Jerez

Un Corpus donde solo Dios importa

La procesión con el Santísimo Sacramento concedió todo el protagonismo a la custodia catedralicia

Jerez Actualizado: Guardar
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No vive la Iglesia su mejor momento en medio de una sociedad ruidosa y descreída. Alguien debería analizar, de manera profunda además, por qué en épocas de crisis, la Iglesia se ha separado tanto de la sociedad, o la sociedad se ha separado tanto de la Iglesia. Y sería bueno que la reflexión contuviera algo de autocrítica, de análisis personal para conseguir taponar los ríos de devotos que se han ido marchando de unos años a esta parte. No sería mala idea que los estamentos que son parte de la Iglesia, o que dependen de ella, reflexionaran sobre la importancia que dan a los asuntos referentes, principales, de su Iglesia. Y que eso se haga a nivel diocesano no sería una mala idea, comenzando por esta procesión de Corpus Christi.

El Consejo, en su último año, ha reducido la actividad en los días previos al Corpus, dejándola en dos actos superlativos, que no han sido ni valorados, ni entendidos, por el movimiento cofrade de la ciudad. Tanto la exaltación eucarística como la adoración al Santísimo Sacramento, previos indispensables de la procesión que vivimos ayer en la ciudad, apenas congregaron a los organizadores de los actos y poco más.

Autocrítica

Sin duda, un fracaso del que ya han tomado nota tanto en Bertemati como en la calle Curtidores, pero que debería ser analizado de manera autocrítica, ya que apenas se ha difundido las convocatorias y la tensa situación que hay actualmente en el pleno de hermanos mayores no facilita la presencia de los máximos dirigentes de las cofradías en este tipo de actividades. Una muestra más sin duda del interés que tiene para algunos las reuniones en Bertemati, si no son para tomar decisiones que beneficien a su propia cofradía. Toda una incongruencia, ya que al formar parte del pleno, el bien común y las necesidades pastorales de la diócesis deberían ser dos premisas fundamentales a la hora de sentarse a negociar.

Sí respondió la juventud, esa que está siempre tan criticada. La juventud sin compromiso ni fe montó, un año más, las alfombras de flores, viruta y sal que embellecieron la calle Larga, principal arteria de comunicación por la que pasó el Santísimo en la tarde de ayer. La montaron pese al fuerte viento de levante que asoló la ciudad en la noche del sábado, y las altas temperaturas que se registraron a esa hora mientras se trabajaba para engrandecer la procesión.

Previos que distan mucho de los que se viven en otras ciudades, y que nos obliga a plantear interrogantes un año más. No es tan difícil organizar un concurso de altares, y premiar al mejor con una dotación económica, por escasa que sea. Podría ser incluso simbólica. No es complicado premiar la mejor alfombra, de manera que haya un incentivo más a la hora de trabajar. Ni galardonar la casa mejor engalanada, ni organizar un concierto con la banda municipal esa noche en la Alameda del Banco, ni fijar unos horarios para que las procesiones confluyan todas a la misma hora en el mismo lugar... Todo esto no es tan complicado de hacer, aunque claro, favorecería a la organización que la procesión y la pontifical fueran matinales, en lugar de vespertinas como se hace en Jerez. Pero incluso con el actual formato, bien podrían alimentarse nuevas ideas que inyecten alegría y optimismo en una festividad que pasa, actualmente, casi desapercibida.

Parecerá mentira, pero lo más solemne y concurrido de toda la jornada fue la pontifical en la Santa Iglesia Catedral. De un tiempo a esta parte, en el obispado están trabajando realmente bien con todos los movimientos eclesiales de la diócesis.

La pontifical

Lejos quedan ya los tiempos en los que los cofrades eran prácticamente la única representación diocesana en este tipo de eucaristías solemnes. Desde la llegada de José Mazuelos, la iglesia se llena con todo tipo de realidades diocesanas, lo que además afecta de manera positiva al desarrollo de los actos en la Catedral.

Mazuelos apareció de nuevo con una homilía trabajada, sin grandes titulares pero con una línea de pensamiento acorde a lo que necesita el hombre de hoy. Y apoyado en el nuevo cabildo catedral, culminó con éxito la pontifical, previa a la procesión del Santísimo por las calles de Jerez.

Una procesión que fue distinta, muy distinta a la de años anteriores. Lejos quedan ya los tiempos en los que los pasos agrandaban y ennoblecían el tránsito de la custodia por las calles jerezanas. Un año era el misterio completo de la Cena, otros San Juan Grande, el patrón de la diócesis siempre presente, otros era la Pastora... Este año, nada. O todo, según se mire. El Santísimo, y nada más.

Nada en lo que distraerse, sólo Dios presente en el cortejo. Una apuesta arriesgada que unida a las altas temperaturas que anunciaba este final de junio, redujo aún más la presencia de fieles en las calles. Porque no hay que engañarse, cada año el Corpus mueve a menos jerezanos. Pero no sólo el Corpus, cualquier manifestación religiosa tiene cada vez menos tintes de popularidad.

Pocos elementos cofrades

Pues incluso la procesión tuvo pocos elementos cofrades, aunque sí obtuvo el respaldo mayoritario de las cofradías, que completaron el cortejo y asistieron a la pontifical en la catedral. No es suficiente con estos gestos, es evidente, pero al menos las hermandades cumplieron con su obligación, la que le obliga la normativa diocesana y sus propios estatutos. Asistieron a la procesión y formaron parte de ella, pese al calor que reinaba en Jerez pasadas las ocho de la tarde, hora en la que salió la comitiva de la catedral, y pese a que el Corpus se recogió ya anocheciendo, horas en las que la climatología fue un poco más benévola con todos los asistentes.

Y poco más. Lo cofrade se vivió al término de la procesión eucarística, con las procesiones de regreso de los pasos que se expusieron como altares en el recorrido. Santa Gemma Galgani y la hermandad de la Cena fueron sin duda los más seguidos, gracias sobre todo al maravilloso paso que la mayordomía de la hermandad del Lunes Santo diseñó para María Santísima de la Paz de gloria. Una joya que puso el punto y final a un Corpus en el que Dios, y sólo Dios, fue lo importante.