Sociedad

Un crimen sin resolver en el sermón de Viernes Santo

El predicador vaticano sorprendió con su aviso de «no llevarse secretos a la tumba», clara mención al 'caso Orlandi', la chica desaparecida en 1983 en un escándalo que salpica a la Santa Sede

ROMA. Actualizado: Guardar
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El 'caso Orlandi', la desaparición de una chica de 15 años en 1983, es uno de esos históricos misterios italianos en el que se sospechan tremendas implicaciones de grandes poderes, en este caso del Vaticano, sin que nunca se lleguen a resolver, pero algo se está moviendo últimamente y, por sorpresa, este sucio asunto se coló en la mismísima misa de Viernes Santo en la basílica de San Pedro. Ante Benedicto XVI, el predicador pontificio, Raniero Cantalamessa, habló en su homilía del arrepentimiento y, de repente, se puso enigmático: «¡Cuántos delitos atroces se han quedado sin culpable en los últimos tiempos, cuántos casos sin resolver! (...) ¡No os llevéis con vosotros a la tumba vuestro secreto!». En Italia se ha interpretado sin ninguna duda que hablaba del 'caso Orlandi', pues en los días previos había vuelto a ponerse de actualidad. Pero sobre todo porque las últimas investigaciones apuntan que alguien en el Vaticano sabe la verdad y solo si habla podrá aclararse el caso.

La homilía del Viernes Santo, presidida por el Papa y seguida del Via Crucis, es uno de los momentos principales del año para la Iglesia católica, y es inaudito que un tema tan escabroso se cuele en esta celebración. Pero es que la pinta del 'caso Orlandi' es de una gravedad extraodinaria. Emanuela Orlandi, desaparecida en junio de 1983 en el centro de Roma, era hija de un empleado de la Santa Sede, ciudadana vaticana y vivía dentro de los muros apostólicos. Con los años y tras goteos de indicios, las últimas tesis dibujan un cuadro inquietante. Orlandi habría sido secuestrada por la Banda de la Magliana, peligroso grupo criminal romano de la época con conexiones con los servicios secretos, para presionar al Vaticano y que le devolviera enormes sumas de dinero que le había prestado. En concreto, al controvertido monseñor Marcinkus, director del banco vaticano, el IOR, e implicado en sus escándalos. El IOR era entonces un túnel de lavado de dinero de la Mafia y otros criminales, pero también vehículo para financiar actividades estratégicas de la Iglesia como, entre otras, el sindicato polaco Solidarnosc, que combatía el régimen comunista.

En los últimos años se ha reabierto la investigación con nuevas pistas, algunas asombrosas, como el hecho de que el jefe de la Banda de la Magliana esté enterrado en una basílica del centro de Roma. En diciembre el hermano de la víctima, Pietro Orlandi, presentó 40.000 firmas para pedir al Papa que revele la verdad y fue recibido por su secretario, Georg Gaenswein. La polémica se acentuó en febrero con la filtración de un documento reservado en el que el portavoz vaticano, Federico Lombardi, admitía sus dudas sobre puntos oscuros del caso y se agravó en enero cuando Pietro Orlandi y otros manifestantes pillaron a un presunto agente de la Gendarmería vaticana haciéndoles fotos en una protesta.

Todo ello llevó la semana pasada a un líder del centro-izquierda, Walter Veltroni, a hacer preguntas parlamentarias sobre el tema y desde la Fiscalía de Roma se exigió al Vaticano que quien supiera algo hablara de una vez. Tras la sorpresa del Viernes Santo, Orlandi tiene esperanzas: «Creo que algo se mueve en el Vaticano. Es una señal».