«The New York Times» arremete contra los sobrecostes de Calatrava en el WTC

El rotativo norteamericano denuncia una maraña de egos personalistas, ambiciones políticas y dificultades técnicas que han lastrado el proyecto

«The New York Times» arremete contra los sobrecostes de Calatrava en el WTC abc

Javier Ansorena

El intercambiador de transportes diseñado por Santiago Calatrava para el nuevo World Trade Center de Nueva York ha visto su presupuesto disparado hasta cerca de 4.000 millones de dólares, casi el doble de lo previsto en un principio.

Después de muchos retrasos, la mayor parte de la estructura ya se ve finalizada desde la calle Church, con sus aleros de acero encajonados entre las obras de la torre 3 del complejo, diseñada por Richard Rogers , y el solar que, cuando haya financiación, acogerá el rascacielos de Norman Foster .

A pesar de que la obra avanza, el proyecto ha estado envuelto en polémica desde el origen. El último en posicionarse ha sido «The New York Times», que explica en un largo artículo la maraña de egos personalistas, ambiciones políticas y dificultades técnicas que han lastrado la ejecución de la obra y sobredimensionado su presupuesto.

El reportaje denuncia que el intercambiador ha sido «un proyecto devorador de dinero plagado de problemas que van más allá de un diseño exótico y caro por un arquitecto exigente».

La idea original la amamantó el entonces gobernador de Nueva York, George Pataki, en 2004. Con ínfulas presidenciales, Pataki quiso tirar la casa por la ventana con un intercambiador que se convertiría «en uno de los iconos arquitectónicos más inspiradores» de la ciudad, y prometió que se acabaría en 2009.

Por supuesto, su pronóstico no se cumplió, mientras que los gastos se dispararon: 355 millones de dólares por mantener la línea 1 de metro en funcionamiento, en vez de cortarla para las obras; 75 millones para tener el techo del intercambiador listo antes de inaugurar el memorial del 11-S –el alcalde Bloomberg exigió que se acabara para el décimo aniversario de los ataques-; 474 millones en piezas de acero fabricados en el Norte de Italia; e infinitos sobrecostes por sucesivos cambios en el diseño y en el equipo de contratistas y subcontratistas.

El edificio que ahora se ve dista mucho también del proyecto inicial de Calatrava, que emula un pájaro en vuelo. Es de menor tamaño, los enormes alerones no se mueven, el techo no se abrirá al cielo y ha habido que añadir muchas más vigas que en el diseño original, lo que hace que parezca más el armazón de un estegosaurio, que un ave, según «The New York Times». ¿Qué es lo que han comprado 4.000 millones de dólares?, se pregunta el periódico: «Sin duda, una estructura llamativa, pero cuyos detalles no están a la altura de las imágenes luminosas con las que Calatrava sedujo a las autoridades hace una década».

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