Una densa nube de humo cubre las calles cercanas a la plaza, donde se libra una intensa batalla. :: AFP
MUNDO

El Ejército egipcio afronta su mayor desafío

El Gobierno dimite ante el recrudecimiento de las protestas contra los militares en El Cairo

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Egipto continúa sumido en el caos cuando apenas quedan cinco días para la celebración de las primeras elecciones democráticas tras la caída de Hosni Mubarak. A la tensión que se vive en el país por los altercados que enfrentan desde el sábado a manifestantes y policías en la plaza Tahrir se suma ahora un nuevo revés político después de que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas recibiese la dimisión conjunta del Gobierno interino que preside Essam Sharaf.

En la práctica, la caída del Ejecutivo egipcio -que presentó su renuncia formal el domingo por la tarde ante el endurecimiento de la represión policial en la plaza cairota- no ha conseguido calmar los ánimos de los activistas congregados en Tahrir, conscientes de la nula capacidad de actuación de un Gobierno plegado a los intereses de la junta militar dirigida por el mariscal Tantaui. De hecho, no es la primera vez que el equipo Sharaf presenta su dimisión ante las Fuerzas Armadas. Anoche no estaba claro si los militares habían aceptado la renuncia del Ejecutivo títere.

Horas antes y por tercer día consecutivo, miles de manifestantes y otros tantos agentes se enfrentaron en las calles cercanas a la plaza, intermitentemente cubiertas por una espesa nube de gases lacrimógenos, y donde las piedras volaban en ambas direcciones. A los gases, las porras y los proyectiles de goma se han sumado las armas de fuego. «Aquí mismo han muerto seis personas, varias por asfixia de los gases y otras por disparos de fuego real», confirmaba ayer el doctor Shady el-Naggar en el hospital instalado en la mezquita de Omar Makram, en uno de los extremos de la plaza Tahrir. Según el médico, la alta mortalidad por asfixia, algo que no sucedió durante los días de la revolución, se debe a «los nuevos botes de gases lacrimógenos que están lanzando las fuerzas de seguridad no comienzan a soltar el gas hasta que ya están cayendo, por lo que la gente no los ve hasta que están muy cerca».

«La situación ahora es peor que en la revolución de enero, porque entonces solo nos reprimía la Policía, mientras que ahora es la Policía y el Ejército». Para la joven Nairy Abd el-Sheify, esta es una de las pocas cosas que han cambiado en los últimos nueve meses, en los que los militares han pasado de ser los héroes salvadores de Egipto al blanco de las iras de los manifestantes. Las fuentes varían, pero entre 23 y 35 personas habrían muerto ya en la batalla por mantener la plaza Tahrir, símbolo de una revolución y donde se vuelve a pedir la caída de un régimen, esta vez militar.

La confusión reina estos días en El Cairo, donde cada vez cunde más la idea de que se ha llegado a un punto de no retorno. La junta militar asegura que el próximo 28 de noviembre los egipcios empezarán a votar, pero muchos partidos han suspendido la campaña electoral y, con la tensión que se vive en el país y el ambiente de violencia que se respira en el centro de El Cairo, parece difícil que se puedan celebrar unos comicios libres.

La reivindicación de los manifestantes tampoco está del todo clara. La grandísima mayoría quiere ver cómo los militares vuelven a los cuarteles pero, mientras que una parte pide que la junta militar especifique un calendario de retirada del poder, con elecciones presidenciales el próximo mes de abril después de que se celebren las del Parlamento y las del consejo de la Shura (cámara alta), otros exigen al Ejército que abandone inmediatamente.

Según la hoja de ruta actual, los comicios a jefe del Estado no se celebrarían hasta al menos 2013, por lo que el Ejército seguiría ejerciendo la presidencia hasta entonces. También los hay que no comparten estas exigencias, pero que han acudido a Tahrir «para protestar por la brutalidad con la que se ha tratado a los manifestantes. Parece que no hubieran aprendido nada de la revolución», afirmaba ayer Nairy Abd el-Sheify.

«Muy ingenuos»

Quién ocuparía el vacío de poder que dejaría la junta militar si soltara las riendas del país antes de las elecciones tampoco está claro. Un grupo de personalidades, entre las que se encuentran el Nobel de la Paz y candidato presidencial Mohamed el-Baradei y el escritor Alaa al-Aswany, han propuesto un plan de transición que prevé la creación de un «Gobierno de salvación nacional», posponer las elecciones legislativas y convocar unos comicios para crear una asamblea constituyente, tal como ha sucedido en Túnez. Este plan va a tener, sin embargo, difícil aceptación entre formaciones como los Hermanos Musulmanes, que ya han advertido en contra de un retraso en los comicios, donde prevén ganar una importante mayoría.

Mientras tanto, ¿quién se beneficia de este caos? «La junta militar», responde sin dudarlo un segundo Buzaina Kamel, la primera mujer candidata a las presidenciales egipcias. «Fuimos muy ingenuos en darle el poder a los militares y ahora estamos pagando por ello. Quieren seguir gobernando y va a ser muy difícil echarlos», asegura a Kamel, que el pasado domingo fue detenida brevemente por la Policía. Ayer, quizás en un intento de aplacar las iras de los manifestantes, la junta militar promulgó a toda prisa un decreto que prohíbe a los antiguos miembros del partido del defenestrado presidente Hosni Mubarak concurrir a los comicios. Parece difícil, sin embargo, que a estas alturas la medida vaya a tener efecto alguno en la plaza Tahrir.