«Hablando de España»

Discurso íntegro de Francisco Vázquez con motivo de la entrega de los premios Mariano de Cavia, Luca de Tena y Mingote

POR FRANCISCO VÁZQUEZ

Majestades,

Muy dignas Autoridades y Representaciones,

Señoras y Señores:

Para quien como yo ha dedicado su vida al servicio público, no puede caber mayor gratificación que el verse distinguido con el premio mas prestigioso del periodismo en lengua española como es el Mariano de Cavia , siendo yo galardonado por algo para mi tan natural como es el expresar públicamente mi compromiso permanente con España.

Agradezco al jurado su magnanimidad. Esta noche no se premia ni a un periodista ni a un escritor, tan solo a un político de una generación que entendió el patriotismo como el ejercicio generoso de la tolerancia y la mutua renuncia, alcanzando así la ansiada reconciliación nacional que ni nuestros padres ni nuestros abuelos pudieron conseguir.

Mi artículo tan solo aspiraba a ser voz de quienes hoy, muchos o pocos, no encuentran a quien hable por ellos, máxime cuando de un tiempo a esta parte hablar de España es considerado por algunos como una extravagancia anacrónica y «demodé».

La España de la que hablo en el artículo premiado no es la descripción de un territorio donde simplemente se nace y se vive. La España de la que hablo es la justa, la obligada y la necesaria reivindicación de los hombres y mujeres que juntos aquí conformaron una larga historia compartida, que juntos aquí se hicieron europeos con Grecia y con Roma, que juntos aquí rechazaron a un invasor ajeno a las raíces de su cultura y hostil a su civilización cristiana y que juntos desde aquí supieron proyectar al exterior su identidad común, construyendo un imperio, que desde la caída de Roma hasta hoy, ha resultado ser el más duradero en el tiempo y más universal en su extensión, fundamentándolo en su lengua, en su fe y en sus viejos fueros y democráticas instituciones comunitarias, los valores comunes que hoy como ayer los singulariza como pueblo y como nación en el concierto universal de los países.

Hablar de España es hacerlo también de sus ricas diversidades, amparadas y reconocidas en el presente como nunca antes en nuestra historia, si bien a veces no existe la reciprocidad debida en favor de los valores comunes, negándose así los mismos derechos que se demandan e incluso excluyendo en el propio ámbito, cualquier atisbo de diversidad que sea ajeno a las dogmáticas señas identitarias.

Hablar de España es finalmente para un socialdemócrata como yo, el afirmar sin empacho alguno que no puede existir mayor desigualdad que la implantación de una pretendida asimetría, que sencillamente representa la quiebra de nuestra condición de ciudadanos libres e iguales, al negar el principio de solidaridad y establecer barreras entre las personas según el territorio en el que vivan. Las diferencias tan solo sirven para recuperar los excesos de quienes limitan el ejercicio y la titularidad de los derechos que a todos nos asisten, a la pertenencia a una raza, al uso de una lengua, al color de la piel o a la profesión de una confesión religiosa determinada.

En ningún otro espacio de comunicación se podrían divulgar mejor las reflexiones contenidas en mi artículo, que en la «Tercera» del ABC, la expresión mas genuina de la intemporalidad requerida para garantizar el rigor exigido al debate de las ideas, posiblemente la tribuna pública que mas ha contribuido a la divulgación del pensamiento español actual, gracias a su apertura a todas las firmas, incluso en tiempos oscuros de censuras y cierres.

Unir mi nombre a la impresionante relación de premiados es casi una quimera que supera la más ilusionante aspiración que pudiera albergar. Muchos de ellos han sido determinantes en mi formación; otros han llenado mi vida de preguntas, o me han servido las respuestas debidas, o como nadie han sido solaz, placer o consuelo de mi ánimo a través de su lectura.

Mi homenaje de admiración y respeto a todos ellos, personificado en los tres coruñeses que me precedieron en el Mariano de Cavia, Wenceslao Fernández Florez, Salvador de Madariaga y Manuel Martín Ferrand.

Gracias a esta casa Catalina, a su ejemplo de lealtad a sus principios, sin menoscabo de su voluntad de apertura y tolerancia.

Majestad, gracias por el honor de vuestra presencia. Hablar de España, Señor, es también hacerlo de la utilidad de la Corona, institución vertebradora de la continuidad y permanencia de la Nación, servicio para el que contáis con el apoyo y lealtad de todos los españoles de bien y para el que os deseo los mayores éxitos.

Muchas gracias por la atención de todos ustedes.

«Hablando de España»

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