El representante de Arabia Saudí en la Liga Árabe, durante la reunión de ministros de Exteriores celebrada ayer en Bagdad. :: AHMED JALIL / EFE
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El-Asad gana el pulso a la Liga Árabe

En vísperas de la cumbre regional en Bagdad, el organismo panárabe acepta una transición comandada por el dictador

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«La cumbre de Bagdad será el comienzo de una nueva etapa en la historia de la región árabe», fueron las palabras del ministro de Exteriores iraquí, Hoshiyar Zebari, en la jornada de presentación de la XXIII cumbre árabe, que, después de un año de retraso, acoge Bagdad entre excepcionales medidas de seguridad. Durante los próximos tres días los representantes de los 21 países que forman parte de la Liga Árabe discutirán una agenda eclipsada por la crisis de Siria. La mediación en el conflicto del ex secretario general de la ONU y enviado especial para las negociaciones con Damasco, Kofi Annan, empieza a dar frutos y se ha abierto una nueva puerta para la esperanza con un plan de seis puntos al que Bashar el-Asad ha dado su visto bueno.

«Debe haber una solución política que traiga cambios profundos al país y que permita la transferencia de poder, pero a través de un proceso interno liderado por los propios sirios con el apoyo de la comunidad internacional», señaló Zebari dibujando las líneas maestras del último plan de paz que, a diferencia de anteriores propuestas árabes, no recoge la necesidad de la dimisión de El-Asad. Este es el caballo de batalla entre los propios miembros del organismo ya que países líderes como Catar o Arabia Saudí han exigido desde el inicio de la crisis la salida del poder del presidente sirio e incluso han hecho llamamientos a armar a la oposición para combatir a las fuerzas del régimen.

El papel de la figura de El-Asad será uno de los puntos clave en la discusión de la propuesta de Annan, cuyos ejes principales pasan por el cese de las hostilidades bajo supervisión de Naciones Unidas, la puesta en libertad de los detenidos en las protestas y el envío de ayuda humanitaria. La protección diplomática de China y Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU y el apoyo directo de Irán han blindado a un régimen que resiste pese a la presión internacional y las sanciones impuestas por una represión que ha dejado más de 9.000 muertos.

Mientras la comunidad internacional mira a Bagdad esperando el fin del baño de sangre en Siria, las imágenes de Bashar el-Asad recorriendo el pasado martes las calles de Homs, auténtica ciudad mártir de la revuelta, daban la vuelta al mundo. Pese a la gran expectación levantada, Damasco se apresuró ayer a anunciar que rechazará «cualquier iniciativa de la Liga Árabe», organismo del que se encuentra suspendido desde el pasado noviembre como medida de castigo por la represión contras las movilizaciones antigubernamentales. Además, aunque se dio el visto bueno a los seis puntos de Annan, los opositores denunciaron una nueva jornada sangrienta que se saldó con decenas de víctimas por los «ataques con armamento pesado por parte del Ejército» en distintos bastiones rebeldes como Hama, Deraa o la propia ciudad de Homs.

Retorno a la primera línea

La «nueva etapa» a la que hizo alusión el responsable de Exteriores de Bagdad en su alocución se refiere al retorno de Irak a la primera línea política después de dos décadas marcadas por guerras, invasiones y terrorismo. Se trata además del primer gran encuentro tras la 'primavera árabe' y se produce en medio del nuevo escenario que se vislumbra en Siria tras la implementación del plan de Kofi Annan. Sin embargo, la oposición a El-Asad -que no consigue dejar a un lado sus diferencias y lograr acuerdos- lo considera «una manera de ganar tiempo». Así lo afirma Adib Shishakly, miembro del Consejo Nacional Sirio. «Cada hora que perdemos significa la muerte de cinco personas. El tiempo es vida», denunció.

Con las cicatrices de la invasión estadounidense aún abiertas y la amenaza del terrorismo latente tras unas últimas semanas con decenas de muertos, «Irak es un ejemplo de los riesgos que una intervención extranjera puede generar en una región religiosa, étnica y políticamente tan diversa», apunta un diplomático europeo con larga trayectoria en la zona. El vecino sirio ocupa hoy las portadas que durante ocho años ocupó Irak tras la caída de Sadam Hussein robándole el protagonismo que merece un país que ha sobrevivido a una guerra sectaria y que «trata de reivindicar su arabismo frente al resto de países que le ven como una marioneta en manos de Irán».

Las autoridades iraquíes han decretado una semana de fiesta para intentar vaciar las calles de Bagdad, se han cortado las líneas de los teléfonos móviles varias horas al día y desplegado tres cinturones de seguridad para intentar abortar cualquier intento de atentado por parte de una insurgencia que tiene la cumbre en su punto de mira. El primer ministro Nuri al-Maliki ejerce de anfitrión de una reunión que llega en medio de la enésima crisis de política interna debido a las diferencias insalvables entre la mayoría chií y la minoría suní. Las próximas 72 horas serán un paréntesis en la política doméstica y se mirará sobre todo a la vecina Siria.