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El fulgurante proceso de Amanda Knox
El juicio a una joven de EE UU acusada en Italia de un crimen exaltado por la prensa de su país se convierte en un circo judicial y mediático
ROMA. Actualizado: GuardarSi fuera, por ejemplo, húngara y más bien fea nadie se habría preocupado de ella, pero Amanda Knox es estadounidense y mona. Por eso, por un crimen peliculero inflado por la prensa y porque en EE UU se ha contado que estaba presa en una oscura ciudad medieval por una Justicia maquiavélica, el asunto lleva días abriendo los informativos norteamericanos. La emulación instantánea que domina la prensa ha arrastrado a los diarios digitales y al pelotón mediático, que en el resto del mundo se ha encontrado de repente con la foto de esta chica en todas partes.
Amanda Knox, entonces con 20 años, estaba acusada de asesinar a una compañera de piso inglesa, Meredith Kercher, en 2007 en Perugia. Lo mismo se le imputaba al chico con el que estaba liada entonces, el italiano Raffaele Sollecito, 23 años en aquel momento. De él se habla mucho menos. A los dos les condenaron en 2009 a 26 y 25 años de cárcel, pero el lunes por la noche la sentencia de segunda instancia los declaró inocentes. En Italia pasa bastante. Se cayeron las pruebas claves del ADN, en un cuchillo y un sujetador, rechazadas por chapuzas en la instrucción. También ocurre a veces. Había 400 periodistas acreditados.
Amanda, a secas, como se la conoce en Italia, cogió ayer un avión en Fiumicino y se largó a Seattle. Si el Supremo la condena en tercera instancia es improbable que la pille. El crimen de Perugia es un caso ejemplar de delirio mediático. Es uno de tantos asesinatos italianos enrevesados que crean juicios paralelos, con maquetas del lugar del crimen en debates de la tele. En Italia la información judicial se filtra en tiempo real, con enorme confusión, y convierte algunos casos en perfectas series televisivas. Enseguida salió la etiqueta de 'casa de los horrores'. La tesis era que Meredith se negó a una orgía, pero la cosa se fue de las manos, la violaron y la mataron. El único culpable es un africano, Rudy Guedé, de 21 años, que pactó la pena y fue condenado a 16 años por cooperación en homicidio con dos cómplices. Se supone que eran Knox y Sollecito, pero ahora todo se tambalea.
Amanda era perfecta para el papel de mala: niña bien americana que se da a la vida loca en Europa -su vibrador rosa impresionó-, mentirosa, manipuladora, que escribe poesías y fuma porros. Acusó del crimen a otro africano que luego era inocente, lo que le ha costado tres años de cárcel por calumnia, ya cumplidos. El abogado de este definió a Knox como «mitad María Goretti, mitad luciferina», reflejo del clima del juicio, como el seguimiento de la ropa que se ponía Amanda. Knox y Sollecito cayeron en muchas contradicciones, pero a pesar de un juicio pirotécnico -hasta un arrepentido de la Camorra dijo que había sido su hermano- no había pruebas concluyentes, solo el ADN.
Además en este caso se añadió un forofismo curioso: la prensa norteamericana se alineó con la acusada y la británica, contra ella. Una senadora de Washington, Estado de la familia Knox, tomó la bandera de la inocencia de Amanda acusando a los tribunales italianos de «antiamericanismo». La familia de ella se gastó más de 750.000 euros en contratar a una agencia publicitaria e invadió la televisión en EE UU para contar su historia y acusar a la Policía italiana de brutales maltratos. Hasta se emitió por cable una serie protagonizada por la actriz Hayden Panettiere en el papel de Amanda.
Contrasta con la familia de la víctima, que eligió el perfil bajo y tenía problemas para pagarse los viajes a Italia. «Ha habido una presión mediática inaceptable, y una decisión casi anunciada, es anómalo», ha denunciado uno de los fiscales, Giuliano Mignini. La Fiscalía pidió la pena máxima, «que por fortuna en Italia no es la pena de muerte», dijo con retintín en la sala su colega, Manuela Comodi. También estaba pendiente de las televisiones americanas.