«De repente... se apagó la luz»
El anuncio de cierre pilló por sorpresa a los empleados, que rondan la cuarentena, y vivieron la jornada tristes e impotentes La plantilla, en estado de 'shock', luchará para lograr la máxima indemnización
EL PUERTO. Actualizado: Guardar«Ahí dentro hay gente llorando». Pasan las doce del mediodía, el mercurio sube sin clemencia y el ambiente en el puesto de control de Cádiz Electrónica rezuma tranquilidad. Esa calma aparente que precede a la tormenta que desatará el devastador cierre a cal y canto de la fábrica. «Aún estamos en estado de 'shock'. No nos lo creemos».
Arturo Fernández, Miguel Ángel Pastrana y Fernando Moscoso picaron billete a las siete de la mañana y, como un día cualquiera, comenzaron a desempeñar sus tareas. «De repente, sobre las nueve o así, se apagaron las luces, el aire acondicionado, las máquinas se pararon... Y alguien me dijo que la fábrica se cerraba». Como en un guión fílmico, un autobús se llevó a los miembros del comité de empresa hacia un destino desconocido. «Los metieron en una sala del hotel AC de Jerez y allí estaban los abogados de Garrigues, la jefa de recursos humanos de Europa, el director de la fábrica, el director financiero y otros cargos. Les dijeron que la planta se cerraba, se levantaron y se fueron». Sin derecho a réplica.
«No han planteado ERE, ni ERTE, ni una reducción de salarios. Esto es terrorismo industrial». Jorge Lázaro, técnico de producción de 43 años, sale acompañado por media docena de compañeros. Casi todos entraron en Visteon con apenas veinte años. Ahora, pasada la cuarentena, se han convertido de la noche a la mañana en carne de cañón del paro. «Aún no sabemos nada, el comité de empresa sigue reunido. Pero estamos dispuestos a hacer lo que tengamos que hacer para conseguir al menos la indemnización de 45 días por año».
En la alambrada, una pancarta reza 'RIP ¿Futuro Visteon' con el dibujo de una calavera que no es sino la confirmación de un mal presagio que ninguno de los 380 empleados de esta fábrica quiso tener. «Hace una semana el comité pidió los datos de un estudio de viabilidad. Pensamos que quizá habría despidos y que meterían a sesenta chavales que cobrasen 700 euros. Pero no en el cierre». «La empresa deja dinero. Si no, la habrían cerrado hace diez años». Rafael Tamayo, de 45 años, es del turno de tarde. Y es que en esta fábrica de componentes electrónicos para automóviles, se trabaja las veinticuatro horas del día. «El año pasado hice 300 horas de 'overtime'», afirma Arturo. «Carga de trabajo hay, otra cosa es que les salga más barato que lo hagan en China o en La India, donde cobran diez veces menos que nosotros». Los trabajadores, que hace un par de años aleccionaron a un grupo de indios sobre varias técnicas de producción, nunca pensaron que estaban cavando su propia tumba.
Toda una vida
«Hace poco cambiaron todos los cerramientos por unas mamparas. También trajeron máquinas nuevas e incluso podaron todas las palmeras de la entrada. Y eso cuesta un dineral». Rondan las tres de la tarde. El cambio de turno se acerca y los empleados aprovechan para salir a mostrar su desolación ante las cámaras. «Entré con un FP y aquí obtuve toda mi formación. Poco a poco fui promocionando hasta ser coordinador de materiales». Los empleados de Cádiz Electrónica han pasado media vida en el parque industrial Tecnobahía. Algunos incluso se enamoraron y formaron una familia, como María del Mar Otero y José María Sánchez. Ambos de cuarenta años y con dos hijos. «Este fue nuestro primer trabajo. Ahora no sabemos qué va a pasar».