TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

EL BICENTENARIO, MÁS ALLÁ DE LULA

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Ciudad suroccidental de España. Así definía a Cádiz la agencia Associated Press en sus despachos relativos a la entrega del Premio Libertad Cortes de Cádiz a Luiz Inácio 'Lula' da Silva, el ex presidente de Brasil. Su designación para este galardón, así como la de Adolfo Suárez el pasado año, limpian en gran medida la oleada de protestas que conllevó en su día la elección del primer galardonado, Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia, cuyas irregularidades múltiples fueron puestas de manifiesto por sus detractores, entre quienes por cierto humildemente figuro.

En el caso de Silva todo han sido parabienes. O no. Hasta Cádiz han llegado incluso protestas desde Brasil. Y es que hay quien pone la lupa en los excesos de sus mandatos y quienes prefieren, como el propio jurado que le otorgó este reconocimiento, poner el acento sobre su denodada lucha contra la pobreza y a favor de la igualdad. Pero está claro que no todo es unanimidad en torno al fundador del Partido de los Trabajadores de Brasil y que hay quien recuerda sus ataques a la prensa -sus partidarios llegaron a manifestarse contra el «golpismo mediático»-, las redes de tráfico de influencias o las baladronadas de su hijo y su pandilla de amiguetes que le pusieron a menudo a caer de un burro, pero que no le hicieron perder la mayoría, ni a él, ni a su candidata como sucesora, Dilma Rousseff, actual presidenta de Brasil. Y todo ello a pesar de que para ciertos sectores de la opinión pública brasileña, este Calamar -esa es la traducción al español de la palabra portuguesa Lula-resulte una flor que no se puede oler. Esto es, hermosa, sobre todo en la proyección internacional de su país, pero parecida a la Dinamarca de Hamlet.

También la controversia le acompañó hasta Cádiz. Y no sólo porque el presidente de los pobres llegara a la Trimilenaria después de haber visitado la sede de Telefónica en Madrid, con César Alierta del brazo y el mismo día en que la compañía de telecomunicaciones anunciaba un recorte de casi un 20% de su plantilla y, a la vez, el reparto de bonos millonarios entre sus directivos: ante dichas cifras, la bolsa de 18.000 euros que conlleva el premio resulta apenas una dieta por kilometraje. La Embajada de Brasil, a través de su cónsul honorario en Sevilla, había solicitado al Ayuntamiento de Cádiz que invitase a una serie de personalidades de la izquierda andaluza que finalmente no fueron convidados a pisar la alfombra roja de la Casa de Iberoamérica en la felizmente restaurada Cárcel Real. Quizá fuera tan sólo un despiste protocolario pero lo cierto es que, entre los asistentes al lucido discurso de Lula, abundaba más la facción neoliberal que la izquierdista. Y ello a pesar de que estuvieron presentes Diego López Garrido, secretario de Estado para Europa y representante autorizado del Gobierno español, o Francisco Menacho, flamante consejero de Gobernación de la Junta. Ambas presencias fueron omitidas desde la mesa presidencial en la que tan sólo hubo lugar para el homenajeado y para la alcaldesa, Teófila Martínez que volvió a rentabilizar su figura al lado de uno de los principales personajes mundiales del último medio siglo y, para colmo, denunciando «el mal de la desigualdad».

Será que el Bicentenario es para quien lo trabaja. Y la lideresa de Cádiz empieza a ser tan conocida en Antofagasta como en La Viña. A falta de alguien tan dedicado a este empeño en la parte contratante de la segunda parte, Teófila Martínez ha consolidado su red de contactos al otro lado del Atlántico, de cara a la efeméride del próximo año. Y no sólo ya nota la receptividad acostumbrada por parte de las autoridades municipales americanas, sino de los propios gobernantes, como el caso de Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, con quien parece compartir tanta empatía como con María Teresa Fernández de la Vega, ex vicepresidenta del Gobierno español.

Mañana lunes, Manuel Jiménez Barrios tomará posesión del cargo como delegado del Gobierno andaluz en Cádiz. A la ceremonia, asistirá el consejero Menacho y presumiblemente acudirá su predecesor, Gabriel Almagro, que aprovecha sus dos meses correspondientes de cesantía para echarle un cable como militante a su partido en la preparación de las elecciones municipales de Alcalá de los Gazules. Jiménez Barrios ya ha anticipado que no quiere heredar también la gerencia en funciones del Consorcio y ya suenan -como se ha escrito en este periódico-algunos nombres para sustituir a Malu García Juárez, aún de baja médica. Entre otros y como se ha escrito en estas mismas páginas, se ha vuelto a hablar de Rafael Garófano, quien ya sonara hace mucho para este mismo cargo. O también suena Emilio Aragón, que quizá encarne como nadie la figura del conseguidor para que algunos patrocinadores, visto lo visto, no decidan a última hora esponsorizar la visita del Papa en vez de la celebración de La Pepa.

Tal vez hubiera sido conveniente, dado que las relaciones entre las distintas administraciones implicadas en esta celebración no suelen ser las de una luna de miel, haber establecido desde el primer momento la figura de un comisario para este evento, a la manera de la Expo 92 en Sevilla. Ya lo recomendó en su día Rafael Román, pero como en tantas otras cosas respecto al Bicentenario, al diputado del PSOE y expresidente de la Diputación no le hicieron caso.

«Lamento que países extraordinarios como España o Portugal estén viviendo momentos tan difíciles como estos por problemas qu crearon otros que, además, ya resolvieron los suyos», protestó Lula en Cádiz. Quizá ayer ZP le explicara que, en realidad, nuestro país es un trasatlántico que, como el Bicentenario en sí, capeará todas las tempestades.