Una pareja empuja la sillita de su bebé, adornada con un mensaje contra la visita de la reina, por una calle de Dublín. :: REUTERS
MUNDO

Un monarca británico vuelve a Irlanda después de un siglo

Isabel II inicia una visita de cuatro días al sur de la isla para simbolizar la nueva relación entre los dos países tras la conclusión del proceso de paz de Ulster

DUBLÍN. Actualizado: Guardar
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La reina Isabel II inicia hoy la primera visita a la República de Irlanda de una monarca británica en un siglo. Durante cuatro días, cultivará su afición personal por los caballos en dos cuadras de sementales y presidirá actos en puntos emblemáticos de Dublín y de Cork para simbolizar la nueva relación entre los dos países tras el consenso constitucional acordado sobre Ulster en 1998 y la conclusión del proceso de paz.

«Es el momento totalmente adecuado», ha dicho su anfitriona, la presidenta Mary McAleese, católica nacida en la región británica del norte. Hay expectación por las palabras que se pronunciarán para reflejar la historia entre ambos países, pero por el momento el protagonismo corresponde a la operación de seguridad en torno a la visita, que será seguida, la próxima semana, por la de Barack Obama.

Cerca de 10.000 policías y soldados serán desplegados en las calles y habrá refuerzos venidos de Reino Unido. Ya hay agentes apostados y restricciones al tráfico en el centro de Dublín, y las vallas indican que el público tendrá una visión distante de los actos. Los lugares de la visita han sido 'esterilizados', término utilizado por la policía para describir la prohibición de acceso tras la búsqueda de explosivos.

Aunque las visitas de los monarcas británicos a Irlanda se saldaron con éxito, según la historiadora Mary Kenny, las disputas del siglo XX han impedido que el padre de la actual reina o ella misma -a sus 85 años y cerca ya del sexagésimo aniversario de su coronación- hayan podido viajar al sur irlandés, que tiene extensas relaciones familiares con la isla vecina desde la que partió la invasión normanda en el siglo XII.

Desde Jorge V

Jorge V, abuelo de la actual monarca, fue el último en visitar Dublín, en julio de 1911. Fue agasajado por autoridades locales de un país unificado en 1801 bajo el nombre de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y las crónicas hablan de la alegría del público por la presencia del rey en las carreras de caballos de Phoenix Park. Prometió volver lo más pronto posible, tal fue la simpatía con la que le había tratado «nuestro pueblo irlandés».

Pero el Partido Socialista, de James Connolly, distribuyó un panfleto antes de la llegada del monarca en el que se leía: «Asesinato, traición, adulterio, incesto, robo, perjurio... Todos los crímenes conocidos fueron cometidos por uno u otro de la raza de monarcas de los que el rey Jorge se siente orgulloso de descender. No le culparemos de los crímenes de sus ancestros si renuncia a los derechos reales de ellos. Pero, mientras reclame sus derechos por virtud de la descendencia, también, por virtud de la descendencia, debe acarrear la responsabilidad de sus crímenes».

Cinco años después, Connolly fue uno de los rebeldes que tomaron la estafeta central de correos y el edificio de los tribunales en Dublín cuando miles de irlandeses y más británicos estaban en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Aquel levantamiento sería el germen de insurrección que marcó la historia del siglo XX.

Isabel II aterriza al mediodía en el aeródromo Roger Casement (un exembajador británico fusilado por intentar que los alemanes armaran a los rebeldes irlandeses en aquellos años y que ha inspirado la última novela de Mario Vargas Llosa) y poco después depositará una corona en el Jardín del Recuerdo de Parnell Square, en el que se conmemora a los caídos en nombre del ideal de la república independiente. Connolly, entre ellos.

El líder socialista irlandés encontró antes de ser ejecutado el camino del marxismo a la Iglesia y a punto morir pidió a su mujer, Lilly, protestante, que se convirtiera al catolicismo. Pero Sinn Féin invoca a Connolly y sus disidentes de éirígí (en pie) lo tienen como el ejemplo que Gerry Adams y los suyos habrían traicionado. Son los últimos que disputan esa herencia. Los del éirígí pondrán hoy una corona de flores donde los rebeldes de 1916 fueron derrotados. Los de Sinn Féin lanzarán a los cielos de Dublín globos negros cuando la reina deposite la suya.