historias de la corona
El triunfal recibimiento del Rey en Barcelona a su regreso del exilio
Se cumplen 140 años de la Restauración de la Monarquía tras el fracaso de la I República
Hace 140 años los españoles asistían con un enorme estusiasmo, según las crónicas de la época, a la Restauración de la Monarquía tras el fracaso de la I República. Con la llegada del joven Rey Alfonso XII, de 17 años, se quería cerrar una etapa de gran inestabilidad en la que hubo cuatro presidentes en once meses.
Nacido en el Palacio Real de Madrid, Alfonso había abandonado España en 1868, cuando su madre, Isabel II, fue destronada por la Revolución. Durante su ausencia, las Cortes habían elegido un nuevo Rey extranjero, Amadeo de Saboya, que solo reinó tres años (1870-73) y cuya salida convirtió a España, por primera vez en su su historia, en una República.
Aquella experiencia no salió bien y empezaron a surgir cada vez más voces en defensa de la Restauración de la Monarquía. Pero aquella nueva Monarquía debía restaurarse en la persona del joven Alfonso, convertido en el Jefe de la Dinastía desde la abdicación de su madre en París el 25 de junio 1870.
En el exilio, Alfonso se formaba como futuro Rey y esperaba la llamada de los españoles por cauces pacíficos y legales, pero todo se precipitó el 29 de diciembre de 1874, cuando el general Martínez Campos, en un pronunciamiento militar, proclamó Rey a Alfonso XII.
La primera tierra española que Alfonso XII pisó convertido en Rey de todos los españoles fue Barcelona, a donde llegó el 9 de enero de 1875 a bordó de la fragata «Navas de Tolosa» procedente de Marsella. Allí recibió «una serie no interrumpida de conmovedoras ovaciones» por parte de los catalanes, según las crónicas de la época.
También los telegramas oficiales destacaban el entusiasmo de los barceloneses, como se puede apreciar en el que el marqués de Molins, ministro de la Marina, envió al Gobierno para dar cuenta de la llegada del Rey a Barcelona:
«Alfonso XII recibido en Barcelona como Rey por autoridades y por inmenso pueblo, con el vivo interés que inspira su dignidad, y más su persona y su proclamación. Vapores salieron de Barcelona hasta el límite de la provincia por la costa a las tres de la madrugada, con músicas y fuegos: navegación como en un lago. El Rey ha confiado su entrada al amor de los catalanes, y el éxito ha excedido a las esperanzas de todo el mundo. La bahía y la ciudad, intransitables por llenas; indescriptibles por entusiastas; los corazones unánimes. ¡Dios protege a Alfonso XII! SM saldrá para Valencia mañana a las dos».
Tras el almuerzo en Barcelona, Alfonso hizo un brindis con el que correspondió al afecto que le habían mostrado aquellos catalanes: «Brindo por las provincias catalanas, cuya capital acaba de recibirme tan brillantemente y con tanta simpatía. En ellas veo yo en este momento la representación de todas las de España, con votos sinceros, que del fondo del corazón hago, para la ventura de todos. Declaro mi resolución de consagrarme decididamente a procurar su prosperidad, contando con el especial apoyo del Ejército y de la Marina, que quiero más para la paz que para la victoria».
Desde Barcelona, viajó a Valencia y luego a Madrid, a donde llegó el 14 de enero. Pero su entrada triunfal de aquel día, a lomos de su caballo blanco y aclamado por la multitud, es otra crónica.
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