Cervantes, un genio sin rostro
No se conoce un retrato auténtico hecho al autor del Quijote en vida

Ahora que parece que se han hallado restos de Miguel de Cervantes en la iglesia de las Trinitarias de Madrid podría despejarse uno de los misterios que existían sobre la figura del autor del Quijote, confirmándose su tumba, pero sus huesos poco o nada podrán aportar a otro de los enigmas que aún existen sobre él. ¿Cuál fue su rostro verdadero? [Fotogalería: Los supuestos retratos de Cervantes ]
Existen multitud de retratos sobre Miguel de Cervantes , entre ellos el archifamoso óleo atribuido a Juan de Jáuregui que cuelga en las paredes de la Real Academia de la Lengua. Sin embargo, ninguno de ellos es un representación auténtica hecha en vida al ilustre literato. Todos se basan en la descripción de sí mismo que trazó Cervantes en 1613 en el prólogo al lector de sus «Novelas ejemplares »:
«Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de "La Galatea" y de "Don Quijote de la Mancha"...»
Cuando escribió estas líneas, Cervantes contaba con 64 años. «Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano», dice. Se sabe por los datos que da en este mismo prólogo que había perdido la mano izquierda de un arcabuzazo en la batalla naval de Lepanto y, por una carta de Lope de Vega fechada en 1612, que usaba anteojos para leer que «parecían huevos estrellados mal hechos».
«Los retratos de Cervantes en conjunto dan una idea de tipo, es decir, ofrecen una visión bastante unitaria que podría pertenecer a la típica representación de hombre de letras de la época, o al de caballero español al uso que nos muestran pintores como El Greco, Sánchez Coello o Pantoja de la Cruz», señaló en 2005 el ya fallecido profesor de Pintura de la Facultad de Bellas Artes de Madrid Ángel Rojas Martínez .
La Real Academia Española buscó un retrato auténtico de Cervantes en 1773, durante la preparación de una edición monumental del Quijote. Se conocía un grabado anónimo realizado en Amsterdam a modo de alegoría en 1705 y otro dibujado por Kent y grabado por Vertue en Londres en 1738 para una monumental edición de Don Quijote, editada por el barón de Cartered. «Éste fue reproducido inmediatamente y por espacio de más de medio siglo resultó ser "indispensable" para ocupar un lugar en las primeras páginas de muchas ediciones de Don Quijote», señalaba el Catálogo de la Exposición de Iconografía Cervantina escrito por Juan Givanel y Mas en 1943.
En su búsqueda de un retrato auténtico de Cervantes , llegó a oídos de la RAE que el conde del Águila poseía un retrato al óleo que le había sido vendido como de Alonso del Arco. Éste donó el lienzo a la RAE, donde aún se conserva, y los académicos lo examinaron con interés, pero comprobaron que se trataba de una reproducción del grabado de Kent. El cuadro estuvo en boga y sirvió de modelo a la estatua de la plaza de las Cortes de Madrid, del escultor Antonio Solá, pero no fue utilizado para la edición que preparaba la RAE. La Academia optó por encargar un dibujo a José del Castillo, que grabó Manuel Salvador Carmona en 1780. Fue la versión oficial del literato hasta 1911.
Un presunto Velázquez
En 1825, la Société des Amis des Beaux Arts de Ginebra publicó un grabado al pie del cual se leía: «Velázquez pinx. Dessiné et gravé par Bouvier / Cervantes/ D'aprés le tableau original du Cabinet de M. Briére». ¿Cómo podía ser si Velázquez apenas tenía 17 años cuando falleció Cervantes y no se conocieron? El hispanista Luis Viardot afirmó entonces que no había sido hecho del natural, sino copiado de un original pintado por Francisco Pacheco, el maestro y después suegro del pintor de las Meninas. Sin embargo, la autenticidad de este lienzo y el mismo modelo del cuadro quedó pronto en entredicho.
De Pacheco se dijo que había retratado a Cervantes como el barquero de su obra « San Pedro Nolasco embarcándose para redimir cautivos » (Museo de Sevilla) y así aparecía en publicaciones de finales del siglo XIX como «verdadero retrato» del célebre escritor. El personaje fue copiado incluso por Eduardo Cano y el duque de Rivas, pero la atribución carecía de fundamento.
El discutido Juan de Jaúregui
El único pintor al que Cervantes se refiere como autor de un retrato suyo fue Juan de Jáuregui . Precisamente el escritor se describe en el prólogo de las «Novelas ejemplares» para suplir su carencia. «Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, escusarme de escribir este prólogo, porque no me fue tan bien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con gana de segundar con éste. Desto tiene la culpa algún amigo, de los muchos que en el discurso de mi vida he granjeado, antes con mi condición que con mi ingenio; el cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja deste libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáuregui, y con esto quedara mi ambición satisfecha, y el deseo de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo, a los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato».
La donación a la Academia del más famoso de los supuestos retratos de Cervantes por parte de José Albiol en 1911 suscitó opiniones de todo tipo . Ilustres cervantistas extranjeros como Fitamaurice-Kelly y Foulché-Delbosc, y españoles como la condesa de Pardo Bazán, Santos Oliver, Alejandro Pidal, Julio Puyol , Juan Perez de Guzmán, Julio Rodríguez Marín o Narciso Sentenach intervinieron en una polémica que se prolongó durante años.
El óleo sobre tabla cedido por este profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo y afamado restaurador de arte incluye una inscripción superior que reza «Don Miguel de Cervantes Saavedra» y otra inferior con «Juan de Iauregui pinxit, año 1600». En las inscripciones se descubrieron errores inaceptables, como ese «don» que nunca usó Cervantes ni nadie lo empleó al referirse a él o la fecha del cuadro en 1600. Jáuregui habría tenido que pintar el lienzo con apenas 16 o 17 años.
Aureliano Beruete y Moret, que luego fue director del Museo del Prado, señaló además que la pintura era «débil como ejecución, muy débil, y además, efecto probablemente de la limpieza o manipulaciones que ha sufrido, aparece sumamente lisa. Apenas se observa en ella pasta de color; tiene varios trozos que parecen restaurados, formando parches y hasta creo poder apreciar ciertas pinceladas, especialmente algunas, como para afirmar el dibujo y los perfiles».
Juan Antonio Cabezas , autor de «Miguel de Cervantes, autor del Quijote» y «Cervantes en Madrid», afirmó en ABC que la famosa tabla era una «superchería» «cocinada» y detalló cómo se llevó a cabo presuntamente la falsificación.
Existe otro retrato atribuido a Jáuregui que también podría representar a Cervantes, de la colección del marqués de Casa Torres, que ha sido minuciosamente estudiado aunque no se ha podido determinar con certeza que sea el auténtico realizado al ilustre Manco de Lepanto.
De Lope de Vega, Góngora o Quevedo se sabe cómo fueron pero se ve que ni el editor de las «Novelas Ejemplares» ni ningún otro editor de las obras de Miguel de Cervantes gastó ni un maravedí en un grabado que mostrara al autor que con el tiempo se consideraría la máxima figura de la literatura española. El retrato más fiel del escritor sigue siendo el que él mismo trazó de su puño y letra: «Éste que veis aquí, de rostro aguileño...».
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