El escritor Eduardo Mendicutti, acompañado por el coordinador del seminario, José Jurado. . :: MIGUEL GÓMEZ
Sociedad

«Nada impedirá que escriba como quiero»

Eduardo Mendicutti aprueba el 'interrogatorio' de estudiante s y vecinos en su seminario«El matrimonio entre homosexuales es una de las cosas más justas de esta vida», insiste en el encuentro celebrado en Filosofía y Letras

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A Eduardo Mendicutti se le va pasando el sonrojo. Tímido y humilde, el escritor sanluqueño ya ha superado dos tercios del seminario de literatura actual que se celebra en la Universidad de Cádiz y la Biblioteca Provincial. Hoy concluye este reconocimiento académico a una de las voces más personales del panorama literario español, un autor único, denostado por muchos, admirado por más. Celebrado, entre otras muchas cosas, por la recreación de los ambientes y el habla de su tierra natal.

Ayer, al encuentro programado con los estudiantes se sumaron decenas de vecinos de Sanlúcar. No fue de extrañar, pues, que la mayoría de las preguntas lanzadas al novelista estuvieran relacionadas con una de sus obras más reconocidas, 'El palomo cojo'. Acostumbrado a hablar, la voz de radio de Mendicutti parecía no querer parar. Entre otras cosas, porque el interrogatorio le servía para aclarar muchos de los cotilleos locales suscitados tras la publicación de esta obra y, sobre todo, la adaptación cinematográfica de Jaime de Armiñán. A la vez, trazaba las líneas maestras de su oficio. «'El palomo cojo' es profundamente autobiográfico, pero argumentalmente nada autobiográfico. Yo sí recuerdo haber sentido esa curiosidad, estar con el oído puesto cerca de los mayores e imaginándome en el futuro. En eso es autobiográfico, pero no en el sentido de las anécdotas», explicó. Habló de su postrera relación con 'Palmero', el mariquita que iba por las casas bien de Sanlúcar haciendo las uñas y al que Mendicutti le inventó la vida, «y adiviné en sus sentimientos», en obras como la propia 'El palomo cojo' o 'Ganas de hablar'. Eso sí, reencarnado en otro mariquita llamado 'Cigala'.

Se desnudó Mendicutti ante las preguntas concernientes a su homosexualidad y a la represión franquista. En más de una ocasión ha manifestado que no le incomodan estas cuestiones, sino el hecho de que se le estereotipe o se atribuya una serie de prejuicios a su obra. Una producción que no busca la transgresión, mucho menos la provocación, sino que está basada en la naturalidad. «Lo primero que yo escribí estaba muy tapado por el peso de la censura. Era muy frustrante. ¿El lado positivo? Que la prohibición te obliga a ser imaginativo a la hora de contar». El sanluqueño narró ante su numeroso público la desesperación que le produjo la retirada de su primera novela justo cuando estaba a punto de editarse. «En la última etapa del franquismo, cuando ya no era necesario pasar por un tribunal de censura, presenté 'Tatuajes' al Premio Sésamo. Y lo gané. Con toda la ilusión que ello conlleva. Aunque no era obligatorio, la editorial lo llevó al tribunal que, aunque no tenía potestad para prohibir, desaconsejó su publicación», lamentó.

Superado el golpe, que le dejó noqueado por años, Mendicutti se fue reconciliando con la literatura con la llegada de la democracia. «De todas formas, nunca he permitido que por motivos morales, de mercado, académicos o porque pudiera tener más o menos lectores, dejara de escribir como quería y quiero», sentenció.

Se adelantaba así a las opiniones que sitúan al sanluqueño fuera de la órbita de la crítica literaria y, sobre todo, Mendicutti mostraba así su postura ante cualquier cambio político que pueda llegar y que provoque una retroceso en la conquista de los derechos de los homosexuales. «El matrimonio gay es una de las cosas más justas de esta vida, no porque todo el mundo tenga el derecho de acostarse con quien quiera, sino porque todo el mundo tiene el derecho de querer a quien quiera». Y rechazó cualquier opción terminológica que no fuera la de matrimonio para la unión de dos personas del mismo sexo. «Las palabras son hijas de su tiempo, si nos ponemos estrictos en ese sentido se convierte en homofobia». Después, Eduardo se reencontró con sus vecinos en una improvisada firma de libros. Para recordar al 'Palmero', a las hermanas Caballero, a la casa de sus abuelos...