Sociedad

ILUMINAR LA PENUMBRA

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No se ponen de acuerdo los acomodadores. La sala está a oscuras, pero todos quieren poner en su localidad a quien ha comprado su entrada, sin tener en cuenta que tienen un culo de mal asiento. El titular de Hacienda, señor Montoro, cuya capacidad de seducción es muy moderada, tiene dudas acerca de la capacidad de España para cumplir el déficit comprometido con la Unión Europea. Su incertidumbre ha sido rectificada, que no disipada, por la pequeña y voluntariosa coronela Soraya Sáenz de Santamaría, que está decidida a que los españoles no reparemos en nuestros gastos y nos resignemos a pasarlo cada año peor que el anterior. «Hoy no se fía, mañana sí», que decía aquel eterno letrero de las tabernas cuando era el único casino de las llamadas clases populares.

El hecho de que un miembro del Gobierno desmienta a otro demuestra que todos andan mal de la cabeza. Lo prometido es deuda pública, ¿pero podremos cumplir nuestras promesas? La voluntad y la determinación no bastan, por más que se realicen esfuerzos y reformas. Para trasladar un piano en brazos de un barrio a otro no sólo es preciso haber estudiado solfeo. Muchas dudas caben sobre los resquicios de nuestra desbaratada economía, pero quizá no sea la mejor solución que la vicepresidenta del Gobierno desmienta a los ministros de Economía y Hacienda. O unos tienen razón o bien los otros la han perdido, aunque también entra dentro del infinito campo de lo posible que nadie la tenga. Llevar razón es pesadísimo, además, si alguien se empeña en llevarla siempre, es una mezquindad, según Borges, que tenía «voluntad de transparencia al sonreír».

El Código Penal inhabilitará a los políticos que han despilfarrado el dinero nuestro. Queremos que se vea claro en la penumbra de la sala, pero eso depende del voltaje de las linternas de los acomodadores. ¡Luz, más luz!, y sobre todo ¡vergüenza, más vergüenza!