EN TERCERA PERSONA
Una ciudad sin museos
«Los museos habían pasado a formar parte de las sociedades modernas, pues seleccionaban y guardaban los objetos que habían de perdurar»
UNA ciudad sin museos era una ciudad sin prestigio. Lo había dicho Phillippe de Montebello, el que fuera durante más 20 años director del Metropolitan Museum de Nueva York. Y es que los museos habían pasado a formar parte de las sociedades modernas, pues, al fin y al cabo, eran los encargados de seleccionar y custodiar los objetos que debían de perdurar para el disfrute de las siguientes generaciones.
Además, estas instituciones se habían convertido en un foco de atracción para miles de visitantes que buscaban verse reflejados en el espejo de la historia. La ciudad de Londres era quizás uno de los mayores exponentes de ello. Cinco de sus museos superaban los cinco millones de visitantes.
La cultura antigua –esa que el Estado Islámico quería destruir– era la que mayor número de visitantes atraía pues el Museo Británico encabezaba el ránking con 6,6 millones de habitantes.
Le seguía de cerca la National Gallery –que albergaba la Venus en el espejo de Velázquez– con 6,4 millones; el Southbank Centre con 6,2; la Tate Modern con 5,7 y el Museo de Historia Natural con 5,3 millones.
Mientras tanto, el Museo del Prado tan solo recibía 2,5 millones, el Reina Sofía otros 2,6 millones (gracias a la exposición de Salvador Dalí y a la atracción del Guernica) y el Thyssen y el Guggenheim de Bilbao cerca de un millón. De los visitantes del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), nada se sabía tras las cifras falsas dadas por su anterior directora.
Estaba claro que había más habitantes y visitantes en Londres que en Madrid y en Valencia juntos pero estos datos, tanto los reales como los falsos, debían de hacernos recapacitar sobre las diferencias entre las sociedad inglesa y la española. Unas diferencias que iban mucho más allá que el simple número de habitantes de cada ciudad.
www.javiermolins.com