El milagro del pequeño formato llega a la ópera con «Fantochines»

La Fundación Juan March recupera en marzo la gran obra de Conrado del Campo

El milagro del pequeño formato llega a la ópera con «Fantochines»

alberto gonzález lapuente

El pequeño formato o teatro de cámara ha sido desde antiguo espacio proclive al invento y al tránsito por géneros y formatos poco frecuentados. Lo demuestra el ciclo Teatro Musical de Cámara promovido por la Fundación Juan March con el fin de dar visibilidad a un importante corpus de obras que, por su reducida configuración no tiene cabida en los espacios más convencionales. Con cautela, la March, modelo de gestión privado a partir de recursos propios, viene desde el pasado año calibrando las posibilidades del nuevo ciclo, particularmente en lo que se refiere a la infraestructura, condicionada por las particulares limitaciones de su propio salón de actos. Primero fue a través de los conciertos didácticos y «La salsa de Aniceta», simpática zarzuela de Ángel Rubio considerada la primera obra de género chico, paradójicamente estrenada en el inmenso Apolo madrileño. Poco después recuperando «Cendrillon», opereta de salón con música y texto de Pauline Viardot, hija del afamado Manuel García, hermana de María Malibrán y musa de la intelectualidad parisina de finales del XIX.

Dando un paso significativo para el que une fuerzas con el Teatro de la Zarzuela de Madrid anuncia ahora la escenificación de «Fantochines», ópera de cámara y marionetas recibida tras su estreno en 1923 como «una de las páginas de más importancia y trascendencia que enriquecen la música española contemporánea», según publicó ABC en su día. El libreto está escrito por Tomás Borrás, cercano a la vanguardia de la época y colaborador de Martínez Sierra en su Teatro de arte, y la música por Conrado del Campo, autor estimado en su momento como maestro, compositor e intérprete, y escasamente transitado en la actualidad, lo que añade importancia al ciclo de conciertos con el que la March rodea la representación: canciones y música de cámara, un corpus imprescindible para conocer al más importante compositor de cuartetos de cuerda español del siglo XX.

Sin trampa evidente

A punto está, por tanto, de descorrerse el telón ante «la ópera de factura más moderna que se ha hecho en España», en la que importa, y así lo advirtieron los autores, lo que se muestra, y algo menos la anécdota ligera que sirve de nudo para explicar las sutiles artes amatorias que la veneciana Doneta exhibe frente a Lindísimo. Todo ello sin trampa evidente, sin necesidad de ser cristiano viejo, como en el cervantino «Retablo de las maravillas». Tan sólo teniendo fe en lo pequeño y lo ingenioso. En aquello que, por razones inmediatas, hoy está de moda en el teatro español.

Parece que un magma candente recorre la escena teatral. Nuevas salas, nuevos formatos, se suceden de la mano de lo artesano y lo experimental. Es el auge del pequeño formato que está dando alas a la imaginación de autores, intérpretes y programadores convirtiendo lo singular en una costumbre corriente. Frente al desplome del gran teatro, acuciado por la crisis y los impuestos, particularmente el IVA cultural, lo pequeño demuestra una viabilidad admirable. El reciente estudio de la Fundación Alternativas sobre «El estado de la cultura en España», de fácil acceso a través de su web, no deja lugar a dudas: la crisis forma parte de la dimensión objetiva y subjetiva de los actores del campo teatral español, reconociéndose una continua disminución en el número de espectadores y recaudación.

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