Sociedad

Locura por la Gioconda de El Prado

El público recibe con entusiasmo la vuelta al museo de la enigmática tabla, que viajará en marzo a París para exhibirse con su 'gemela'

MADRID. Actualizado: Guardar
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Es una estampa habitual en el Louvre pero insólita en el Prado. Cientos de personas arremolinadas, cámara en ristre, ante la Gioconda de Madrid, la hermana 'gemela' de la Mona Lisa de París. Minutos después de que ayer se abriera la sala que albergará la restaurada tabla hasta el próximo 13 de marzo, se desató la locura. Una marea humana pugnaba por acercarse al cuadro pintado por una mano aún desconocida pero ante la vigilante mirada de Leonardo da Vinci hace cinco siglos. En ello coinciden los expertos, conservadores y restauradores del Prado que ayer daban cuenta oficialmente de los detalles de un hallazgo excepcional que ha revolucionado el mundo del arte.

Una presentación que volvió a dejar más preguntas que certezas. ¿Quién la pintó? ¿Cuándo? ¿Cómo llegó a España? ¿Quién y por qué cubrió el delicado paisaje del fondo con óleo negro? Son cuestiones que siguen en el aire. El conservador Miguel Falomir, la investigadora Ana González Mozo y la restauradora Almudena Sánchez Martín han sido los encargados de obrar el milagro y hacer que la mágica tabla brille esplendorosa en la sala 49 del museo. Está apenas a unos metros de la 56-B, en la que permaneció durante décadas sin generar excesiva atención y a la que regresará en junio desde París. Se expondrá catalogada como 'La Gioconda, taller de Leonardo' junto a joyas de Rafael, Fra Angélico o Boticelli.

El poderoso colorido de esta Gioconda madrileña se puede apreciar sin cristal protector y a muy corta distancia, algo impensable en comparación con su 'hermana' parisina, mucho más lúgubre, de color muy apagado y atrapada en una cárcel de cristal. Veremos si el entusiasmo del público masivo no deriva en furor y obliga a marcar distancias o a proteger a la Gioconda del Prado con vallas o vidrios. De momento, los vigilantes de seguridad del Prado sufrieron lo suyo cuando se les ordenó impedir el ametrallamiento fotográfico de la pintura.

El Louvre pidió al Prado en 2010 que estudiara su copia ante la exposición que la pinacoteca parisina dedica a partir del 29 de marzo a la 'Santa Ana' de Leonardo. El trabajo dio frutos «sorprendentes», según el director adjunto del Prado, Gabriele Finaldi. «Confirmó la excepcional conservación de nuestra pieza, que se ejecutó al tiempo que la de París y que nos permitirá conocer mejor la del Louvre».

La Gioconda del Prado llevaba casi tres siglos en las colecciones reales, pero sólo el año pasado se puso en valor al quitar el denso repinte negro del siglo XVIII que ocultaba el fondo. Dos años ha necesitado el taller del Prado para concluir un complejo proceso de restauración, tras constatar que la «excepcional» conservación de la tabla permitía quitar los repintes sin peligro. Fue «una auténtica revelación» para Almudena Sánchez Martín, que destacó cómo con la feliz intervención se devuelve el volumen y la monumentalidad a la joven figura y «se abre una ventana que llevaba cerrada más de dos siglos». «Hasta ahora parecía otra copia más, pero hoy la Gioconda del Prado es la versión más importante de todas las conocidas», apuntó Ana González Mozo.

El ojo de Leonardo

Los estudios y la restauración «confirman la elaboración paralela» de las dos Giocondas, a las que cabe llamar gemelas sin temor a errores. Ambas figuras son idénticas en dimensiones y morfología y cada corrección del dibujo bajo la pintura original de la de París se repite en la del Prado. Se aprecia en la alteración del contorno de la cintura, la posición de los dedos, el perfil del velo y el de la cabeza e incluso ajustes de los perfiles de las mejillas y el cuello.

No cabe duda de que el ojo de Leonardo estuvo muy atento a esta Gioconda, pintada sobre nogal. Lo que no sabemos es cuál de los discípulos del genio florentino la pintó, aunque todas las papeletas se reparten entre los jóvenes Salaï y Melzi. Fuera quien fuere, tuvo a la vista el trabajo del maestro Leonardo y realizó las mismas correcciones, según demostraron las técnicas más avanzadas. Se han documentado las coincidencias desde el dibujo preparatorio hasta los últimos estadios de elaboración de ambas pinturas. El discípulo pintó junto al caballete del maestro, y repitió paso por paso los planteamientos, arrepentimientos y correcciones de Da Vinci. La diferencia radica en el muy leonardesco 'sfumato', ausente en la Mona Lisa de Madrid, y en las cejas que sí tiene la de Madrid y no la del Louvre.

Con todo, desde el Prado se habla siempre de «copia» para referirse a la tabla de Madrid y de «original» cuando se habla de la de París. Se insistió en la excepcional calidad de los materiales y en que el hecho de ser realizada a la par que el original «da sentido a la hipótesis de un duplicado de taller, realizado al mismo tiempo y con acceso directo al proceso de ejecución de Leonardo».