REFLEXIONES

RAÚL Y MESSI

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Raúl y Messi. Messi y Raúl. El fin de semana nos dejó dos gestas de dos de las grandes figuras del fútbol mundial en los últimos veinte años. El mismo día en el que Messi decidió agrandar más aún su leyenda repitiendo la hazaña de marcar cuatro goles en un mismo partido (ya lo hizo hace un par de años en un partido de Champions ante el Arsenal), Raúl lograba a miles de kilómetros, en tierras alemanas, el gol 400 en su carrera.

A estas alturas de la película pocos dudan que en Messi tenemos al mejor jugador de todos los tiempos, admitiendo la lógica evolución de la especie, también la futbolística, conforme pasan los años, mejoran las prestaciones y la tecnología avanza al servicio del deporte. El lugar de Raúl en la historia empuja mucho más a la discusión, pero forma parte del encanto y el aura especial que le acompaña desde que puso los pies en La Romareda allá por octubre de 1994. Dominar los partidos y el juego de ataque como hace Messi, exhibir tal superioridad ante los defensas rivales o decidir tantos y tantos partidos como ha hecho el argentino, y en los momentos de tensión que siempre ejecuta sus acciones, es admirable. Debutar con 17 años, revolucionar el fútbol de tu país en época de depresión futbolística (que la económica ya la tenemos por delante), convertirte en un símbolo del club con mayor repercusión mundial después de marcar 323 goles, aceptar el reto de experimentar nuevas sensaciones en un equipo menor de una liga menor'; llegar, competir y sumar 33 goles más a los 44 logrados con la selección, también es de ser superior y no lo de Butragueño y Florentino Pérez. La velocidad con la que ejecuta el argentino es similar a la capacidad que tiene el español para anticiparse a las jugadas; discutidos en sus respectivos países y admirados en el resto del planeta, pero competitivos dentro de un gremio cada vez más endiosado y menos preparado para hacer lo que mejor deberían hacer: ¿jugar al fútbol? No. Dar ejemplo a aquellos que les adoran. Como Messi y Raúl.