Eichmann y Kony
El TPI está lejos de ser perfecto, pero 50 años después de la ejecución del dirigente nazi hay un tribunal de derecho internacional, que supone una poderosa razón para ser optimistas
ANALISTA POLÍTICO Actualizado: GuardarHace 50 años, en la primavera de 1962, un genocida fue ejecutado en Israel. Durante el juicio, un hombre delgado de mediana edad y con gafas se había sentado en el banquillo detrás de una mampara de cristal blindado, expuesto a todos en la sala del tribunal y a las filas de cámaras de televisión que transmitieron el evento en directo a un público global. Aunque el fiscal no alegó que su defendido hubiera matado a nadie directamente, el acusado tuvo que explicar su papel en uno de los crímenes más execrables de la historia humana. El acusado fue uno de los principales artífices del holocausto nazi y se llamaba Adolf Eichmann.
La historia de Eichmann es fascinante y escalofriante al mismo tiempo. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue capturado por los aliados que no conocían plenamente el papel fundamental que había desempeñado en el holocausto y logró a escapar. Con la ayuda de simpatizantes nazis en la red ODESSA se le dio una nueva identidad y los papeles que necesitaba para emigrar a la Argentina y conseguir un trabajo en Buenos Aires. Si Eichmann no se hubiera jactado ante unos amigos de su importante papel en el régimen de Hitler, probablemente los servicios secretos israelíes no lo habrían identificado nunca. Pero sí lo hicieron y en 1960 fue secuestrado y llevado a Israel para enfrentarse con la justicia nacional.
Casi todo lo que los israelíes hicieron entonces fue de dudosa legalidad. Eichmann no había cometido ningún crimen en Israel. El fiscal del Estado llevaba años preparándose para el juicio y disfrutaba de pleno acceso a los archivos mientras que la defensa no tenía ni dinero ni recursos. No es de extrañar que muchos de los testigos para la defensa, exnazis, no estuvieran dispuestos a viajar a Jerusalén sin una promesa de inmunidad, que el Gobierno israelí no estaba dispuesto a otorgar. Y obviamente, el secuestro en las calles de Buenos Aires suscitó una polémica diplomática con Argentina y la operación fue condenada en la ONU.
Está muy claro que el juicio de Eichmann en Jerusalén hace 50 años casaba con la justicia natural. Sin embargo, a muchos les preocuparon el procedimiento y los trámites. El veredicto fue justo pero muy cuestionable el proceso y sin efecto realmente disuasorio, ya que difícilmente los israelíes podrían repetirlo alguna vez más.
Pero desde entonces el desarrollo del marco de la justicia global ha sido imparable. En las últimas semanas, la opinión pública en muchas partes del mundo ha vuelto a exigir un juicio de otro dirigente que asesina sin piedad, Joseph Kony. Entre otros excesos, Kony y su Ejército de Resistencia del Señor (ERS) -motivado por una fuerte lealtad tribal y el fanatismo religioso- han llevado a cabo una campaña de genocidio contra los habitantes del norte de Uganda. Se estima que miles de inocentes fueron asesinados en una escalada de violencia sin sentido, desencadenada por el ERS en los 90 y principios de este siglo. Y por si fuera poco, Korny ha reclutado a miles de niños para perpetrar las violencia más terribles. Un vídeo colgado en You Tube sobre las actividades de Kony ('Kony 2012') ya es uno de los más visto en el Internet y, según la ONG que realizó el rodaje, el sitio ha sido visitado por más de cien millones de personas. Un puñado de famosos se ha unido a la campaña para exigir la búsqueda y captura de Kony e incluso el presidente Obama ha escrito un tuit para impulsar la campaña.
En el medio siglo transcurrido desde el juicio de Eichmann, los avances en el concepto de la justicia global han sido muy importantes y el caso de Kony ofrece razones para ser optimistas.
El alcance de una operación de búsqueda y captura puede ser mucho mayor y para aquellos que participan en un genocidio resulta bastante más complicado que nunca esconder sus crímenes. Como han demostrado los hechos con el jefe de Al Qaida, Osama Bin Laden, o el líder serbobosnio Radovan Karadzic, vivir bajo el anonimato no brinda una protección infalible. Ahora es mucho más difícil llevar una vida de aparente normalidad -como lo hizo Eichmann- gracias a la capacidad de las fuerzas de seguridad para intercambiar información en tiempo real y medio mundo puede estar implicado en la búsqueda interfiriendo las comunicaciones y utilizando las redes sociales.
Más importante aún es el desarrollo del Tribunal Penal Internacional (TPI) que se estableció hace diez años en La Haya. Los trámites del juicio de Eichmann tuvieron muchos fallos porque este tuvo lugar en Israel, pero ya no hace falta que un país actúe en solitario. Ahora existe un marco jurídico internacional bajo el que quienes cometan delitos contra civiles pueden ser llevados ante la justicia. Déspotas de los Balcanes y de África se encuentran ahora ante el TPI sometidos a unos procesos imparciales bajo el imperio de la ley.
Por supuesto que el TPI está muy lejos de ser perfecto y queda mucho para que culmine el proyecto. Pero 50 años después de la ejecución de Eichmann, hay un tribunal de derecho internacional que da una poderosa razón para ser optimistas.