hoy se celebra la II almoneda

Del escenario del Teatro Real a un cortijo cordobés

¿Adónde fueron a parar las piezas subastadas el año pasado en el coliseo madrileño? Les hemos seguido la pista en ABC, y aquí tienen algunas de ellas en su segunda vida

Del escenario del Teatro Real a un cortijo cordobés alberto arranz

susana gaviña

Hoy el Teatro Real celebra la segunda subasta de sus «joyas» , como le gusta llamar a las piezas que forman el atrezo de las producciones que año tras año pasan por su escenario. Joyas, porque en ellas hay vertidas horas de trabajo, de experiencia y de cariño de gran parte de los profesionales -de los departamentos de utilería, vestuario y peluquería- del coliseo madrileño.

Desde un calesa a un clavecín del siglo XVIII, pasando por un par de góndolas y varios vestidos vintage procedente de París, muchos querrán llevarse hoy a casa un trocito de la historia y del alma de este teatro. Algunos ya lo tienen. Nos referimos a los compradores que probaron suerte en la primera convocatoria de esta almoneda, que tuvo lugar el año pasado, y que logró recaudar 50.000 euros. ABC ha seguido la pista a dos de ellos para conocer cómo es la segunda vida de estas piezas.

El empresario Alberto Arranz acudió al Real acompañado por su hijo Alberto, de 10 años, que «fue el encargado de pujar», explica por teléfono. También de pagar alguno de los objetos. «Con sus ahorros, a los que yo también contribuí un poco», matiza con orgullo su padre. Entre las piezas que se llevaron a casa se encuentran un par de coches de choque. Sí, esos que aparecían en el montaje de «Don Giovanni», en 2005. En la actualidad están aparcados en una nave haciendo compañía a un magnífico Phantom, otro «capricho» de Arranz, que se confiesa un apasionado de los coches clásicos. «Es un modelo de 1929 que es igual al que aparece en la primera versión de “El gran Gatsby”, la de Robert Redford», explica.

Un saco de huesos y una varita de Merlín

El empresario, socio fundador del club Houdini , también adquirió piezas para alguno de sus locales, como este dedicado a la magia. Allí ha colocado un féretro de niño que perteneció a «Margarita la tornera». Un objeto que, según desvela, parece albergar algún misterio. «Un día apareció boca abajo, y no sé cómo ocurrió». Arranz también compró un trono de la producción «Merlín», que incluso le solicitaron, pocos días después de adquirirlo, «para participar en una cagalgata de Reyes». Algo que finalmente no cuajó.

Alrededor de diez piezas -«también compré un saco de huesos; un teatro ambulante, al que le tengo un especial cariño; la varita de Merlín...»- fueron las que se llevaron los Arranz, algunas para su disfrute personal y otras «para decorar» alguno de los locales de hostelería que posee. En cuanto a la cantidad de dinero que desembolsó, bromea: «Eso es secreto de sumario». Aunque reconoce que la puja no rompió los límites que más o menos tenía pensados, señala que durante la subasta hubo «piquecillos» por llevarse alguno de los objetos. Arranz, que se confiesa «caprichoso» y «un comprador compulsivo», es un habitual de las subastas de antigüedades y de coches de colección, «pero eso ya fuera de España». Hoy también tiene previsto volver a la almoneda del Teatro Real, y aunque todavía no ha tenido tiempo de ver el catálogo de las 400 piezas que se ponen a la venta, tiene una certeza: «Seguro, seguro que algo me llevaré».

Romper la pared

También de la producción de «Don Giovanni», realizada por Lluís Pasqual en 2005, y en la que participaron, entre otros, Carlos Álvarez y María Bayo, procede la joya que adquirió Amalia Ortiz-Ruiz: un Packard Lebaron de 1930. Por él, esta abogada pagó 7.800 euros, el precio de salida. «Nadie pujó y me quedé con él. No quería que quedase desierto». Tanto le gustó, «lo había visto muchas veces en el Real», que estaba dispuesta «a pagar un poco más», reconoce esta aficionada a la ópera, que disfruta teniendo en su casa algunos de los objetos que ha visto sobre el escenario del coliseo madrileño. Entre ellos, se encuentran el vestido de uno de los personajes de «El amor de las tres naranjas» de Prokofiev, una rueda dentada de «Macbeth», algunas caretas y un lote de «Merlín» de Albéniz , que incluye un orbe y una corona. «Pujé por cosas que podía colocar en un sitio determinado, no por algo que vaya a guardar en un armario», subraya. «Soy “regular” de caprichosa», concede.

Desde el principio, Amalia tuvo claro dónde recolocaría el Packard, a escala un poco más reducida del modelo original. «Está en el salón para celebraciones de una casa rural que tengo en la sierra de Montilla». Y hasta allí, un cortijo cordobés, viajó en camión el vehículo mozartiano. Sus dimensiones le obligaron a romper una de las paredes, y a construir una nueva puerta «para que el coche pueda salir y tal vez dar paseos por el patio andaluz del cortijo, aunque antes tendré que ponerle una batería».

Este año Amalia no podrá asistir a la subasta por encontrarse fuera de Madrid, y no se anima a participar a través de internet . «A mí me gusta tocar las cosas», ataja.

Del escenario del Teatro Real a un cortijo cordobés

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