derechos humanos en china

Ai Weiwei rompe su silencio

El artista y disidente chino desafía a las autoridades al denunciar detenciones ilegales y torturas

SHANGAI. Actualizado: Guardar
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Rompió su silencio el pasado viernes con un escueto «Saludos», que seguramente fue suficiente para provocar rabia y pánico entre los dirigentes chinos. Desde el 3 de abril, día en que fue detenido, Ai Weiwei no había actualizado su cuenta en la red social, en la que suma casi cien mil seguidores. Pero ahora es evidente que ni siquiera dos meses y medio bajo arresto, de forma irregular y contra la propia ley china, van a conseguir callar al artista más contestatario del gigante asiático.

De hecho, el domingo ya comenzó a criticar las condiciones sufridas durante sus 80 días de cautiverio: «He comido diez 'dumplings' (buñuelos chinos) en el almuerzo, y ya he recuperado tres kilos». Documentó el hecho con una fotografía de la báscula, cuya aguja se acerca a los cien kilos. Sabe que juega con fuego, porque fue liberado con la condición de que no abandone la capital china, Pekín, se abstenga de hacer declaraciones a la prensa y no publique opiniones en Internet. Pero, como aseguró a este diario en una entrevista concedida antes de su detención, «no actuar es igual que ser cómplice», y ya está preparado «para asumir las consecuencias» de su activismo político y social.

Dar voz a los represaliados

Así, el lunes por la tarde, Ai disparó la artillería pesada de sus palabras, y denunció la tortura que ha sufrido Liu Zhenggang, diseñador al que visitó ese mismo día, por primera vez, en la cárcel. «Levantó la mano, pidió al guarda beber agua, y el hombretón se echó a llorar. Ha sufrido un infarto y por poco se muere», escribió. En los siguientes 140 ideogramas denunció la detención que junto a él han sufrido su contable, Hu Mingfen, el periodista Wen Tao, y el primo y chófer de Ai, Zhang Jinsong. El artista, acusado de evasión fiscal, califica de «ilegal» las detenciones que han sufrido, incluida la suya, y asegura que son todos «inocentes» y «están sufriendo estragos mentales y físicos debido a la tortura».

Finalmente, el artista culminó ayer sus críticas con un tono mucho más desafiante, apelando ya a la conciencia de sus seguidores: «El que no dé su voz a Ran Yunfei (bloguero y escritor detenido por subversión al Estado, el mismo cargo que ha llevado a la cárcel al premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo) y Wang Lihong (un activista pro Derechos Humanos acusado de crear disturbios), no sólo es de los que no se preocupan por la igualdad y la justicia, sino que no se quiere a sí mismo».

Es posible que estos comentarios hayan rebasado, una vez más, la línea roja establecida por Pekín, pero habrá que ver si Ai Weiwei ha colmado la paciencia del régimen. Todavía no están claros los cargos que pesan sobre el creador, que no ha hecho declaraciones a la prensa, aunque la familia está convencida de que sus desavenencias con la autoridad tienen poco que ver con lo económico y mucho con lo político.