagena de Indias, entre la prostitución y la pobreza
Los expedicionarios de la Ruta BBVA visitan la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar, creada hace 14 años en Cartagena para erradicar la mortalidad infantil y ayudar a las niñas que son obligadas a ser mujeres tras un embarazo temprano
Juan Felipe apenas tenía unos meses de vida cuando murió por desnutrición en los brazos de Catalina Escobar , una voluntaria del Hospital Rafael Calvo de Cartagena de Indias . Sus padres no pudieron asumir el coste de la manutención del pequeño, que suponía unos 60.000 pesos colombianos (20 euros aproximadamente). Esta cantidad es la que se gastó Escobar en cenar esa misma noche con su marido hace ahora hace 14 años. Fue en ese momento cuando, aún conmocionada por el triste final del bebé, propuso a su pareja embarcarse juntos en un proyecto que luchara por erradicar la principal causa de mortalidad infantil en Colombia y en gran parte de Iberoamérica.
Catorce años después, son hoy los 170 expedicionarios de la Ruta BBVA quienes acunan por un rato a los cientos de recién nacidos que acoge la sede de la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar , llamada así en honor al niño cuya muerte removió las entrañas de Catalina Escobar e impulsó un proyecto que salva la vida a una media de 300-350 niños al año. Desde su creación habrán pasado unas 5.000 madres adolescentes. En solo la primera década de funcionamiento han logrado reducir un 80% la tasa de mortalidad infantil.
La gran mayoría de las madres que acuden al centro a pedir ayuda son adolescentes. Solo por el hecho de su corta edad, su gestación ya es calificada de alto riesgo. «Acá llegan niñas de incluso once años , que su cuerpo apenas se ha terminado de formar. Por eso se les hace un seguimiento del embarazo constante, para que madre e hijo sufran el menor riesgo posible», explica la directora de la Fundación desde hace cuatro años Ileana Stevenson.
Pero no solo es importante reducir el alarmante y elevado índice de embarazos adolescentes del país por el riesgo que supone para la madre y el hijo, sino también porque «es la mejor forma de luchar contra la pobreza y la prostitución». «La miseria en la que viven estas jóvenes es tan grande que muchas recurren a la prostitución para poder sobrevivir », relata con pesar Stevenson.
En el imponente edificio donde se asienta la Fundación –levantado con materiales sostenibles y diseñado para ahorrar energía– las madres acuden a clases , tanto para obtener el título de Bachillerato como un Grado Superior en Formación Profesional. «La principal causa de abandono escolar es el embarazo temprano. Este es el único centro en el que pueden venir a estudiar con sus bebés», cuenta la directora.
Con un presupuesto anual de 5.000 millones de pesos, el centro proporciona a las madres atención médica completa y educación en turismo, restauración, hostelería y belleza. Un total de 72 profesionales trabajan para proporcionar las herramientas necesarias para que estas jóvenes y sus retoños tengan un porvenir mejor. «Estamos en contacto con la oficina de empleo y con diferentes empresas para garantizarles dos meses de prácticas con opción a contrato posterior», explica Stevenson. «La evolución de las chicas desde que entran hasta que se salen es tremenda. Solo pasan aquí ocho horas al día, pero aprenden a valerse por sí mismas y a tener una planificación familiar . Su actitud cambia hasta en los gestos», asegura con orgullo Stevenson, que abandonó la dirección de la Cámara de Comercio de Cartagena de Indias después de trece años para embarcarse en este proyecto comprometido.
Reina, que acaba de cumplir 16, coloca una cinta del pelo con una gran flor amarilla a su hija María Selene. Lleva casi un año en el centro y solo tiene palabras de agradecimiento: «Cada día al despertarnos tenemos un propósito: luchar por ser mujeres emprendedoras, la mujer que lleva un valor agregado de respeto, compromiso, responsabilidad y mujer berraca luchadora». Los pequeños corretean por los pasillos de la sede inundando cada rincón de alegría. Un sosiego que ahora sí se nota en los rostros de sus madres, unas niñas que tuvieron que aprender a ser mujeres en cuestión de nueve meses.
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