Personal sanitario mide la radiación de los habitantes evacados de una zona cercana a la planta nuclear de Fukushima. :: EFE
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Toneladas de agua contra la radiación

Japón ataca por tierra, mar y aire los dañados reactores de Fukushima para conjurar una catástrofe a solo 250 kilómetros de Tokio

TOKIO. Actualizado: Guardar
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Helicópteros militares, autobombas de alta presión, cañones de agua, camiones de bomberos y kamikazes envueltos en trajes especiales NBC contra la contaminación nuclear, biológica y química. Más agua, es la guerra total contra la fuga radiactiva en la central japonesa de Fukushima, donde cuatro de sus seis reactores podrían fundirse y provocar una catástrofe atómica como la de Chernóbil, o peor, a solo 250 kilómetros de Tokio.

Para impedir semejante hecatombe en una de las zonas más densamente pobladas del planeta, el Gobierno nipón lanzó ayer una ofensiva por tierra, mar y aire. Primero con cuatro helicópteros Chinook CH-47 del Ejército, que vertieron agua para enfriar el reactor número tres y rellenar su piscina de combustible usado, que es extremadamente radiactiva y donde al parecer hay agua hirviendo por las elevadas temperaturas del núcleo. En misiones de 40 minutos para evitar la alta radiación procedente del reactor, los helicópteros soltaron 30 toneladas de agua. Una gota en un océano porque para rellenar la piscina hacen falta unas 2.000 toneladas. Además, la operación resultó infructuosa porque la mayor parte del agua se dispersó por el fuerte viento.

Luego, los cañones de agua que la Policía utiliza para dispersar manifestaciones se dirigieron, con bastante poca puntería, contra el reactor número cuatro, cuya piscina también ha aumentado su temperatura, uniéndose a la serie de calamidades que, en forma de explosiones, incendios, grietas de hasta ocho metros y hasta fusiones parciales han sacudido a la central de Fukushima. Por su parte, las autobombas de alta presión permiten dirigir las mangueras contra el reactor a una mayor distancia de seguridad y con menos riesgo para los operarios.

«No nos queda más remedio que verter el agua antes de que sea demasiado tarde», reconoció en su desesperación el ministro de Defensa, Toshifumi Kitazawa. A pesar de todos estos titánicos esfuerzos, los niveles de radiación no solo no disminuyeron, sino que aumentaron hasta los 4 milisievert por hora, el doble de lo que el ser humano recibe de forma natural en un año pero la mitad de lo que supone un TAC sobre el cuerpo.

Como última posibilidad, las autoridades japonesas se aferran ahora a la conexión eléctrica del sistema de refrigeración de los reactores, que estuvieron intentando probar durante todo el día. Precisamente, fue el fallo de dicho circuito por la fuerza del tsunami lo que provocó el calentamiento de los reactores, en los que se han registrado cuatro explosiones que han reducido sus torres de hormigón a humeantes amasijos de hierros y cascotes, tal y como reflejan las fotografías tomadas vía satélite.

«La corriente eléctrica sería un modo temporal, pero fiable, de enfriar los reactores y rellenar la piscina de combustible usado», confió a las agencias internacionales Teruaki Kobayashi, uno de los responsables de la compañía que gestiona la central, Tokio Electric Power Co. «Este es el primer paso hacia la recuperación», aseguró frente a las opiniones de otros expertos, sobre todo europeos, que han vaticinado que la fusión en los núcleos ya ha empezado y es imparable. Dicho proceso solo culminará con un gran escape radiactivo que afectará a 100 kilómetros a la redonda, en los que no podrá haber ninguna forma de vida humana, animal ni vegetal durante los próximos años o incluso siglos. Además, esta catástrofe podría hasta superar la mortalidad de Chernóbil, la central de la extinta Unión Soviética que en 1986 propagó desde Ucrania una nube radiactiva que se extendió por el centro y norte de Europa y aún hoy sigue generando tumores malignos y horrendas malformaciones genéticas.

Ventanas selladas

Frente a tan infausto recuerdo, Fukushima puede provocar un desastre de proporciones bíblicas porque en torno a unos 30 kilómetros alrededor de la planta han sido evacuadas 215.000 personas, que sobrevivieron al terremoto y al tsunami y ahora intentan protegerse de la fuga radiactiva en los refugios habilitados por el Gobierno en edificios públicos como bibliotecas, gimnasios, colegios y centros sociales. Para no exponerse a las radiaciones, el Ejecutivo ha dado orden de permanecer en sus casas, con las puertas cerradas y las ventanas selladas, a otras 140.000 personas que viven a unos 30 kilómetros de la central.