LA ESTATUA
Actualizado: GuardarPara ser un buen iconoclasta no es necesario que alguien sienta el impulso de derribar lo que otros han construido: basta con que esté ahí. Quizá por eso sea cierto que en el arte escultórico, todo lo que no sea una diosa es un cachivache urbano ideado para estorbar la circulación.
El gran Julio Camba, que creía en muy pocas cosas y solo a medias, decía que era preferible que un gran escultor hiciera la estatua de un hombre insignificante a lo que comunmente sucede, que es lo contrario, ya que se le suele encargar a un escultor insignificante la estatua de un gran hombre. Para llegar a un justo término medio, en el aeropuerto de Castellón, por donde por cierto no pasan aviones, se ha erigido un monumento de 25 metros y 20 toneladas a don Carlos Fabra. El aeropuerto está cerrado, pero la discusión se ha abierto. No hay vuelos, pero existe un gran revuelo.
La gente normal, que es la que no acostumbra a mearse en las estatuas, se pregunta si era imprescindible erigirle ésta al presidente provincial del PP cuando en su partido se nos invita a todos a prescindir de tantas cosas necesarias. La verdad es que no se entiende nada, pero todo se hace comprensible cuando se elabora un catálogo de cómplices. Ni siquiera Urdangarín actuaba solo, sino en compañía de otros caballeros que quizá se queden a la intemperie cuando no haya más remedio que tirar de la manta.
Los previsores del porvenir están haciendo excavaciones, ya que la economía está por el suelo. Vaticinan que este año se destruirán entre 350.000 y 400.000 puestos de trabajo. Han hecho falta muchos iconoclastas para alcanzar ese record, pero no hay que desanimarse, ya que lo superaremos pronto. El aguante del pueblo español, que aunque no conozca límites, parece que es infinito, se va a poner de nuevo a prueba. Habría que hacerle una estatua a los que viven con el salario mínimo y con las promesas máximas. No sería cara, ya que se han quedado de piedra.