TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

EL COMANDANTE MOSK

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En la jerga militar, un daño colateral viene a ser cuando alguien sufre un impacto que no le corresponde. Eso le ha ocurrido al capitán William Mosk, comandante estadounidense de la Base Naval de Rota que el pasado lunes fue cesado en dicho cargo a raíz de una investigación seguida por la Policía española y por el NCIS; ya saben el Servicio Naval de Investigación Criminal, una especie de CSI con botón de ancla que ha inspirado un par de series de televisión. Los hechos se relacionan con una investigación seguida desde octubre de 2010 y que dio lugar hasta finales de marzo a la detención de ocho personas, entre ellas cuatro miembros de la Armada y dos ex militares, a quienes se acusa de introducir y distribuir cocaína en la Basa Naval y en sus alrededores. El peso de la investigación, por parte española, lo llevó el Cuerpo Nacional de Policía, desde la Comisaría de Rota con la colaboración, eso sí, de servicios de información de la Marina. La pesquisa fue compleja, hasta el punto de que tuvieron que abrirse tres operativos distintos para desarticular finalmente a la red. La impecable hoja de servicios de Mosk se ha visto manchada por este asunto, aunque ninguna prueba le relaciona con esa organización. Según el escueto parte que las autoridades estadounidenses han facilitado, la decisión se basaría en «la pérdida de confianza en su capacidad de mando y de manejar eficazmente las cuestiones relacionadas con una investigación en curso que está teniendo lugar bajo su autoridad». Un marrón en toda regla, vamos.

La primera detención se produjo el 15 de febrero: Álvaro S.G, un militar destinado en una fragata de la Armada de nuestro país, fue sorprendido con 50 gramos de cocaína de gran pureza aún sin cortar. Mucho más que una simple dosis para consumo propio. La Policía puso la lupa, a partir de ahí, en varios militares de origen colombiano, aunque nacionalizados españoles, como es el caso de Victor F.M.C, que se dedicaba al menudeo de 'doñablanca'. En una segunda operación, el pasado 15 de marzo, se procedió al arresto de John A.U.A, ex militar que también había estado destinado en Rota y John E.Z.O, que permanecía en activo y que residía en Jerez. Esta vez, se intervino más cantidad de droga: 302 gramos de gran pureza dio el peso de la balanza.

El destino de aquella droga era el interior de la base. Allí contaban con cómplices como otro militar español, Sergio N.R, que podría ser el contratista de la red según las evidencias que acumula la Policía. El era quien pagaba la mercancía y la distribuía para su venta y consumo. Cayó durante otro dispositivo puesto en marcha el pasado 25 de marzo. Bajo el sofá de su salón, encontraron 7.200 euros en billetes de 20 y 50. Todo apunta a que Johnathan S.G.J, que había vestido uniforme pero ya estaba retirado del Ejército, era encargado de llevar la droga de Madrid a Rota.

La noticia de la desarticulación de la banda se produjo justo el mismo día en que Juan Carlos Muñoz-Delgado y Díaz del Río se despedía en Rota como almirante de la Flota. De hecho, en abril, ya ha pasado a la reserva: «Lamento que la base se haya visto implicada. Los detenidos serán expulsados si el juez los condena», comentó ante los periodistas. Nadie puede garantizar que el cien por cien de la dotación de cualquier base cumpla con su deber: «A veces -afirmó- aparece un elemento que se sale de la norma y no es buen ciudadano, por lo tanto tiene que ocurrir con él lo que ocurre cuando una persona transgrede la ley; no es normal, pero tampoco extraordinario».

«Es un delito civil y será juzgado por lo civil. Si se les condena serán expulsados, porque su comportamiento no es el adecuado», recalcó. Pero a pesar de tratarse de un delito civil ha costado, al menos, una destitución militar. El capitán William Mosk -el séptimo oficial de su categoría destituido en lo que va de año por las fuerzas armadas estadounidenses- era admirado por muchos de quienes estuvieron alguna vez a sus órdenes: «No es objeto de la investigación ni tiene que afrontar ningún tipo de cargos criminales», destacó el Teniente Comandante Benham.

Bajo el secretismo que rige habitualmente los asuntos militares, se sabe que existe una investigación en marcha por parte del NCIS desde hace seis semanas, lo cual quizá podría abundar en ulteriores detenciones en este mismo recinto militar y por similares causas. De hecho, Ed Buice, portavoz del NCIS, ha anticipado que la investigación se relaciona con el tráfico de pequeñas cantidades de droga, «de uso personal». Piloto de los célebres P-3 Orion, Mosk fue inmediatamente destituido por el contralmirante Tony Gaiani, al mando de la Región Naval Europa, Africa y Sudeste de Asia quien intentó inútilmente abrirle un expediente de expulsión administrativa que no se llevó a efecto. Atrás queda su impecable historial, desde que tras licenciarse en Economía entrara en la Armada en 1985 y sirviese en escuadrones de patrulla áerea con base en el portaviones 'John F. Kennedy', antes de asumir el mando del escuadrón de entrenamiento 35 en la base de Corpus Christi, en Tejas. Su medallero no es ninguna tontería y, entre otras misiones, fue comandante de las actividades navales de EE UU en España. Mosk había llegado a Rota en junio de 2008 y se ha ido en silencio, sin querer hacer comentarios sobre su cese que tampoco ha implicado ningún tipo de medida disciplinaria. Ya estaba prevista la fecha de su sustitución antes de que estallar el escándalo: iba a ser a finales de junio pero su sucesor, el capitán Scott Kraverath, tendrá que adelantar su viaje. Por ahora, sus funciones las desempeña Ronald Dennos, actual director ejecutivo de la Estación Naval.

No es el primer pufo relacionado con la coca que afecta a la Base. Hace un par de años, fueron juzgados tres militares que estaban destinados en la base en 2005 y que terminaron prendiéndole fuego al bloque de edificios en donde se encontraba un camello que les había estafado: «Yo iba borracho cuando salí de la base y llevaba tomando cocaína todo el día», afirmó uno de los acusados. Todo un ejemplo. Por cierto, que se sepa, nadie sufrió por aquel caso el daño colateral de una destitución.