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Mujer desnuda frente al hombre armado

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El pasado lunes se nos marchó el excelente poeta, profesor y traductor valenciano Tomás Segovia. Sólo una vez pude compartir mesa con él, y resultó entrañable. He querido cederle hoy este espacio para que nos alumbre. Nos queda su palabra.

«Dime mujer dónde escondes tu misterio/ mujer agua pesada volumen transparente/más secreta cuanto más te desnudas/ cuál es la fuerza de tu esplendor inerme/tu deslumbrante armadura de belleza/ dime no puedo ya con tantas armas/ mujer sentada acostada abandonada/ enséñame el reposo el sueño y el olvido/ enséñame la lentitud del tiempo/ mujer tú que convives con tu ominosa carne/ como junto a un animal bueno y tranquilo/ mujer desnuda frente al hombre armado/quita de mi cabeza este casco de ira/ cálmame cúrame tiéndeme sobre la fresca tierra/ quítame este ropaje de fiebre que me asfixia/ húndeme debilítame envenena mi perezosa sangre/ mujer roca de la tribu desbandada/ descíñeme estas mallas y cinturones de rigidez y miedo/ con que me aterro y te aterro y nos separo/ mujer oscura y húmeda pantano edénico/ quiero tu ancha olorosa robusta sabiduría/ quiero volver a la tierra y sus zumos nutricios/ que corren por tu vientre y tus pechos y que riegan tu carne/ quiero recuperar el peso y la rotundidad/ quiero que me humedezcas me ablandes me afemines/ para entender la feminidad la blandura húmeda del mundo/ quiero apoyada la frente en tu regazo materno/ traicionar al acerado ejército de los hombres/ mujer cómplice única terrible hermana/ dame la mano volvamos a inventar el mundo los dos solos/ quiero no apartar nunca de ti los ojos/ mujer estatua hecha de frutas paloma crecida/ déjame siempre ver tu misteriosa presencia/ tu mirada de ala y de seda y de lago negro/ tu cuerpo tenebroso y radiante plasmado de una vez sin titubeos/ tu cuerpo infinitamente más tuyo que para mí el mío/ y que entregas de una vez sin titubeos sin guardar nada/ tu cuerpo pleno y uno todo iluminado de generosidad/ mujer mendiga pródiga puerto del loco Ulises/ no me dejes olvidar nunca tu voz de ave memoriosa/ tu palabra i mantada que en tu interior pronuncias siempre desnuda/ tu palabra certera de fulgurante ignorancia/ la salvaje pureza de tu amor insensato/ desvariado sin freno brutalizado enviciado/ el gemido limpísimo de la ternura/ la pensativa mirada de la prostitución/ la clara verdad cruda del amor que sorbe y devora y se alimenta/ el invisible zarpazo de la adivinación/ la aceptación la comprensión la sabiduría sin caminos/ la esponjosa maternidad terreno de raíces/ mujer casa del doloroso vagabundo/ dame a morder la fruta de la vida/ la firme fruta de luz de tu cuerpo habitado/ déjame recostar mi frente aciaga/ en tu grave regazo de paraíso boscoso/ desnúdame apacíguame cúrame de esta culpa ácida/ de no ser siempre armado sino sólo yo mismo». (De Historias y poemas, 1968.)