La defensa del parricida de Almadén pide que reciba tratamiento en su casa

LEONOR BARAZA

«Me gustaría que valorasen que estamos hablando de un enfermo y no de un delincuente y que lo tengan en cuenta a la hora de dictar sentencia». Con estas palabras cerraba ayer su alegato final el abogado de Kevin Romero, de 19 años de edad, el joven acusado de degollar a su madre, intentar matar a su padre y acabar con la vida de su perro el día 22 de noviembre de 2013 en Almadén.

En la última sesión de la vista, que tuvo lugar ayer en la Audiencia Provincial, el letrado solicitó que se retiren los cargos contra el procesado por el presunto delito de homicidio en grado de tentativa en la persona de su padre, Esteban Romero, al entender que no ha quedado probado que tuviera intención de matarlo y que el principal testigo, el propio padre, se negó a declarar.

Asimismo, defendió que el procesado debe regresar a su domicilio donde con un tratamiento farmacológico adecuado y con el apoyo de su familia podría controlar su enfermedad –está diagnosticado de esquizofrenia paranoide- y hacer con el tiempo una vida relativamente normal.

El abogado apoyó su solicitud en el testimonio del médico psiquiatra que está tratando a Kevin en el hospital psiquiátrico penitenciario de Sevilla desde hace más de un año y que manifestó que aunque el procesado necesita «una supervisión estrecha» desde el punto de vista psiquiátrico «no tiene porqué ser indispensable que sea en un medio cerrado».

Según explicó este médico, el joven llegó a Sevilla «compensado» después de estar dos meses en tratamiento en el Hospital de Ciudad Real. Durante este tiempo, además de ser tratado por una depresión severa a raíz de ir recordando y tomando conciencia de los hechos que había cometido, fue incluso sometido a vigilancia ante el riesgo de suicidio.

Brote psicótico

Gracias al trabajo psicoeducativo, relató el psiquiatra, se ha conseguido que Kevin «tenga buena consciencia de su enfermedad» lo que facilita que sea activo incluso pudiendo informar cuando nota que le está sobreviniendo un nuevo brote psicótico.

Y es que, según declaró el facultativo, su paciente sufre desde hace un mes un episodio psicótico agudo cuyo factor desencadenante fue la inmediata celebración del juicio.

La tesis de la defensa es totalmente contrapuesta a la del Ministerio Fiscal que solicita para el acusado, con la agravante de parentesco y la eximente completa de anomalía psíquica, 20 años de internamiento en centro psiquiátrico por el delito de asesinato, cinco por el de homicidio en grado de tentativa y nueve por maltrato animal.

La petición del Ministerio Público se sustenta en la acreditación de los hechos de aquel 22 de noviembre de 2013, tal y como el propio acusado reconoció en su declaración y como los han ido relatando los testigos, y también en el testimonio de los médicos forenses que realizaron el primer informe diagnóstico de Kevin, y que ayer abogaron por el internamiento psiquiátrico al considerar que el acusado es, de momento, peligroso para los demás y también para sí mismo.

Para estos dos peritos el procesado no está todavía preparado «para hacer una vida ambulatoria» (vida normal en su domicilio) como demuestra el que haya sufrido un nuevo brote psicótico en el centro de Sevilla a pesar de estar medicado y tratado. «Esto trasladado a la calle…», reflexionó uno de los dos.

Consumo de tóxicos

Los autores del informe de imputabilidad explicaron que el brote psicótico que tuvo Kevin aquella tarde precipitó por el consumo de tóxicos como cocaína y cannabis, aunque sus «ideas de perjuicio» le rondaban un año antes. Es decir, pasó de sentirse perseguido y perjudicado a ser el perseguidor. Todo ello bajo una pérdida del sentido de la realidad y alteraciones sensoriales; veía cosas que no existían y oía voces que le hablaban, dijeron.

Fue a partir de la tercera semana tras la detención, según el relato de los peritos, cuando Kevin empezó a responder al tratamiento antipsicótico y con el recuerdo de los hechos llegó la perplejidad para finalmente instalarse en la depresión y al embotamiento afectivo (no sentía nada por su padre, algo propio de los esquizofrénicos).

Los médicos forenses insistieron en la necesidad del tratamiento farmacológico para evitar la peligrosidad y aseguraron que Kevin tiene un «mal pronóstico». De hecho, consideran que el brote podría haberse producido incluso sin que hubiera tomado las drogas. En cuanto a la evolución de la enfermedad, dijeron que el trastorno evoluciona en brotes y con cada uno de ellos se genera un déficit de las facultades mentales lo que puede derivar, con el tiempo, en una demencia.

Además de estos peritos, prestaron ayer testimonio los forenses que realizaron la autopsia al cuerpo de la madre en cuyo informe reconstruyen cómo, a tenor de las lesiones externas, pudo acontecer la secuencia de agresiones que derivaron en la muerte de la mujer. Para estos expertos resulta fundamental la incisión en el cuello de izquierda a derecha con un fragmento de cristal y la constatación de que no hubo oportunidad de defensa, además de que todo sucedió en un escenario de «extrema violencia».

«Tiritaba y estaba ausente»

La misma opinión manifestó uno de los agentes de la Policía Local que intervino en primer lugar ante la llamada de la vecina que afirmó que había visto a un chico matando a un perro y tirándolo al contenedor. El agente, que fue uno de los encargados de trasladar a Kevin al Cuartel de la Guardia Civil, aseguró que ya cuando se metió en el coche patrulla, sin embargo, «tiritaba, estaba en silencio, cabizbajo, callado, tranquilo, como ausente».

Su compañero, por otro lado, reconoció, a preguntas de la defensa, que cuando el acusado llegó a la puerta de su casa, donde pudo ver perfectamente el vehículo que delataba la presencia de la Policía, puso las manos detrás para que le pusieran las esposas. ¿Cómo diciéndole que le detengan? –le preguntó el letrado- «Sí. Solo decía que tenía mucho frío y que quería una manta». El juicio, que durante dos días se ha seguido en la Sección Primera de la Audiencia Provincial, presidido por la magistrada María Pilar Alarcón, quedó ayer visto para sentencia.

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