don Juan Carlos

Cuando el Rey tuvo que aprender a dejar de ser el Rey

En su deseo de no interferir, apenas ha asistido a una veintena de actos públicos desde que abdicó

Cuando el Rey tuvo que aprender a dejar de ser el Rey AFP

Almudena martínez-Fornés

Decía el psicólogo Paul Atchley que el proceso de adaptación a la jubilación de cualquier ser humano pasaba por varias etapas en las que no faltaban ni la sensación inicial de liberación ni el posterior desencanto. Después le sigue una fase de reorientación y finalmente, la estabilidad.

En el caso de Don Juan Carlos el esfuerzo de adaptación ha sido más difícil que el de la mayoría de las personas, por el cambio radical de vida, pero, según fuentes próximas al Monarca, también ha sido satisfactorio, porque cada día se reafirma en que su decisión de abdicar fue la acertada. Una noche, la del 18 de junio de 2014, se acostó siendo el Jefe del Estado y a la mañana siguiente, cuando se despertó, su principal cometido era convertirse en invisible. Tanto, que ni siquiera pudo asistir a la proclamación de su hijo como Rey , y tuvo que resignarse a seguirla por televisión. Desde el primer momento, debía empezar a practicar el perfil bajo para no eclipsar con su enorme figura, después de casi 39 años en la cúspide del Estado, el incipiente reinado de Don Felipe.

Sin precedentes

Por sentido dinástico, Don Juan Carlos sabía que tenía que ser así y que, a sus 76 años (el pasado 5 de enero cumplió 77), tendría que aprender a dejar de ser el Rey. Iba a ser el primero de su familia en hacerlo desde hacía siglos. Su abuelo, Alfonso XIII, lo había aprendido a la fuerza en el exilio mientras que la renuncia de su padre, Don Juan, aunque fue muy generosa, no era comparable con su caso, pues nunca llegó a reinar

Una de las pocas personas con las que Don Juan Carlos había compartido la confidencia de su abdicación era el expresidente del Gobierno, Felipe González, quien siempre lamentó el difícil papel de los ex: «Para mí, los expresidentes son como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. Se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes», afirmaba González. Si difícil es el papel de los expresidentes, más complicado aún es el de un Rey retirado, sobre todo con el bagaje histórico de Don Juan Carlos, su personalidad arrolladora y el interés que genera en la prensa. Allá donde va sigue recibiendo homenajes, organizados o espontáneos.

Como todas las personas que se retiran, él también ha cambiado de función, de despacho y de sueldo. Cuando era Jefe del Estado cobraba 140.519 euros en concepto de dotación y 152.233 en concepto de gastos de representación. En total, 292.572 euros. Ahora cobra 187.356.

A las órdenes de su hijo

Su función depende de lo que le encarguen el Rey o el Gobierno. Después de 39 años mandando, Don Juan Carlos ha pasado a ponerse a las órdenes de su hijo, de quien se siente «orgulloso». Y lo ha hecho disciplinadamente. Como miembro de la Familia Real, sólo puede desarrollar, con carácter de exclusividad, las actividades de naturaleza institucional que se le encomienden.

En este primer año su actividad oficial ha sido muy reducida en comparación con la etapa anterior. En sus buenos años -antes de la racha de operaciones-, en su agenda se llegaban a contar hasta 200 actos públicos, muchos más sin cobertura de prensa y una veintena de viajes oficiales. En el año que ha transcurrido desde que abdicó, Don Juan Carlos sólo ha asistido a 21 actos públicos, ha realizado dos viajes oficiales al exterior (uno a Colombia y otro a Uruguay y Estados Unidos) y ha pronunciado ocho discursos.

Más numerosos que sus viajes oficiales han sido los privados. Ha estado en Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Bahrein, Estados Unidos (California), República Dominicana y Bahamas, entre otros países, así como en numerosas ciudades españolas, en las que ha visitado un buen número de restaurantes y se ha dejado agasajar por sus viejos amigos.

También ha cambiado su entorno de trabajo. El que fue su despacho durante más de cuatro décadas, que está comunicado con su vivienda, tampoco le pertenece ya. A cambio, tiene un pequeño despacho en su residencia y dispone de otro en la planta baja del Palacio Real , al que suele acudir todas las semanas. Así se evitan encuentros fortuitos con las visitas del nuevo Monarca.

Mes a mes, Don Juan Carlos aprende a llenar su nueva vida, pero lo que no ha cambiado, y así lo afirma, es su deseo de seguir siendo útil a España. También Don Felipe sabe que tiene en su padre al mejor conocedor del oficio de Rey.

Cuando el Rey tuvo que aprender a dejar de ser el Rey

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