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Todas las caras del desengaño
'La traición' utiliza los recursos del thriller para plantear una trama trepidante con la fidelidad a uno mismo como fondo El jerezano Pérez Padilla reflexiona en su primera novela sobre las razones de la deslealtad
JEREZ. Actualizado: GuardarCarlos toca al piano el 'cantabile' de la Patética y poco después sale rodando por las escaleras de una boca de metro. Baja. Álvaro corre cinco kilómetros en cinta a las 4.30 de la mañana, desayuna cereales con germen de trigo, llega en porsche hasta la sede de Magne Consulting y toma el ascensor hasta la planta 57. Sube. 'La traición' (Anubis Editorial) enfrenta sus historias a lo largo de 170 páginas premeditadamente escritas con dos tonos y a dos voces -primera persona, tercera persona-; alterna pasajes rápidos -frases cortas, ritmo cinematográfico- con otros más serenos y reflexivos; encaja una trama expeditiva, fulminante, de conspiraciones y brokers, con otra pequeña, íntima, de carencias y variaciones emocionales -o quizás sea al revés-. En definitiva: hace de la oposición, del contraste (tanto temático como formal) la costura de una primera novela planteada con ambición y resuelta con una rara eficacia.
A su autor, José Manuel Pérez Padilla, jerezano del 75, se le ven las mañas de arquitecto -lo es- y también los 'tics' de fotógrafo -'cantan' en la descripción de ambientes-. Pero, sobre todo, en sus páginas laten las influencias de Capote, Wolfe, Auster y McCarthy. «Son referentes -admite-, junto con otros en castellano, claro, como Vargas Llosa y Delibes». De cada uno de ellos hay algo -una sombra, un eco- en las historias -no exactamente cruzadas- de Álvaro y Carlos. «La pregunta inicial, la que alumbró 'La traición', fue ésta: ¿Hasta dónde puede transformarse una persona si la empujan las circunstancias?»
De esa pregunta original se derivan otras tantas: ¿Hasta qué punto puede alguien dejar de ser quien es cuando el contexto se lo exige? ¿Hasta qué punto se es consciente del proceso mientras sucede? ¿Hasta qué punto esa transformación es socialmente imprescindible? Pérez Padilla aborda estas cuestiones, pero no desde una perspectiva teórica, densa ni moralista, sino mediante un relato en el que prima la acción y que a veces se reivindica como thriller y a veces como novela psicológica, con todas las limitaciones al respecto que implica una extensión muy medida, tan milimétricamente ajustada a la trama que casi no deja margen a los matices.
La coartada perfecta
«Cuando la idea estaba bastante desarrollada, me encontré en la prensa con la noticia de Jerome Kerviel, un ejecutivo que había causado la pérdida de unos cinco mil millones de euros a la empresa para la que trabajaba». La coartada perfecta para plantear la reflexión desde la acción. «Álvaro Duarte es un ganador, calculador, estricto, una especie de dandi moderno; su pareja, sin embargo, es una mujer con inquietudes culturales y sensibilidad artística, menos cuadriculada y menos sofisticada, que encuentra en Carlos un alma gemela».
«A través de ellos, y de varios secundarios que también tienen peso en la novela, he querido hablar de cómo la vida, en ocasiones, nos hace adoptar posiciones que, de entrada, habíamos descartado, posiciones en las que antes nunca nos habríamos reconocido, pero que acaban por transformarnos. No hay una intención de moralizar, sino de colocar a estos personajes ante una coyuntura determinada, observar cómo actúan y dejar al lector la responsabilidad y la libertad de comprenderlos o no. Aunque la trama utiliza como excusa un 'affaire' relacionado con los negocios, lo cierto es que se habla de cuestiones más genéricas, como la ambición, el deseo o la soledad».
En 'La traición' no hay triángulos al uso, ni reproches cruzados ni componendas psicológicas retroalimentadas para enfriar la conciencia. Ni siquiera está muy claro quién se merece qué, y el castigo o el premio -ya sea en el plano de los negocios, con sus especulaciones consustanciales, o en el amoroso, con sus propias dialécticas morales- nunca son consecuencias inmediatas ni proporcionales. «Adónde nos llevan nuestras decisiones es algo que solo se ve, si es que se ve, a largo plazo. Como autor, sentía que no me tocaba a mí juzgar a los personajes sobre la marcha, aunque creo que el lector también se cuidará de hacerlo».
Posiciones defensivas
Pérez Padilla se refiere a un conocimiento transversal, sutil, bastante solapado, que cruza por toda la novela: Para ser rigurosos con los demás hay que tener la conciencia muy limpia -«lo cual ocurre de vez en cuando»-, o muy mala memoria -«lo cual ocurre constantemente»-. Y eso sirve para todos. El ejecutivo de 'La traición', por ejemplo, parece un tipo inmaculado. «hasta que deja de parecerlo». Y Carlos. Y Beatriz. Cada uno se deja guiar, más tarde o más temprano, por sus propios anhelos o se rinde a sus propias insuficiencias.
«Sí, los personajes se justifican ante sí mismos porque ésa es la mejor forma de protegerse». Solo el lector, desde una perspectiva externa, global y en cierta forma ajena, observa esos procesos de transformación y asiste como un espectador privilegiado a los entresijos de 'La traición', sopesando la escalada de hechos que coloca a los personajes ante una decisión u otra. «Pero en la vida, evidentemente, nunca tenemos esa opción, así que nos encerramos en posiciones defensivas». De ahí las palabras de Beatriz cuando, metafórica y literalmente, alguien llama, por fin, a su puerta: «Si vienes vendiendo algo, la respuesta es no».