¡AY QUÉ CALOR!
A nueve meses de la final-es decir, del Bicentenario-, llevamos todas las papeletas para no llegar ni siquiera a cuartos
Actualizado: GuardarSabía usted de los efectos nocivos del calor porque leyó 'El extranjero de Camus' y 'La Insolación' de Carmen Laforet cuando todavía no estudiábamos en aulas 2.0 pero sí con programas que tenían un mínimo de sentido común -hace mucho, lo sé-. Sabía usted cómo el calor había convertido al Mersault de Camus en un extranjero entretenido en remover los fantasmas de una sociedad angustiada, cuya moral era capaz de condenar a muerte de igual manera a un hombre que no llora la muerte de su madre que a un asesino. Sabía usted que el sol provoca insolaciones como las de Martín Soto, aquel púber que perdió el norte de su mundo por culpa del calor. Sí. Ya lo sabía, aunque nunca pensó que usted sentiría en sus propias carnes cómo la realidad supera siempre a la ficción. Siempre. Nunca pensó que en un alarde de surrealismo vería el cadáver de su vecino pasar y que no le daría tiempo de poner sus barbas en remojo, porque en el fondo hasta se creyó lo de la recesión, lo de los brotes verdes y lo del «yes, we can» a la española. Pero esta ola de calor le ha abierto los ojos, no lo niegue.
Lo ha dicho Paolo Vasile -que sigue siendo, mal que nos pese, el gurú del entretenimiento-, Belén Esteban es la precursora del 15-M «representa a la mujer inconformista» que puede «pronunciarse de forma enérgica y mostrar la decepción por un sistema». Vaya por Dios. Habíamos aceptado que Susana Estrada -que antigüedad- pasara a la historia como la musa de la Transición, como años más tarde aceptamos que Norma Duval fuera la imagen del PP en este país -cuando todavía cabía en los trajes de plumas-, pero no estábamos preparados para que la princesa del pueblo se convirtiera en la Marianne española. No. Ha tenido que venir Vasile a despertarnos del sueño de que otra sociedad era posible, cuando casi nos estábamos creyendo lo de los indignados, lo de Valcárcel, cuando casi sentíamos la necesidad de educarnos para la ciudadanía tal y como apuntaba Fernando Savater en la inauguración de los Cursos de Verano de la Universidad el pasado jueves, y teníamos el propósito de buscar el bien común y de ser activos para la sociedad, y bien formados. y llegó Vasile y nos sacó de la ensoñación a mamporrazos.
Y por eso se dio cuenta usted de los efectos secundarios de la ola de calor. Por eso, y porque la boda de la hija del Turronero supuso algo así como una visión apocalíptica, una verdad revelada, un espejo en el que, en un instante vio usted su pasado y su futuro. La hija del Turronero -personaje, no lo olvide, directamente relacionado con el 'caso Karlos' -protagonizó esta semana uno de los últimos episodios de la serie 'Este país es una ruina' congregando en su boda a una bien nutrida pandilla de ex -oficio que se está haciendo tan común en nuestros días como el cesante del siglo XIX- de toda condición: Mario Conde -ex lo que usted quiera-, Pilar Sánchez y Pedro Pacheco -exalcaldes de toda la vida-, Luis Oliver -expresidente del Xerez-, Pedro Rollán -expresentador-, Chiquetete -excantante-, Ernesto Neyra -exmarido-, Pepe el Marismeño -exnovio- o Carmen Bazán y su hija la Jesulina -exfamosas-. Todos ellos y casi mil invitados más, citados en el marco incomparable de belleza singular de la recreación de una feria en mitad del campo. Sí. Una feria con cacharritos, puestos de turrones, casetas, actuaciones y hasta unos senegaleses -auténticos- que al ritmo de paisa, paisa, ofrecían gafas y relojes de marca a los asistentes en un pueril juego de regateo que terminaba en obsequio. Todo tan cruelmente reconocible que hasta escocía. ¡Ay! Quien le iba a decir a usted que el patio del tío Monipodio estaba tan cerca. Y lo está. Tan cerca, tan cerca, que hasta podemos escuchar las peleas de vecindonas. Dice Felipe González, como quien no quiere la cosa, que Rubalcaba tendría que irse ya, y Alfredo -es así como le gusta que lo llamen- le contesta en plan respondona «Que se ahorre los consejos», que sabe muy bien lo que tiene que hacer y «cuándo lo tengo que hacer». Mire usted que bien, uno que por lo menos tiene claras sus ideas.
Porque el resto, ya se sabe. Será por el calor, pero anda tirando balones fuera desde que empezó el partido. Estamos a nueve meses de la final, -ya sabe, el Bicentenario- y llevamos todas las papeletas para no llegar ni siquiera a cuartos, como siempre. Lo bueno es que tenemos la coartada perfecta, que ha faltado interés por parte del Estado, como apunta Alberto Ramos, miembro de la Comisión Nacional del Bicentenario, que hay que adaptarse a los tiempos, como dice Emilio Aragón, Gerente del Consorcio, que han sobrado desencuentros -de eso sabe mucho- como afirma Sebastián Terrada, concejal de IU, que una cosa es programar y otra lograr, como lamenta Antonio de María Ceballos, presidente de Horeca -menos mal que lo de la Torre de Pisa en las puertas de Tierra no se logró-; tenemos a quién echarle la culpa, -elija, que hay para todos los gustos- porque llevamos años mirando para otra parte y tenemos quien todavía, como Rubalcaba, piensa que la invasión de los teletubbies es inminente. Dice Marta Meléndez que los gaditanos somos capaces de sacar el proyecto adelante y demostrar «lo que Cádiz significó para el mundo» -que Cádiz vuelva a ser Cádiz, lo de siempre. Dice aprovechando esta oportunidad, la ciudad puede crecer en valores como en 1812.
Sí. No diga nada. Es el calor, no tiene otra explicación. A ver si Vasile, que tan preocupado parece por nuestro futuro, rescata el programa ¡Ay, que calor! y a las chichas Chin-Chin, de una vez, que aquello sí que era europeísmo en estado puro.