Cercanías
Actualizado: GuardarEl sufrimiento siempre tiene razón y no necesita argumentaciones, sino hechos. Quizás precise también de explicación: no las están administrando cuando la ministra viaja para repatriar féretros de los dos militares españoles que han muerto en Afganistán. Será su último viaje, después del de ida. El funeral podría celebrarse hoy en Fuerteventura, donde en otras épocas de la vida española se desterraba a otros patriotas, entre ellos a don Miguel de Unamuno, que no estaban de acuerdo con la conducta de su patria. La cercanía de las desgracias influye mucho en su intensidad. Los que mueren lejos duelen menos. Parece que murieron antes o después, pero de alguna manera dejan de ser contemporáneos. La bomba que se ha llevado a los dos militares españoles en la guerra de Afganistán, que no tiene buen fin, del mismo modo que no tuvo un buen principio, era «de las más potentes utilizadas hasta ahora», lo que dista mucho de ser un consuelo para los muertos. La maldita guerra no distingue entre los que mueren en Waterloo o en Stalingrado de los que presentan su obligatoria dimisión cuando ya se ha firmado la paz y les alcanza una bala perdida.
La peor ofensiva talibán no es la que se está estableciendo ahora, sino la que se decretó cuando decidimos, o nos decidieron, a participar en esa remota lucha. El llamado 'mundo global', mientras no se pinche al mapamundi, que Ramón Gómez de la Serna se imaginaba en los mapas escolares como un par de huevos fritos, nos obliga a aciertas solidaridades, pero ¿por qué los muertos distantes nos impresionan menos que los de nuestro barrio?
Sin duda es una falta de imaginación, pero también es una falta de responsabilidad. Un poeta, turco por más señas, traducido por mi amigo Solimán Salón, que llegó a ser español, se preguntó: «¿Qué no habremos hecho por esta patria? Algunos de nosotros hemos muerto.