Cine negro
Durante años nos hemos movido entre la españolada y el cine español sin saber qué era peor
Actualizado: GuardarSubido en el tobogán de la crisis de taquilla y en su eterno dilema de identidad el cine español anuncia malos tiempos. El presidente de los productores informa de la caída en picado tanto de la recaudación como del número de rodajes en un sector que ya venía languideciendo con un 20% de la cuota de pantalla pero que a finales de este año, si no lo remedia un taquillazo tipo Torrente, no pasará de un 13%.
Durante décadas, como las especies en peligro de extinción, al cine se le ha tenido en una incubadora calentito por las bombillas de la subvención en la vana esperanza de que a fuerza de calorcito acabase por brotar una generación que tomase el lejano relevo de la triple B (Berlanga, Bardem, Buñuel). Pero nos hemos tenido que conformar con dioses menores o elevar obras medianillas a categoría de excelsas para seguir regando el huerto pese a la magra cosecha. Al final de la escapada el cliente acaba por tener razón y como sigue subiendo el precio de la entrada y mayoritariamente nuestros cineastas continúan aferrados al cine de autor, pues van cerrando cines y bajando la cuota de pantalla del producto nacional. No creo que en este caso la piratería se haya convertido en un problema. No veo a muchos voluntarios descargándose 'El Pagafantas' por citar una que no estuvo mal.
En otro tiempo la cosa se pudo poner peor porque la fiebre autonomista también contagió al cine y se empezaron a acuñar una tras otra etiquetas de cine vasco, cine catalán, cine andaluz, cine mediterráneo, cine gallego. Algunos que no lo vieron, ni lo sufrieron, creerán que estoy de broma. Pero fue cierto, aunque la verdad es que duró poco. La suma de los egos habituales en el séptimo arte hispánico con la cultureta folclórica e identitaria-localista produjo auténticos horrores. A la pretenciosidad habitual se sumaron los elementos autóctonos de cada territorio con el resultado imaginable; todo a precio de oro porque muchas veces el afortunado creador logró embolsarse la ayudita local y la del Estado central. Para justificar semejante dispendio siempre estaba a mano, como coartada, el cine francés también subvencionado y sin embargo floreciente como industria y refinado como producto. Las diferencias son abismales pero está ahora en pantallas un pedazo de cinta francesa ('Intocable') que es toda una declaración de principios de cómo se hace cine de verdad. Aquí es urgente el cambio de rumbo. En cuarenta años nos hemos movido entre la españolada y el cine español sin saber que era peor : o vulgar o fatuo. El problema no es hasta dónde elevará el ministro Wert las desgravaciones fiscales en la nueva Ley de Cine sino en que nos despojemos de los vicios de la moralina, el sectarismo, las obsesiones sicológicas, los estereotipos y acabemos haciendo solo cine de verdad.